Pedro de la Hoz
Nikolai Rimski-Kórsakov nació en marzo de 1844. Por el viejo calendario juliano fue el día 6; por el gregoriano, el 18. A los efectos de la celebración, da igual: se cumple el aniversario 175 del natalicio de uno de los más encumbrados compositores rusos de todas las épocas, y el teatro Mariinsky, de San Petersburgo, no ha querido pasar por alto tan señalada efemérides. Los próximos 11, 18 y 25 de junio recordarán al músico con tres veladas especiales en las que el plato fuerte es la versión en concierto de la ópera-ballet Mlada.
La obra fue compuesta entre 1889 y 1890 sobre la base de un libreto de Viktor Krylov. El estreno se produjo el primer día de noviembre de 1892 en el Mariinsky, que encargó la coreografía al italiano Enrico Cecchetti, a la sazón figura señera del Ballet Imperial, mientras asumió la dirección musical el bohemio Eduard Nápravník, quien desde 1875 residía en Rusia.
Por su argumento, Mlada se remonta a un mito implantado en las raíces históricas del pueblo ruso. La acción acontece en el siglo X, en las tierras eslavas de la costa del mar Báltico, en una ciudad llamada Rethra. Voyslava ha matado a Mlada, la novia de Yaromir, para tenerlo para ella. Con la ayuda de Morena, la diosa del inframundo, cautiva a Yaromir. Pero él ve el asesinato en sus sueños. Así concluye el acto primero. En el segundo, el espíritu de Mlada interviene entre Yaromir y Voyslava, aparición que prepara lo que sucede en el cuarto acto: la invitación de Mlada a Yaromir para viajar al monte Triglav, donde se reúnen los muertos, antes del sábado de brujas, en el que se le muestra a este una visión fantasmagórica, que incluye nada menos que a Cleopatra –curiosa intromisión ajena a la trama– y en la cual se confirma la culpabilidad de Voyslava. Ella confiesa su pecado y Yaromir la mata. Morena, con quien Voyslava había pactado, destruye el templo y la ciudad de Rethra, pero Yaromir se une con Mlada en el cielo.
La inserción de la egipcia Cleopatra en la saga eslava tiene su explicación en las siguientes palabras extraídas de las memorias del compositor: “Entre mis impresiones musicales de París, durante la Exposición Mundial de 1889, me llamó la atención la música en los cafés húngaros y argelinos. El juego virtuoso de una orquesta húngara en tsevnitsas (flautas de pan) me dio la idea de presentar este antiguo instrumento en Mlada y para esto debía figurar Cleopatra. En un café argelino, me atrajo el ritmo de un gran tambor. Este efecto también lo tomé prestado para la escena de Cleopatra”.
De primer momento Mlada no alcanzó el éxito esperado. A pesar de su vitalidad instrumental y su belleza melódica, no es difícil adivinar por qué no convenció en el San Petersburgo de 1892, ante un público que daba más importancia a la lógica argumental que a la edificación sonora. Dramatúrgicamente es una construcción flácida en la que el libreto deviene pretexto para la música.
Sin embargo, el esplendor acumulado de la escritura de Rimski-Kórsakov terminó, en el tiempo, por eliminar cualquier reserva. La energía inventiva del trabajo vocal instrumental seduce al oyente. También a eso contribuye el hecho de que gran parte de la música suene familiar. Rimsk-Kórsakov escribió Mlada bajo el hechizo de la tetralogía wagneriana, que recién se había escuchado por primera vez en San Petersburgo. La influencia de Wagner se manifiesta en el uso de la mitología precristiana y en los ecos del discurso musical propiamente dicho.
En el Mariinsky la celebración será dirigida por Valery Gergiev, director general de la institución y una de las batutas de mayor prestigio a escala mundial. En los tiempos en que condujo la orquesta del teatro Kirov, asumió el podio en las puestas en escena de Sadko, La dama de Pskov, La leyenda de la invisible ciudad de Kitezh y la virgen Fevroniya, Kaschei el inmortal y La novia del zar, todas registradas en vivo para el sello Philips.
De Mlada existe una grabación audiovisual en vivo de Gergiev, que data del 19 de junio de 2004 en el Concertgebouw, de Amsterdam, con un elenco ruso.