José Iván Borges Castillo*
Entre los pueblos de la antigua zona henequenera se encuentra el de Suma de Hidalgo. Al que conocimos desde nuestra infancia cuando pasábamos de camino a Motul, una extraña y melancólica impresión nos causaba mirar sus postales pueblerinas bajo el manto del sereno de la mañana.
El origen de este pueblo se remonta, desde luego, a una fundación maya y a un repoblamiento en las primeras décadas de la dominación española. Por el nombre del pueblo se manifiesta su origen maya. Sobre la etimología, Manuel Rejón García señala algo importante: “Zuma según (escribe) López de Cogolludo; se compone de Zum apellido indígena que existe hasta el presente y agua, resultado el agua del zum. Zum se llama también la soga”. Esto lo escribe en su libro publicado en 1910. Otro estudioso es el maestro Santiago Pacheco Cruz, quien opina algo parecido al exponer: “soga o cable para sacar agua del pozo”. Aunque se ha tomado por significado del nombre del pueblo “Agua donde está el suum”.
Por la arquitectura de la comunidad, no es difícil imaginar cómo debió haberse conformado y constituido hasta darse con su fisonomía actual. Entre los antiguos legajos y fondos documentales se puede entretejer la historia de la comunidad. Perteneció todo ese territorio a la antigua provincia maya de los Ceh Pech, y en los tempranos registros de la conquista española aparece el nombre como Dzuma. Cuando se dio paso en la historia a la conquista española, la gran mayoría de las poblaciones fueron repartidas entre los veteranos soldados del ejército hispano, quedando conformadas como encomiendas.
Pero al parecer era tan pequeña la comunidad que se redujo a pueblo cercanos a sus morados; a mediados del siglo XVII se repobló el asiento designando la mitad de los tributos al encomendero Alonso de Ortega Pacheco en 1648.
Ya los nuevos pobladores cristianos, favorecidos por la Orden Franciscana, fijaron traza a la nueva comunidad y se destinaron lugares públicos, como la plaza, casa real y la capilla donde impartir los sacramentos y el catecismo. El cronista religioso fray Diego López de Cogolludo lo menciona como “San Bartolomé del pueblo de Zuma”, capilla de visita del convento de franciscanos de San Francisco de Cansahcab.
Casitas de paja y algunas de piedra fueron el panorama que posiblemente presentó Suma a finales del siglo XVIII, llamado de las luces. Su capilla era de dos aguas primitivamente, y modificado a finales del siglo XVIII, cuando se le subió sus muros, techándolo de bóveda y un frontispicio con espadañas por campanarios. En el marco de la ventada del coro está grabada la leyenda “Se hizo en 1789”.
En la plaza principal se encuentra un parque moderno y una amplia explanada donde tiene lugar el coso taurino para los baxa-toros en los días de la fiesta tradicional en el mes de mayo y julio.
Suma está compuesto por casas de paja vernácula, casas de mamposteros contemporáneas y algunas casas de piedra con aire colonial. Un singular edificio de estilo neoclásico destaca entre las construcciones, se trata del primer edificio de la escuela primaria municipal, edificada entre los años de 1915, cuando la corriente revolucionaria llegaba a Yucatán.
En ese mismo siglo, a impulso de los franciscanos, siempre devotos de la Virgen Santísima, floreció en la comunidad una tierna devoción por ella, llegando en ese entonces una imagen en su título de la Inmaculada Concepción, creando su cofradía entre los indígenas. Esos actos de devociones fueron el principio del celebrado mes de las flores que cada año se realiza en Suma en torno a la presentación de flores, gremios y ya toda una fiesta del pueblo en honor a la Virgen de Suma.
Siempre fue un pueblo dedicado a la agricultura y algo de ganadería, hasta la llegada del henequén, y todo su vasto territorio quedó ocupado por millares de plantas que apuntaban al cielo con sus brillosas y espinosas hojas. Muchas ganancias dejó el henequén, mucho dolor y corrupción también trajo consigo; unos cuantos se beneficiaban y el pueblo siguió sin tierras y sin ganancias. Ruinas de antiguas haciendas y raspadoras quedan en sus cercanías, y montes altos donde una vez fueron amplios henequenales.
Hoy los pobladores se dedican de nuevo a la agricultura, a la ganadería y algo pujante es la apicultura. La población versa en alrededor de dos mil habitantes y un alto número de inmigrantes que por falta de trabajo y remuneración han tenido que abandonar su pueblo de origen. Entre su territorio se cuenta a la comisaría de San Nicolás y las antiguas haciendas de Dzonat y Kiniche.
Aunque perdió por varias décadas la autonomía siendo comisaría municipal en diferentes periodos de Cansahcab y Teyá, logró recuperar su categoría autónoma el 13 de diciembre de 1921 cuando de nuevo es elevado a categoría de municipio libre e independiente, luego entonces se perfila a cumplir su primer centenario como municipio.
Debemos señalar algo de capital importancia en la historia de Suma de Hidago, la autocolocación de un apellido a su nombre en maya, apellido que corresponde a Canto. Esto lo hemos encontrado en nuestras investigaciones históricas en el Archivo General del Estado, al dar con el acta original de tan feliz decreto. En el año de 1878, la legislatura del estado decretó que los ayuntamientos y juntas municipales unieran su nombre al de un célebre héroe nacional o del estado, haciendo que estos sirvieran de lustre o divisa. La Junta Municipal de Suma, obedeciendo al decreto, acordó en sección extraordinaria celebrada en ese mismo año tomar el apellido de Canto en honra del coronel don Teodocio Canto, nato de Cansahcab que luchó a favor de la llegada de don Porfirio Díaz Mori al gobierno de México. Si bien el uso del nombre declino en breve, solamente unas cuantas poblaciones yucatecas conservaron su apellido, como el caso específico de mi pueblo Tekal de Venegas, o de Dzilam Bravo o González. Pero fue en el año de 1960, cuando se colocó un monumento al cura de Dolores, obra del gran Rómulo Rozo, y por impulsos de don Tibursio Cortez Pech, entonces alcalde municipal, se comenzó a llamarle al poblado como Suma de Hidalgo. No existe acta del congreso y creo –que ni el del cabildo de ese municipio– para darle el nombre, aunque se sabe de unas gestiones en la Secretaría de Educación; pero a esta en nada le concierne el nombre de los poblados.
Sin embargo, actualmente el nombre de Suma de Hidalgo es ampliamente reconocido como nombre de la comunidad por todos los yucatecos.
De algo estamos cierto, falta escribir la historia del pueblo de Suma de Hidalgo.
Mi gratitud al periódico POR ESTO!, cuya divisa de Dignidad, Identidad y Soberanía nos permite compartir estas cortas líneas.
* Historiador. Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán.