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Cultura

Teatro a fines del siglo XIX

Jorge Cortés Ancona

Dichosos tiempos donde podía hablarse de un hartazgo de teatro, como ocurre en la sección Rehiletes de Pimienta y Mostaza en mayo de 1894: “De teatro se harta la gente en estos días. No hay noche de Dios que no haya función en el Circo-Teatro o en el Peón Contreras; en el Peón Contreras o en el Circo Teatro. Por un lado Felicidad Pastor y Obregón; por el otro, Morales y la Delgado. Aquí Salón Eslava y Chateau Margaux; allí Niña Pancha y El juramento. De repente nos moriremos de una apoplejía… cómico-lírica”.

Y es que importantes compañías de México, España, Cuba e Italia venían a Yucatán, atraídas en buena medida por el auge económico. Los recuentos hablan de puestas en escena en Mérida, Progreso o Izamal de piezas del momento de autores en boga, incluyendo a los franceses, que eran la cultura dominante de la época.

También se representaron obras de yucatecos, como indica el periódico El Colegial del 3 de febrero de 1892. En un escrito firmado por alguien denominado A. K. B., se informa que Leopoldo Burón ha puesto en escena varias piezas dramáticas debidas a la pluma de escritores yucatecos y da un listado de ellas. Esta proliferación también da lugar a “Dramatitis”, de Pedro Escalante Palma, “piececita de actualidad y escrita con ocasión de las muchas piezas dramáticas que le fueron presentadas en esta temporada al Sr. Burón”.

La crítica de la época remarcaba el tema de la verosimilitud de las representaciones con relación a su época y a los oficios. El periódico La Sombra de Cepeda decía sobre una obra en el antiguo Teatro Peón Contreras que el vestuario y utilería no eran nada creíbles, que las voces de los actores eran muy pobres y se quejaba del programa de mano, que era uno de fecha anterior pero tachoneado para agregar datos de la función en curso. La compañía abusaba de “tanta confianza en la bondad y en la tolerancia del público meridano”. En algunos momentos la queja va contra los engaños en los anuncios teatrales al anunciar para atraer gente la presencia de algún o alguna cantante destacable, sin que ello llegara a ocurrir.

Las reseñas podían referirse a los modos de declamación de los actores, o bien, como solía hacerlo Manuel Sales Cepeda, a los argumentos de las obras. Por ejemplo, Sales Cepeda califica “A espaldas de la ley”, drama patibulario y de adulterio, como una obra que “tiene el defecto de estar más escrita que hablada: carece de toda naturalidad en el diálogo”.

Más fuerte es la crítica negativa que se hace en la columna Rehiletes de Pimienta y Mostaza en enero de 1894 sobre una puesta en escena de la zarzuela Cádiz (aunque no se indica la autoría, suponemos que es la de Federico Chueca y Joaquín Valverde con libreto de Javier de Burgos): “Y a propósito de teatro. El jueves se represento Cádiz. ¡Pero qué Cádiz! Si los autores llegan a presenciar esta representación de su obra, créanme ustedes, se mueren de papera. El libreto mutilado, las decoraciones suprimidas por artículo de lujo, los comparsas… pocos y mal ensayados, la orquesta incompleta, los coristas haciendo pedazos algunos papeles que se les encomendaron, la empresa muy satisfecha de su obra y los pacientes abonados… esperando el día del juicio final, que es el señalado para que se haga un teatro en Mérida y para que vengan empresarios que entiendan lo que se traen entre manos”. Como se ve, las opiniones se expresaban yendo directamente al grano.

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