Michael Vázquez Montes de Oca
Las caravanas masivas de migrantes que atraviesan miles y peligrosos kilómetros de Centroamérica y México con el destino incierto de acceder al “Sueño Americano”, ha puesto de relieve la miseria, criminalidad y falta de oportunidades existente en la región, con un gran atraso económico que ha provocado que los de mayor capacidad productiva, iniciativas y escolaridad, migren a ciudades que cuentan con una economía superior y otros muchos hacia Estados Unidos como ilegales en gran parte de las ocasiones, país que se ha convertido en refugio de los cansados de sufrir marginación en sus tierras.
El imperio ha venido ensayando diversas formas de dominación, con experimentos malogrados como el ALCA, sustituido después por tratados de libre comercio bilaterales que se han transformado gradualmente en multilaterales, como el Plan Puebla Panamá (PPP) que fue presentado por el entonces mandatario Vicente Fox y comenzado a aplicar en el 2001 para articular esfuerzos de cooperación, desarrollo e integración de Belice, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y los estados del Sur-Sureste de México, proporcionando la gestión y ejecución de programas conducentes a la extracción de riquezas naturales, la implantación de vías para interconectar el Mar Caribe y el océano Atlántico con el océano Pacífico para la exportación de la producción, lo que generó interés en compañías transnacionales y empresarios explotadores, facilitando el financiamiento para la construcción de carreteras, que beneficiarían el saqueo de recursos.
Fue diseñado al gusto estadounidense para frenar la migración hacia su territorio, pero no se logró. La extensa zona donde se pretendía llevar a cabo, cuenta con los índices de escolaridad más bajos y las dificultades económicas que ha enfrentado son en gran parte consecuencia de la dependencia de sus exportaciones, principalmente al mercado norteamericano y a las fluctuaciones de los precios en el mercado mundial.
Posteriormente, como parte de la estrategia de expansión del capital que responde a la llamada globalización neoliberal, en el 2008 se convirtió en El Proyecto de Integración y Desarrollo de Mesoamérica, como mecanismo de diálogo para construir consensos y atraer recursos para fortalecer los procesos de integración y realización de propósitos supuestamente orientados a mejorar la calidad de vida de millones de habitantes, entre los que se priorizaban las interconexiones eléctricas, infraestructura de transporte, telecomunicaciones, la facilitación comercial, competitividad, y atención a la salud, medio ambiente, gestión del riesgo, vivienda, y seguridad alimentaria y nutricional, pero en realidad se sustituyó por un modelo más pragmático de atención focalizada, basado en desplazamientos involuntarios de los habitantes e intervención militar de los gobiernos con apoyo de paramilitares.
Ahora, con el gobierno progresista de López Obrador y las sin precedentes nuevas oleadas de caravanas del llamado Triángulo Norte, se pretende lanzar un nuevo plan, que ya tiene sus detractores en México y no cuenta con la simpatía de Trump.
Los componentes del Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras) y México y con la participación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, elaboraron el Plan de Desarrollo Integral (PDI), contiene 30 recomendaciones y cuenta con el respaldo de España, Alemania, Chile y la Organización de Naciones Unidas. Para fomentarlo, México y El Salvador firmaron un acuerdo de 30 millones de dólares (una porción que contempla 100 millones) y la Unión Europea está lista para apoyar sus acciones.
Los integrantes del Triángulo comparten un punto fronterizo y se caracterizan por tener similares culturas, historia, sociedad y política; su alianza fue propuesta por la administración de Barack Obama, pero ha tenido pobre o ningún resultado. En años anteriores, la migración irregular se volvió centro de atención pública, debido al aumento dramático en el número de niños no acompañados y familias huyendo de los altos índices de pobreza y violencia.
La primera caravana fue iniciada por unos mil hondureños, en octubre de 2018 en busca de mejores escenarios, a los que se sumaron salvadoreños y guatemaltecos. Son creadas por defensores que buscan mostrar la violencia y empobrecimiento que existen y los gobiernos de Honduras y de Guatemala han señalado que se moviliza a las personas bajo engaño y con la falsa promesa de obtener un visado en el límite mexicano para seguir su ruta hacia Estados Unidos.
Desde su comienzo han sido criticadas por el gobierno estadounidense, mientras que el mexicano pidió apoyo a la Organización de las Naciones Unidas para atender a los migrantes. El Presidente norteamericano amenazó con cortar la ayuda económica si no impedían que entraran de forma ilegal, militarizar la frontera azteca y subir los aranceles a productos mexicanos hasta un 25% si no se detenía el flujo migratorio y aseguró también que la seguridad colindante es para él mucho más importante que el Acuerdo Comercial con México y Canadá, situación a las puertas de elecciones, en las que los republicanos arriesgan la pérdida de la mayoría en el Congreso.
La economía de América Central está basada principalmente en la agricultura, el turismo y algunas industrias pequeñas; sus exportaciones se dirigen hacia Estados Unidos, entre los mismos países del área y Europa, fundamentalmente y las principales importaciones provienen de los dos primeros, México, Brasil, Colombia, Venezuela y Argentina. Actualmente sustenta en bloque un tratado de libre comercio (TLC) denominado como CAFTA-RD y otro en negociaciones con Perú.
Todos sus países son considerados como “en vías de desarrollo”, algunos se encuentran dentro de lo más pobres del continente. Según el Banco Mundial, reciben la mayor inversión extranjera directa: Guatemala (la economía más grande de la región y la décima de América Latina), Panamá y Costa Rica (entre las primeras quince); El Salvador ha experimentado un gran progreso industrial en los últimos años, Nicaragua ha mejorado económicamente y Belice ocupa la última posición.
Por razones económicas y de desempleo unos 5 millones de habitantes han emigrado a Estados Unidos como lugar principal en seis de las siete naciones (en Nicaragua hacia Costa Rica). Hay desequilibrio en cuanto a la migración, en Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala, la emigración es diez veces mayor que la inmigración, Costa Rica y Panamá presentan un panorama opuesto, pues su saldo es positivo y Belice se mantiene neutro.
Es tecnológicamente una de las regiones menos avanzadas del mundo con una alta dependencia de las potencias del Primer Mundo. La pobreza, las crisis económicas y la peligrosidad, han generado un clima de inestabilidad; la época en la que el mayor peligro electoral era el robo o la suspensión de elecciones ha quedado atrás y en su lugar, ha surgido otro tipo de riesgo: la manipulación de instituciones, lo cual se ve claramente en Guatemala, que está retrocediendo a un ritmo alarmante y acaba de efectuar unas elecciones con resultados extremadamente fragmentados y no de buen augurio, a pesar de que parecía estar lista para entrar a una nueva era democrática sustentada en el Estado de Derecho y la transparencia; 33 diputados, una quinta parte de la legislatura, son investigados por corrupción y pertenecen al influyente bloque conocido como Pacto de Corruptos, que manipularon los sufragios para protegerse de las investigaciones en su contra; una situación parecida existe en El Salvador, en las que el partido de izquierda del Frente Farabundo de Liberación Nacional perdió votos y desde hace semanas se vienen produciendo protestas masivas contra el gobierno hondureño.
Más de 460 mil migrantes sido detenidos en el Sur de Estados Unidos este año, lo que supera a los que fueron aprehendidos en todo el 2018. Desde octubre, más de 160 mil guatemaltecos ha cruzado; muchos son niños y casi un año después de la cruel política de “tolerancia cero” que los separa de sus padres a la fuerza, todavía están llegando a raudales y, sólo en abril arribaron alrededor de 40 mil, casi 9 mil sin compañía.
Con la amenaza de subir los aranceles de exportación hasta un 25%, las administraciones de Trump, y López Obrador, firmaron un acuerdo con el fin de disminuir la ola migratoria y a ese efecto se despliegan 15 mil elementos en la frontera Norte para apaciguar el tráfico de los indocumentados y en la Sur y el Istmo de Tehuantepec otros 10 mil y se planea por las autoridades norteamericanas lanzar una gran operación para deportar a familias ilegales recién llegadas.
Trump dice que quiere castigarlos por no hacer lo suficiente para detener la migración, pero no ha dicho nada ante la corrupción, no cree en la diplomacia multilateral; si estuviera interesado podría aprender que el éxodo de mexicanos ha disminuido a medida que el entorno ha mejorado. Si tuviera algo de seriedad, involucraría a Guatemala, El Salvador, Honduras y México en iniciativas diplomáticas con acciones concretas; exploraría un procesamiento de solicitudes de asilo justo y eficaz; dejaría de hablar acerca de un muro y de recortar la ayuda y empezaría con un posible Plan Marshall; buscaría maneras de hacer que el linde guatemalteco no fuera risible, combatir la corrupción y el narcotráfico, luchar contra la impunidad y fortalecer el Estado de Derecho, proteger los derechos humanos y darle trabajo a los posibles migrantes, pues si no hubiera reducido la política a una guerra partidista, en algún punto entre esas verdades yacían posibles acuerdos entre republicanos y demócratas.
Ninguna muralla va a detener la afluencia de migrantes; las vociferaciones sobre violadores, el chantaje de separar familias y el racismo, no la detendrán, como tampoco el sistema migratorio fracturado estadounidense.
Lo que sí parece claro es que otros intentos han fracasado y que ninguno podrá avanzar si no se resuelven los problemas estructurales, o sea, la falta de educación, cultura, salud, trabajo, ingresos decentes, impulso agrícola, industrial, de las exportaciones y, en general, la elevación del nivel de vida, lo que no se solventará a corto plazo sin cambios políticos, económicos y sociales profundos, que ningún movimiento tradicional está en condiciones de lograr sin la colaboración y la solidaridad internacional y mucho menos con muros e intimidaciones.