545
Bajo las palmas
Ven al campo, vida mía,
que ya entre nubes de rosa
vierte claridad hermosa
el nítido albor del día.
Entre la selva sombría
alza el ave sus cantares,
blancos lirios y azahares
perfuman el fresco ambiente,
y brilla el sol refulgente
sobre los verdes palmares.
Formando grupos variados
se enlazan sus cabelleras,
ya en las fértiles riberas,
ya en los bosques y collados.
Sus plumeros esmaltados
fingiendo verde guirnalda,
del alto monte a la falda
brillan con gentil decoro,
como penachos de oro
salpicados de esmeralda.
¡Oh, qué suave se adormece
entre sus copas el viento!
¡Con qué blando movimiento
sus temblantes hojas mece!
Gemir el aura parece
en sus caprichosos giros,
cuando en aquestos retiros
llenos de paz y delicia,
las palmeras acaricia
con voluptuosos suspiros.
Ven, que a su sombra apacible
lleno de encanto y ternura
un manantial de ventura
halla el corazón sensible.
A un nuevo mundo visible
se transporta el alma ardiente,
y vagan por nuestra mente
mil imágenes hermosas
como blancas mariposas
por el cristal de una fuente.
Para aquellos que han nacido
en esta tierra divina,
cada palma peregrina
guarda un recuerdo querido.
Sus vástagos han crecido
en nuestros mismos vergeles,
bajo sus verdes doseles
vertimos acerbo llanto,
o también bajo su manto
brotaron nuestros laureles.
Qué tierna melancolía
de nuestra alma se apodera
cuando a su sombra hechicera
miramos morir el día,
entonces la fantasía
tras el vaporoso velo
de un indefinible anhelo
que se pierda en lontananza,
busca un rayo de esperanza
entre las sombras del cielo.
¡Y en la noche silenciosa
qué poético paisaje
si entre su espeso follaje
se oculta la luna hermosa!
Como ninfa misteriosa
de blanco cendal ornada,
que en esa hora callada
de las selvas al rumor,
de su infortunado amor
busca la huella adorada.
¡Benditas, benditas sean
estas palmeras indianas,
que en las tendidas sabanas
voluptuosas se cimbrean!
¡Nuestra mirada recrean
con su pompa deslumbrante
y a su arrullo embelesante
bajo de su sombra amiga,
descansa de su fatiga
el rendido caminante!
Ven, pues, oh virgen hermosa,
alma para amar nacida,
deja la gloria mentida
de la ciudad populosa.
Ven como siempre amorosa
a mitigar mis pesares,
ven y escucha los cantares
que brotan hoy de la lira,
de un trovador que suspira
bajo los verdes palmares.
¡Oh, nunca quieran los hados
nublar nuestras ilusiones,
nunca en lejanas regiones
vaguemos desconsolados.
Aquí por siempre enlazados
do todo el placer coadyuva,
nuestro amor al cielo suba
y en tan venturosa suerte
que nos sorprenda la muerte
bajo las palmas de Cuba!
José Joaquín Govantes
José Joaquín Govantes Poeta y dramaturgo cubano. Se tienen muy pocos datos de su biografía, pero es útil tenerlo presente en tanto fue una de las voces que cultivó la décima como estrofa nacional cubana. Nació en La Habana, Cuba. Colaboró en Aurora y Aguinaldo Habanero (1865). En 1868, después de iniciada la revolución en Yara (Oriente), se trasladó a Nueva York, desde donde trabajó en favor de Cuba. En 1876 fundó en esa ciudad el periódico La Voz de la Patria, que dejó de salir en 1877. Murió en el año 1881, en La Habana, Cuba.