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Cultura

Ecos de mi tierra

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Bajo las palmas

Ven al campo, vida mía,

que ya entre nubes de rosa

vierte claridad hermosa

el nítido albor del día.

Entre la selva sombría

alza el ave sus cantares,

blancos lirios y azahares

perfuman el fresco ambiente,

y brilla el sol refulgente

sobre los verdes palmares.

Formando grupos variados

se enlazan sus cabelleras,

ya en las fértiles riberas,

ya en los bosques y collados.

Sus plumeros esmaltados

fingiendo verde guirnalda,

del alto monte a la falda

brillan con gentil decoro,

como penachos de oro

salpicados de esmeralda.

¡Oh, qué suave se adormece

entre sus copas el viento!

¡Con qué blando movimiento

sus temblantes hojas mece!

Gemir el aura parece

en sus caprichosos giros,

cuando en aquestos retiros

llenos de paz y delicia,

las palmeras acaricia

con voluptuosos suspiros.

Ven, que a su sombra apacible

lleno de encanto y ternura

un manantial de ventura

halla el corazón sensible.

A un nuevo mundo visible

se transporta el alma ardiente,

y vagan por nuestra mente

mil imágenes hermosas

como blancas mariposas

por el cristal de una fuente.

Para aquellos que han nacido

en esta tierra divina,

cada palma peregrina

guarda un recuerdo querido.

Sus vástagos han crecido

en nuestros mismos vergeles,

bajo sus verdes doseles

vertimos acerbo llanto,

o también bajo su manto

brotaron nuestros laureles.

Qué tierna melancolía

de nuestra alma se apodera

cuando a su sombra hechicera

miramos morir el día,

entonces la fantasía

tras el vaporoso velo

de un indefinible anhelo

que se pierda en lontananza,

busca un rayo de esperanza

entre las sombras del cielo.

¡Y en la noche silenciosa

qué poético paisaje

si entre su espeso follaje

se oculta la luna hermosa!

Como ninfa misteriosa

de blanco cendal ornada,

que en esa hora callada

de las selvas al rumor,

de su infortunado amor

busca la huella adorada.

¡Benditas, benditas sean

estas palmeras indianas,

que en las tendidas sabanas

voluptuosas se cimbrean!

¡Nuestra mirada recrean

con su pompa deslumbrante

y a su arrullo embelesante

bajo de su sombra amiga,

descansa de su fatiga

el rendido caminante!

Ven, pues, oh virgen hermosa,

alma para amar nacida,

deja la gloria mentida

de la ciudad populosa.

Ven como siempre amorosa

a mitigar mis pesares,

ven y escucha los cantares

que brotan hoy de la lira,

de un trovador que suspira

bajo los verdes palmares.

¡Oh, nunca quieran los hados

nublar nuestras ilusiones,

nunca en lejanas regiones

vaguemos desconsolados.

Aquí por siempre enlazados

do todo el placer coadyuva,

nuestro amor al cielo suba

y en tan venturosa suerte

que nos sorprenda la muerte

bajo las palmas de Cuba!

José Joaquín Govantes

 

José Joaquín Govantes Poeta y dramaturgo cubano. Se tienen muy pocos datos de su biografía, pero es útil tenerlo presente en tanto fue una de las voces que cultivó la décima como estrofa nacional cubana. Nació en La Habana, Cuba. Colaboró en Aurora y Aguinaldo Habanero (1865). En 1868, después de iniciada la revolución en Yara (Oriente), se trasladó a Nueva York, desde donde trabajó en favor de Cuba. En 1876 fundó en esa ciudad el periódico La Voz de la Patria, que dejó de salir en 1877. Murió en el año 1881, en La Habana, Cuba.

 

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