Cultura

Ivi May Dzib

Apuntes de un escribidor

II

El juego es indispensable para la alegría y el desarrollo respetuoso de toda sociedad. Por lo mismo, que el juego sea una estrategia para la enseñanza me parece lo más saludable, pero hay que pensar cómo adaptar el juego a los contenidos escolares, por ejemplo, en la escuela pública “Amara Berri”, de San Sebastián, los alumnos no siguen un libro de texto para estudiar matemáticas; aprenden, por ejemplo, el sistema métrico como responsables de una tienda ficticia, o lo que es una hipoteca cuando les toca pagar un crédito al banco que regenta otro compañero. Tampoco tienen clase de lengua al uso. En su lugar, hacen un periódico todos los días, preparan programas de radio y televisión o charlas con las que matan para siempre el miedo a hablar en público. “Nos interesan todos los ámbitos de su desarrollo, no sólo que sepan mucho de una u otra materia, porque se trata de que adquieran competencias para la vida: que sepan relacionarse, comunicarse, disfrutar”, dice Emilio Martín, director del centro (Marín Yarza, 2006).

Sin embargo, cuando trabajamos contenidos educativos en un ambiente de juego, se considera que se está siendo muy permisivo y que el niño en un futuro no acatará las reglas, ya que esto lo volverá reticente al estudio, pues todo en él querrá ser jugar y jugar, esto se dice con cierto desconocimiento de lo que implica un juego, ya que el juego es tomado, al menos por los niños, con mucha seriedad. Luz María Chapela (2002) nos habla del juego y lo que sus límites y reglas nos hacen ver en relación con quienes lo practican, la autora señala que:

En término de juego, los límites y las reglas:

1) Delimitan y dan cualidades específicas a un territorio, a un tiempo y a un espacio lúdicos.

2) Marcan lo que se puede y no se puede hacer con determinados materiales, en un tiempo y un espacio.

3) Permiten a sus jugadores planear sus acciones y proyectarse hasta los límites que marcan las posibilidades, es decir, propician el esfuerzo.

4) Fomentan el trabajo en equipo, la planeación de acciones diversas complementarias y la solidaridad.

5) Favorecen el desarrollo de habilidades personales específicas, muchas veces sutiles y complejas.

6) Promueven procesos de autoconocimiento, así como de reafirmación de identidades.

7) Propician un ejercicio grupal en el que, de manera democrática, los participantes analizan, proponen discuten, discrepan, concuerdan, acuerdan y acatan.

8) Permiten a los jugadores conocer sus derechos y usarlos extendiendo al máximo las posibilidades que estos derechos les marcan.

9) Hacen que los jugadores conozcan sus compromisos con los otros, con el tiempo, con el espacio y con los materiales del juego, así como las consecuencias que tendrán que asumir si rompen las reglas.

10) Alientan en los jugadores la reflexión acerca del papel que los límites y las reglas desempeñan frente al ejercicio respetuoso de la libertad y acerca de la necesidad de abolir o cambiar las reglas que pierden sentido práctico o de instaurar reglas nuevas en casos necesarios.

11) Propician la pertenencia grupal y preparan a los jugadores para la participación social y la vida ciudadana.

Todos estos puntos nos hacen entender cuál es la valía del juego como estrategia educativa, y es que hablamos del juego desde sus diferentes variantes: juegos de patio, de mesa, tradicionales, de palabras, etc. Lo importante aquí es que como docentes tendríamos que saber que hay una amplia gama de posibilidades para abordar cualquier campo del saber desde el juego, de aquí la importancia de hacer a un lado las planeaciones donde nos limitamos a que el maestro hable y que el niño escuche, y es que si hablamos desde el juego es muy posible que los resultados sean más óptimos y el alumno recuerde aún más los contenidos, ya que la manera en la que los aprendió fue única.

Continuará.