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Cultura

La sangre y las fotografías

Ivi May Dzib

Ficciones de un escribidor

I

Se pasa todo el día redactando, corrigiendo y acomodando escenas sangrientas de crímenes que les son ajenos y cotidianos en una página, desde hace más de 10 años se encarga de darle forma y vida a un informe diario de los aconteceres más impactantes de la nota roja, de más está decir que las 12 horas al día que emplea para esta labor las cubre en una oficina con aíre acondicionado, café y cigarrillos; uno diría que lo tiene todo, que no le hace falta nada, pero las cosas son muy complejas como para afirmar algo como esto. Sus relaciones personales se limitan al par de reporteros que lo van nutriendo de notas, informes, reportajes y fotografías, pocos conocen cómo es su vida personal, ya que muchos saben que no tiene mujer ni hijos, además de que difícilmente se le ve en una fiesta o en una cantina, podría decirse que más allá de su trabajo no existe, incluso la única forma de comunicarse con él es en la redacción, ya que se sabe que apenas sale de trabajo apaga el teléfono para quedarse incomunicado, eso sí, si algo importante pasa, como para que se requiera de su presencia en la redacción, nadie lo tiene que buscar, ya que él se enterará de eso que ha sucedido y enseguida se presentará a su trabajo.

Está frente a una fotografía y se apodera de él una terrible sensación, que primero se traduce a fatiga, ya que siente el cuerpo pesado y por un minuto llega a pensar en ir a su casa para reposar un rato, pero el pensamiento se esfuma cuando suena el teléfono y Jaime, uno de los reporteros que ha ido a cubrir la muerte de una familia que murió al ser impactada por un tráiler mientras iban en motocicleta, le dice que no pudo tomar fotos ya que cuando llegó habían levantado los cuerpos. Extrañamente le dice a Jaime que no se preocupe, que ya comprará alguna foto a otro suplemento o hará una llamada pidiendo un favor. Cuelga el teléfono y vuelve a centrar su atención en la fotografía que tiene en la mano, por primera vez siente algo parecido a la lástima o quizá sea una profunda tristeza que no se atreve a reconocer.

Todos los días mueren personas o sufren algún tipo de percance, las formas son desde las más conocidas pasando por las más absurdas, algunas son incluso crueles, pero él no está para compadecerse de nadie, si lo hiciera el negocio se iría a la quiebra, de ahí que si una mujer fue violada y descuartizada como si fuera un animal en una carnicería a él eso no le quitará el ánimo, si un asesino serial no conforme con su proceder de repente decide atacar a tres mujeres al mismo tiempo, él no es quien para rechazar la nota. Todos los días es la misma sangre regada por el piso mostrando que la naturaleza del hombre posiblemente diste de la bondad, todos los días las mimas niñas y niños que se quedan a la deriva sin padres ni hermanos, todos los días las imprudencias de los conductores ciegan vidas sin importar que uno haya salido al trabajo con una sonrisa majestuosa y unos “buenos días” en el rostro, todos los días hombres despojan tan fácilmente del dinero que con tanto esfuerzo otro hombre se dispuso a ganar y a veces como no ceden entonces los ultiman. A pesar de que todos los días ocurren cosas, para él es como si no ocurriera nada, pero todo cambia, porque a la redacción llegó esa fotografía y él no puede evitar sentir una infinita nostalgia; sigue sin recordar su nombre, lleva más de una hora intentando acordarse, tiene clara su risa y sus labios, pero no puede recordar cómo se llamaba.

Continuará.

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