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Por Redacción Por Esto!
20 de Sep de 2019
4 min
Escrito por Redacción Por Esto!
Por Luis Carlos Coto Mederos
Angel Gaztelu Gorriti
I
Sacerdote y poeta, una de las figuras principales del grupo literario Orígenes que marcó el desarrollo de la poesía en Cuba desde mediados de los años 40.
Nace en Puente la Reina (Navarra, España), el 19 de abril de 1914. En 1927, con trece años de edad, emigró con su familia a Cuba y se hizo cubano, no sólo al adoptar la ciudadanía, sino por su sensibilidad.
En sus labores como párroco pudo hacer brillar esa “romanidad cubanizada” que le elogió Cintio Vitier. Gaztelu fue un pionero del arte moderno aplicado a la liturgia. Al reedificar el templo de Bauta, encargó a Lozano que diseñara el presbiterio. Los murales fueron pintados por Portocarrero y Mariano, quien también dejó dos vitrales: uno dedicado a la Virgen de Fátima y otro a San José. Bauta se convertiría en la parroquia del Grupo Orígenes: allí se reunirían sus miembros en banquetes memorables; allí Gaztelu presidió la boda de Eliseo Diego con Bella García Marruz en julio de 1948, también allí se leyó por primera vez el “Primer discurso” de “En la calzada de Jesús del Monte”. En “Días de ceremonial”, Lezama dejó una página excepcional sobre estos encuentros.
El eminente crítico y poeta Cintio Vitier, compañero generacional de Gaztelu, ha señalado que en la poesía de éste “hay una fina captación de lo cubano como interior y como paisaje […] que no constituye nunca una obsesión ni un objeto de búsqueda, sino como un leal instrumento, en humilde sitio mantenida, de gloria diáfana y venturoso cántico”.
A los 89 años de edad, Angel Gaztelu Gorriti falleció en EE.UU.
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Glosa
Deja a la abeja golosa
que libe en la dulce flor
y goza del ruiseñor
la fina y ardiente glosa.
Glosa pensada en la rosa
que es lo mismo aroma y miel,
a mis sueños de laurel
fugada sombra de aromas
de este jardín de palomas
que enmura en fuego un clavel.
Dulce música de estío,
coros de aromadas flautas
llenan de armónicas pautas
árbol, rosa, espacio y río.
Cigarras en desvarío
con persistencia ardorosa,
cantan la enjundia gloriosa
del sol. En lo verde ardor…
Y en su dulce gozo en flor
deja a la abeja golosa.
Brisas rubias hacen vuelos
de sus violines sonoros
y los espacios con soros,
música en triunfo de cielos:
–Ay, que altos son los consuelos–.
Dadme manzanas de olor,
delicia para el sabor
y fortaleza en el viaje
y deje al alma el paisaje
que libe en la dulce flor.
Flor que será en mi jardín
mi perenne amanecida,
que con su esencia sentida
envuelva todo el confín.
Otra dulzura sin fin
nos enarbole el amor:
canto enmielado de flor,
profesor de los suspiros,
que lleve a amar los retiros
y goza del ruiseñor.
Que la vida fluya así,
como el caudal de la fuente,
que entre las flores fluyente
copia sombras de rubí.
O que vuele el colibrí,
–alta envidia de la rosa–,
en matización gloriosa,
relámpago de colores
que pinta en los resplandores
la fina y ardiente glosa.
Baña el jardín surtidor
con su chorro musical
clara escala de cristal
que se eleva en esplendor
y cae en gracia de flor.
Así esta ansia luminosa,
que, en vertical flecha airosa,
–lanza en conquista del cielo–,
se queda por tanto anhelo
glosa pensada en la rosa.
Cánticos claros perfilen
en lo verde ruiseñores,
y que pañuelos de flores
los céfiros febles hilen.
Que cardelinas afilen
en luminoso tropel
sus picos en el clavel,
que en gracia de la belleza
veré en fina sutileza
que es lo mismo aroma o miel.
Sueñe coronas la frente
o guirnaldas de azahar
para mejor oficiar
de tanta beldad presente.
Entonces diga esplendente
el pájaro su rondel
y la fuente en su bisel
con todas sus gracias sumas
teja música de espumas
a mis sueños de laurel.
Flauta aprisa, aprisa olvido,
suéñame, arómame aprisa,
de espaldas a la sonrisa
vuelto en sedas tu sonido
resbálame sin sentido,
mientras en vilo me tomas
sobre puentes de palomas
en anhelos de otra altura,
viendo pasar su figura,
fugada sombra de aromas.
Rosas y sombras de rosas
guarden estos pensamientos:
y digan plumados vientos
vanos sueños de las cosas
con sus palabras airosas.
Trasciendan sus suaves gomas
las terebínticas lomas;
mientras prenden su incensario
las flores, fuego plenario,
de este jardín de palomas.
Claro y ardiente jardín,
aromado de colmenas
con guirnaldas de azucenas
y glorietas de jazmín
borden al alma un cojín
a olvido y música fiel.
Siempre en vigilia un lebrel
hará la guarda segura
de esta lírica clausura
que enmura en fuego un clavel.
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