Por Pedro de la Hoz
A veces el mercado del arte transita por caminos insospechados, como lo prueban dos muy frescas informaciones que han circulado por estos días. Una se refiere al cierre de la subasta online de obras del misterioso Banksy por la casa Christie’s, donde la joya de la corona fue la famosa estampa Niña con globo. Otra la puesta en venta de la imagen gráfica que en 2017 el artista callejero italiano TvBoy pegó en un escaparate del Paseo de Gracia en Barcelona para escándalo de muchos por mostrar a Messi y Cristiano abrazados y besándose en los labios.
Lo de Banksy no tiene nombre. O mejor dicho, lo de los coleccionistas con el enigmático creador es lo que no tiene paragón. Pongamos el caso de Niña con globo. Como se recordará una versión de esta obra, que data de 2004, salió a subasta en octubre de 2018 en la sede londinense de Sotheby’s. Justo cuando concluyó el remate, el dibujo se hizo añicos. El artista había ocultado una trituradora de papel en el marco listo para activarse en el momento que finalizara la subasta.
Recicladas las niñas con globo –ya verán por qué utilizo el plural–, en la subasta que acaba de finalizar fueron compradas una –la del globo dorado, similar a la del show de Sotheby’s– en 446 390 euros y otra –la del globo rojo– en 70 527.
A los adquirientes y los que pujaron con ellos poco les importó que Banksy blandiera como lema publicitario del acto la provocativa frase: “No puedo creer que los imbéciles realmente compren esta porquería”. Christie’s sacó, por supuesto, una buena parte de la cifra con la que redondeó la venta de las estampas aludidas y unas cuantas más: un millón 200 mil euros que representan el 97 por ciento por encima de los precios de salida.
La imagen de Messi y Cristiano pasó de una lectura amable, defendida por el artista, acerca de la genialidad común de dos estrellas del fútbol cuyos equipos han rivalizado encarnizadamente, a una lectura viciada por el rechazo visceral al homoerotismo por parte de un sector mayoritario de la fanaticada, con independencia de la filiación a uno u otro club.
Una casa de subastas menor, Escrapalia, ha visto en la obra del grafitero un filón para ganar puntos en el mercado, a costa de una obra que ya en su día movilizó a la opinión pública. Para el artista, cuyo verdadero nombre es Salvatore Benintende, deviene una buena oportunidad de sobresalir como exponente de una línea neopop –cuánto le debe a Andy Warhol yJean Michel Basquiat– en la que se ha mantenido sin mucha novedad que aportar.
Sin embargo, la puja comenzó por un nivel muy bajo, apenas medio millar de euros, aunque apenas se inicia y hay tiempo hasta el 24 de octubre. Asimismo, la casa somete al mercado otra obra del grafitero titulada Dios, sálvame de Hacienda, con un Messi que junta las manos y eleva ruegos al cielo, la cual se puede ver en un paseo barcelonés. TvBoy se responsabiliza con recortar cuidadosamente sus grafitos de los escaparates y marquesinas donde los pegó y entregarlos inmaculados a los que salgan airosos en la subasta.
Al evaluar operaciones como éstas, basándose en el fenómeno Banksy, el sociólogo español Javier Zurro ha dicho: “Pareciera que el artista trata de reírse de un mercado que es capaz de convertir una intervención a priori callejera e insurgente en un dulce mosdisqueable por el rodillo económico: el sello del artista ha sido la crítica social, la representación de la rebeldía del pueblo. Soñaba con ser un aguafiestas de guardia, con tocar la nota incómoda, con poner el foco del debate en una causa necesaria, con ahogarse en el anonimato para que brillase el mensaje. Pero hoy es todo lo contrario. No más que una pieza más del engranaje perfecto del poder monetario. Una propuesta nada hostil para el sistema, que lo compra y lo avala con buen gusto”.
Sin lugar a dudas, el mercado del arte constituye un espacio de especulación de capitales. Se calculan durante la década a punto de concluir movimientos anuales entre 60 mil 70 mil millones de dólares, de los cuales el 20 por ciento se efectúa en el marco de las subastas. Acerca del funcionamiento en éstas, la economista estadounidense Allison Schrager ha señalado cómo los inversores inflan los precios enviando a sus representantes de incógnito para que animen las subastas pujando por las obras sin la menor intención de adquirirlas.