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Roger Aguilar Cachón

 

En nuestra ciudad están asentados emblemáticos barrios que han visto crecer de manera exponencial la querida urbe. Ubicados en los cuatro puntos cardinales, cada uno tiene su parroquia erigida para la atención de los pobladores del mismo. En esta ocasión, haremos referencia a uno de los parques situado aproximadamente a 400 metros, hacia el norte de la llamada Plaza Principal. Me refiero al Parque de Santa Lucía, denominado también de “La Unión” o de “Los Héroes”.

A inicios de la Colonia, esta parte de la ciudad se comenzó a poblar y muchas de las prominentes familias que vivían por estos rumbos, comenzaron a solicitar algún terreno de la ciudad para poder edificar sus casas habitación. Con el paso del tiempo, esta sección de la ciudad ya estaba muy poblada, lo que hacía necesario construir un recinto religioso para atender las necesidades de las familias católicas. Para tal efecto y gracias a la donación del terreno y en dinero por parte del Sr. Pedro García, en el año 1575 se comenzó la edificación de la Ermita de Santa Lucía, y hay que destacar que una parte del terreno se comenzó a utilizar como cementerio. Se terminó la construcción durante la gestión gubernamental del Capitán General D. Francisco Velázquez Gijón, y era Obispo de la ciudad Fray Diego de Landa. La Ermita estaba dedicada a la atención de las personas negras, mulatas, pardas o morenas, que vivían en ese barrio, bajo la advocación de Santa Lucía, patrona del mal de los ojos.

El cementerio se usó durante algún tiempo, ahí fueron sepultados vecinos de este rumbo y entre los personajes importantes se puede mencionar al que fuera el primer diputado por Yucatán ante las Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz, Dr. Mariano González Lastrin. En esos años, el barrio de Santa Lucía estaba en muy malas condiciones higiénicas, lo que preocupó al Gobernador don Benito Pérez Valdelomar, quien planificó con las personas adecuadas la construcción de un espacio de esparcimiento y que estuviera limpio, para dar una mejor presencia a este lugar y a la Ermita.

Entre los párrocos que estuvieron a cargo de esta Ermita, se puede mencionar al Pbro. y Lic. D. Pablo Ortiz y Gómez, quien vivía cerca de la misma, de manera exacta se ubicaba en la hoy conocida esquina de “El Loro”, calle 62 x 55. El Pbro. Ortiz tenía una manera peculiar de vestir, usaba chistera y una levita negra, cruzada y cuello romano. Era una persona muy apreciada por los vecinos, con quienes siempre que paseaba por el lugar, se detenía a platicar con los feligreses. Un dato histórico que se menciona, fue la discrepancia que tenía con el Gral. Salvador Alvarado.

Otro de los personaje que antaño se paseaba por el parque de Santa Lucía, era vecino del rumbo de Santa Ana y acostumbraba dar sus rondas por el lugar antes mencionado, fue D. Enrique Muñoz Aristegui, quien a la postre sería Gobernador de Yucatán y vivía por la esquina de “La Teja”. Se caracterizaba por vestir como lo hacía la gente acomodada de la época, traje completo, bombín y se acompañaba de un elegante bastón. Portaba luenga y alba ante barba.

Los corredores y la arquería de medio punto del ahora parque de Santa Lucía fueron construidos por Miguel Quijano y el catalán Antonio Capull. El parque fue el tercero que se construyó en la ciudad durante la gestión del Gobernador Manuel Cirerol en 1871; en un principio contaba con un enrejado que fue importado de París, mismo que permaneció hasta el año de 1902. Fue vendida por partes, igualmente contaba con bancas de hierro y faroles, y en el centro una fuente de mármol. El piso del parque, al igual que la calle y calles aledañas, estaba formada por ladrillos ingleses. Hasta hace algunos años, se podía ver en las calles de la Plaza Principal, los ladrillos de color rojizo adornando el paso diario de transeúntes y automóviles.

Un elemento importante en aquellos años era la persona que cada noche transitaba por las calles de este barrio, con la finalidad de vigilar que todo estuviese en orden, me refiero a los serenos, personas que con silbato, una linterna en la mano, pistola y sable al cinto que recorrían las calles aledañas para brindar protección a los habitantes del lugar. Para 1860 se expidió el Reglamento de Gobierno del Cuerpo de Serenos, mismo que fue signado por el entonces Jefe Político D. Joaquín Casillo Peraza el 17 de septiembre del año mencionado.

Hay datos históricos en que se menciona que las personas blancas del rumbo no asistían a los servicios religiosos en Pascua y Navidad en la Ermita de Santa Lucía, en obediencia a la muy marcada división de clases que predominaba en aquellos años.

Durante la corta administración de José María Iturralde (1877), se mandó levantar en el centro del parque un gran obelisco o pirámide trunca dedicada al Coronel Sebastián Molas Virgilio, héroe de la Guerra de Castas, quien fue asesinado en tiempos de Rómulo Díaz de la Vega el martes 14 de noviembre de 1853. El Coronel Molas fue declarado Benemérito del Estado por el Congreso Local el 30 de junio de 1890.

El parque estuvo en reconstrucción y reparación, y se mantuvo cerrado por poco tiempo; en 1878 fue reinaugurado y adquirió el nombre de Jardín de la Unión Federal, llamado popularmente “La Unión” o simplemente como “Los Héroes”, aunque actualmente se le conoce con el nombre de Santa Lucía.

Con el paso de los años, varias familias de buena posición social comenzaron a edificar sus casas, como el caso de D. Ernesto Zavala Castillo, quien se caracterizó por su manera un poco extravagante de vestir, ya que se comenta que cada domingo llevaba traje completo de charro, pistola al cinto y ruidosas y elegantes espuelas. Las damitas también fueron importantes en la sociedad meridana, en esos rumbos vivían las hermanas Julia, Josefa y Rosaura Santacruz Oviedo, excepcionales modistas que ofrecían sus trabajos a todas las que lo solicitaran y eran conocidas por sus trabajos, bordados y el famoso hemstrich. En casa de estas señoritas vivió su destierro el que fuera director del Instituto Literario del Estado, Lic. D. José Inés Novelo. Otro de los vecinos de este barrio fue el famoso Augusto Cárdenas Pinelo.

Muchos fueron los establecimientos que se establecieron en Santa Lucía, como la Academia de Teneduría de Libros, de D. Pablo Sarlat; el bufete jurídico de Ricardo Molina Hubbe, se encontraban también la lavandería de chinos, había una que tenía un letrero: “Ya Sing”, propiedad de Mateo Yan-Poa (el Chino). La ciencia médica estaba representada por uno de los pioneros en la especialidad de la otorrinolaringología, el Dr. Fernando López Ramírez. También estaba la farmacia “Santa Lucía”, propiedad de Carlos Pasos Bolio, donde las medicinas se preparaban al momento de solicitarlas. A mediados del siglo XX, se encontraba una escuela dedicada a las niñas, Las Amigas, propiedad de las Sritas. Manzanilla. También había otros establecimientos, como tiendas, taller de hojalatería, otro donde se reparaban zapatos, etc. Hay que hacer mención que en tiempos pasados, la competencia comercial era tal que había tiendas con nombres similares, como sucedió con “El Antiguo Loro” y “El Nuevo Loro”, actualmente “El Loro”.

El parque de Santa Lucía ha dado albergue a muchas actividades sociales y culturales, como sucedió durante el período de 1959 a 1961, cuando el Ayuntamiento dispuso ese espacio para Los Jardines del Arte, posteriormente se presentó el espectáculo Lo que cuenta nuestra historia, dirigido por el Profr. Adonay Cetina Sierra. Posteriormente y desde el año de 1965, se celebra cada jueves de la semana, un espectáculo denominado Serenata Yucateca. En ese mismo espacio se sigue llevando a cabo, como parte del programa Mérida en Domingo, un añejo tianguis, bazar o venta de antigüedades y monedas.

En pocas letras, éste ha sido un recorrido que hemos dado al origen y desarrollo del Parque de Santa Lucía, donde el romanticismo se siente a flor de piel y es un espacio muy visitado por propios y extraños. Desde esta tribuna, invito a mis caros y caras lectoras a que asistan a la Serenata Yucateca, a partir de las 9 de la noche, todos los jueves. Será pasar un tiempo agradable de recuerdos y añoranzas.

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