Uno a uno se levantan, los puestos del mercado;
los vendedores llegan rayando el sol temprano.
Yo tengo un puestecito con jaulas de alambre;
las hago y las adorno más chicas y más grandes.
Mis jaulas son para las mandas, que vuelan incumplidas.
Mis jaulas son casas de pajaritos pobres, de vecindad.
De pájaros de feria, que pican la suerte por un pedazo de pan.
Pajarero, que cruzas los montes aprisionando vuelos.
Pajarero, que llenas mis jaulas de cantos y ruegos.
Hoy no vengas pajarero, que ya no tengo alambre ni jaulas para adornar.
El Pajarero poético y musical es José Alfonso Ontiveros Carrillo, conocido como Guadalupe Trigo, que nació en Mérida, Yucatán, el 28 de junio de 1941 y falleció en Acapulco, Guerrero, el 18 de marzo de 1982. A los 6 años de edad, se mudó con su familia al Distrito Federal, donde se convirtió en el cantautor que Chabuca Granda celebró ante el mundo.
Fue compositor, guitarrista e intérprete, integrante del cuarteto Los Monjes del Clan Musical 67. En la ciudad de México, fue alumno de guitarra de Juan Helguera. Participó en festivales de canto nuevo en Perú, Santo Domingo, Venezuela, La Rábida, de España, y el Festival Cervantino, de México. Guadalupe Trigo compuso unas 800 canciones y grabó 10 discos.
Uno de los mejores comentarios en internet sobre el poeta y músico señala: “Siempre quise encontrar el equivalente mexicano a ‘Mediterráneo’, de Serrat, y después de varios años lo encontré. Guadalupe Trigo es uno de los grandes compositores de la segunda mitad del Siglo XX que, lamentablemente, la industria (y la política) mexicana se encargaría de poner detrás de artistas comerciales, básicamente por su filiación política de izquierda, cosa que no se nota explícitamente en su obra”.
¡Qué bellezas de canciones legadas por el trovador mexicano a nuestro país! México y su prensa musical no le otorgan aún el reconocimiento que merece como hombre ilustre de la música y la poesía. He aquí en todo su esplendor la letra de “El morral, la yunta y el rebozo”:
Ya es el final de un quinto verano y la luz de la luna de ocutubre.
Ha de hacer brilla el nuevo destino.
Ya se ven los pobres hombres, pintando paredes,
colgando carteles, por la ciudad.
Pintando las piedras de las carreteras que van hasta el mar.
Tiñendo la tierra, vistiendo la cepa con antifaz,
de colores que ocultan el de la realidad.
El morral, la yunta y el rebozo no saben de pintar.
El morral, la yunta y el rebozo no saben de pintar.
Saben sembrar, arar y cargar;
no entienden la publicidad.
Ya es el final de un quinto verano y la luz de la luna de octubre.
Ha de hacer brillar el nuevo destino.
En esta canción se incorporan instrumentos que remiten a sonidos de la música prehispánica, además de que se hace una referencia al “Huapango”, de José Pablo Moncayo.
Sobre esta canción, José Guadalupe Ontiveros Tapia, hijo del trovador, comentó en una entrevista: “Le gustaba plasmar la problemática social del México de aquella época. En ‘El morral, la yunta y el rebozo’, narra cómo a los campesinos los ponían a hacer pintas en paredes y piedras para los candidatos electorales de ese entonces.”. No paran ahí la poética y la música de Guadalupe Trigo, continúan a plenitud con “Veloz”:
Veloz como los años de una vida en el otoño;
abierta como el llanto transparente de un retoño.
Voraz como el deslave de un torrente en el deshielo;
explotas como el rayo desprendiéndose del cielo.
Buganbilias de colores los recuerdos;
bordada de jazmines en el kiosko tu mirada.
Serpentina que te enredas con el corazón,
fecundando mi vida con amor.
Calentaba mi murmullo en tu voz desesperada y,
como luz temprana, apareciste enamorada.
Veloz como los años de una vida en el otoño;
abierta como el llanto transparente de un retoño.
Buganbilias de colores los recuerdos;
bordada de jazmines en el kiosko tu mirada.
Serpentina que te enredas con el corazón,
fecundando mi vida con amor.
Calentaba mi murmullo en tu voz desesperada y,
como luz temprana, apareciste enamorada.
Otro comentario destacado señala que “Mi ciudad” es un disco injustamente relegado en nuestro país, pues es equiparable en los arreglos y la fuerza interpretativa con los de Serrat, siendo único por esa genial búsqueda estética de la identidad nacional en el ámbito lírico y musical. Se trata de un disco que es una joya cultural por convertir a México en belleza poética y musical. Para su hijo, de nuevo, ésta y todas sus canciones reflejan a “un artista enamorado de su pueblo, de su gente, de su vida”.
En 1971 el sello RCA Víctor lo lanzó con el nombre de “Guadalupe Trigo”. En su primer elepé grabó “Mi ciudad”, “La milpa de Valerio”, “Pajarero”, “Veloz”, “El último poeta”, “Hoy no salgo a la cantina”, con letras compartidas con Eduardo Salas.
En 1972 recibió el trofeo de El Heraldo de México y el Tunny de Oro del Festival Agua Dulce de Lima, Perú. De 1973 a 1980 registró más de veinticinco canciones como: “María Madrugada”, “Oiga Usted”, “Don Emiliano”, “Guillermina”, “Compañera”, “Homenaje a Gabriela Mistral”, “Caminos de mi pueblo”, “Cada latinoamericano”, “México mil novecientos siempre”, “Plaza coyoacanera”, “Romance a Sor Juana”; “Homenaje a León Felipe”, “Sueño sobre Pátzcuaro”, “Mi sangre canta”, “¿Qué pasa con el Re?”, “Homenaje a Pablo Neruda”, “Ven chatita”, “Pequeña canción”, “El tepozteco”, “Caprichos”, “El nacimiento”, “Te apuesto lo que quieras”, “Te lo juro, corazón”, “Para usted”, “El hombre público” y otros más.
Su obra como compositor e intérprete se vinculó al movimiento de la nueva canción latinoamericana. En 1972, su encuentro con Roque Carbajo creó el sonido Trigo, basado en el trabajo guitarrístico. A partir de esa colaboración surgieron las producciones “Poetas y lugares”, donde rindió homenaje a poetas como Pablo Neruda y Nicolás Guillén, así como a lugares emblemáticos y románticos de México.
Su debut discográfico fue su trabajo más aclamado, especialmente por el tema “Mi ciudad”, que abrió el disco y que luego pasaría a titularlo. Este material es mucho más que un solo tema excelente, ya que se encuentra acompañado por magníficas composiciones originales del trovador mexicano, donde destacan también la producción y los arreglos de magistrales directores como Mario Patrón, Chucho Ferrer y Enrique Neri.
Se trata del trabajo más espectacular de Guadalupe Trigo, porque consiguió plasmar, en cada una de sus canciones, originales y distintivos elementos de la identidad y la cultura mexicanas, tanto en la música como en las letras.
También grabó “El canto de los pueblos”; colaboraciones con poetas como Inocencio Burgos y Jaime Sabines, donde ilustró el México de la Revolución. El conjunto de Guadalupe Trigo estuvo constituido por su esposa Viola Tapia (voz), Roque Carbajo (guitarra), Víctor Ruiz Pasos (bajo) y Alonso Cámara (jarana y vihuela). Termina este homenaje a Guadalupe Trigo con la magistral poética y música de “El nombre de Dios”.
Mi abuelo se fue de cristero, con pata de palo volvió.
Más y más cansado, sin nada en la manos en el nombre de Dios.
Mi padre fue cura de un pueblo y de una india se enamoró.
De cura a carpintero, siempre muy creyente en el nombre de Dios.
Nací un Viernes Santo en la tarde, con siete palabras se me bautizó.
Mi madre peregrinó a dar gracias a la Virgen por su concepción.
¡¿No es en nombre de la Virgen que mi pueblo se forjó?!
Me gusta quemar los judas los Sábados de Gloria.
Con ellos me quemo yo, con ellos me quemo yo.
Me gusta soltar palomas, el Domingo de Resurrección.
Con ellas vuelo yo, con ellas vuelo yo.
De rodillas voy al Calvario a ganarme el perdón.
Mi vida es la vida en el nombre de Dios.
Mi vida es la vida en el nombre de Dios.