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Edgar A. Santiago Pacheco

Este 2020, el febrero 25, se cumplen 98 años de la fundación de nuestra Universidad Autónoma de Yucatán. La cercanía al centenario podría evocar la imagen de un venerable anciano dispuesto a reposar de lo vivido, a recordar lo hecho; luchas, éxitos y sinsabores pasarían a ser parte de un balance de vida, se esperaría el goce de lo trabajado. Tal no es el caso de la institución de educación superior más importante de Yucatán y, según datos estadísticos e indicadores de calidad, del sureste.

El reordenamiento a nivel federal del proceso educativo, ha colocado a las instituciones públicas de educación superior ante escenarios complejos cuyos resultados son de difícil pronóstico, la reducción de los presupuestos asignados es una realidad presente que obliga a la revisión del ejercicio presupuestal, incluidas prestaciones laborales, eficiencia administrativa y reducción de gastos operativos. Incluso, no estaría tan alejado de un escenario real la reducción de personal en algunas áreas.

Si bien los empleados universitarios gozan de ciertas prestaciones superiores al común, éstas consumen gran parte del presupuesto asignado, lo que obliga a revisarlas y establecer estrategias que sigan permitiendo la operabilidad de la Universidad, pues lo primordial es el mantener la calidad educativa, respetando los derechos laborales adquiridos, pero aceptando que lo que antes fue, ya no lo es más. Hay opciones que pueden no gustar a algunos, pero que deben ser consideradas para mantener a nuestra Universidad pública como lo que es: un espacio donde se privilegie el beneficio de las mayorías, donde se trabaje por la equidad.

En cuanto a la autonomía universitaria, a casi cien años de la fundación de la nuestra, miramos signos alarmantes alrededor, donde congresos y Gobiernos Estatales están buscando resquicios y coyunturas políticas para apoderarse de ellas; algunos ya lo han hecho. Hace apenas un par de días nos enteramos de una propuesta de ley en el Congreso Federal para modificar la Ley Orgánica de la UNAM a espaldas de los universitarios. Si bien conocemos el gran respeto que se ha tenido de la autonomía universitaria por la mayoría de los Gobernadores de los diversos partidos, exceptuando uno marcado por la historia, debemos de estar conscientes de que la mejor defensa de la autonomía es ser trasparentes ante la sociedad, demostrando la valía histórica de nuestra Universidad para el desarrollo de Yucatán.

Mostrando con las acciones que somos capaces, como universitarios, de entender los nuevos escenarios, de abandonar inercias permisibles en otros tiempos que tal vez sea posible mantener, pero que no benefician a la mayoría; por lo que, a mediano plazo, tendrían un costo elevado para la Universidad y los universitarios. Históricamente, la institución ha liderado diversas luchas sociales, no veo por qué no pueda ser artífice de su propio cambio.

Con seguridad habrá gente dentro de la comunidad universitaria interesada en obstaculizar o cuestionar las decisiones que se tomen al respecto. No dudo que existan algunos que piensen primero en sus intereses personales, en un posible botín político o en la conservación de viejos derechos; pero son tiempos de transformaciones. Qué mejor, entonces, que dirigir con valor e inteligencia nuestro cambio y no dejárselo a aquellos ansiosos por ver una Universidad arrinconada económicamente, a sus casi cien años.

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