Enrique Martín Briceño
A lo largo de mi carrera, muchos proyectos he imaginado, emprendido y llevado a cabo. Muchos también he dejado inconclusos o no han pasado de la idea inicial. Otros han tenido que esperar largos años para encontrar el momento de su ejecución. Una confianza no muy racional en el destino me hace suponer que los proyectos imaginados o no concluidos encontrarán finalmente la oportunidad de verse consumados. Y es que así me ha ocurrido con empresas pequeñas –como el artículo que escribí finalmente el año pasado sobre la tienda de fonógrafos de mi bisabuelo– o grandes –como la digitalización del acervo del Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán y la creación de la Biblioteca Virtual de Yucatán.
Esta publicación es uno de estos casos, pues fue concebida en 1996 por Alvaro Vega Díaz y yo cuando fundamos el Centro Regional de Investigación, Documentación y Difusión Musicales Gerónimo Baqueiro Fóster. No les haré largo el cuento, pero se planeó entonces como parte del suplemento Unicornio de POR ESTO!, luego como separata de la revista Páginas del Instituto de Cultura y finalmente –una vez que, en 2002, el Baqueiro Fóster obtuvo personal, edificio, mobiliario y equipo–, como una publicación independiente. Desde el principio, se eligió el nombre y en todas las ocasiones, definimos secciones, recabamos materiales, escribimos artículos, notas, reseñas…; incluso nuestro admirado Gabriel Ramírez nos regaló un diseño para su portada. ¡Pero nunca llegó a salir el primer número de Tribu! Así que imaginarán lo contento que estoy al ver, por fin, el número 1 de esta nueva revista de investigación artística de la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY), que ve la luz bajo el nombre de la obra más conocida del compositor Daniel Ayala (Abalá, Yucatán, 1906 -Veracruz, 1975).
Se trata de una publicación preparada en la Dirección de Investigación de la ESAY, nacida recientemente de la fusión del Centro Regional de Investigación, Documentación y Difusión Musicales Gerónimo Baqueiro Fóster y el Centro de Investigaciones Escénicas de Yucatán. No se dedicará solamente a la música, como podría suponerse por el título, sino a todas las artes, pues nuestra área ya no se enfoca solamente en la música o las artes escénicas, sino en todas las manifestaciones artísticas.
El título más bien remite al sentido antropológico del término: del mismo modo que la tribu se conforma como asociación igualitaria de clanes sobre una identidad de territorio, lengua y creencias, nuestra república artística está constituida por varios clanes –creadores, docentes, investigadores, promotores…–, a veces distantes entre sí, pero identificados todos por ese “juego” –según la noción de campo de Bourdieu– por el que compiten. En otras palabras –siguiendo a Bourdieu– nuestra tribu se identifica con ese sistema de relaciones constituido por los agentes sociales vinculados directamente con la producción y comunicación de las artes en la región. Así pues, el propósito de Tribu es dar cuenta de ese sistema, sus agentes y sus productos –las obras artísticas– y reflexionar sobre ellos desde distintas perspectivas.
Pero hemos querido dedicar este primer número de Tribu a la música y los músicos de la península de Yucatán debido a que el Centro Regional de Investigación, Documentación y Difusión Musicales Gerónimo Baqueiro Fóster –nacido, como he dicho, en 1996– fue el primero de los centros de investigación artística de la ESAY –fundada en 2004– y, como dije también, fue el lugar donde surgió la idea de crear una revista con el título de la obra más famosa de Ayala. De hecho, los textos de Eusebio Ruvalcaba –fallecido en 2017– y Juan Helguera –muy enfermo, según me dicen– incluidos en la sección “Miscelánea yucateca” fueron redactados para aquel proyecto.
Tribu comienza pisando fuerte, pues incluye tres ensayos con pretensiones abarcadoras: “La música en la catedral de Mérida durante el virreinato”, de Angel Gutiérrez Romero; “Del tunkul al hip hop: música, identidad y tradición mayas yucatecas”, de Nidelvia Vela Cano, y “La jarana yucateca contemporánea”, de Edgar David Tzab Pat. En el primero, el historiador Gutiérrez Romero, a partir de una amplia investigación documental, presenta el desarrollo de la capilla de la catedral meridana desde sus comienzos en el siglo XVI hasta la etapa marcado por la actividad de José Pren y Chacón, pasando por la reforma impulsada por el obispo Gómez de Parada en la primera mitad del siglo XVIII. En el segundo, la antropóloga Vela Cano sigue las huellas de la “agencia” maya yucateca en la música desde la colonia hasta la época actual para detenerse en el movimiento musical maya de nuestros días, movimiento que, situado en la intersección entre tradición y modernidad, está propiciando cambios culturales y sociales. En el último ensayo, Edgar Tzab Pat, egresado de la licenciatura en Artes Musicales de la ESAY, con base en su trabajo de campo de varios años, describe la vaquería, los músicos que intervienen en ella y su género central: la jarana, caracterizándolo por su forma, armonización e instrumentación.
Por su parte, los ensayos de Enrique Martín Briceño y Alvaro Vega Díaz dialogan entre sí y con los anteriores. En “Una olvidada canción maya colonial”, el primero da cuenta de un hallazgo: una canción recogida por Manuel M. Ponce en Yucatán que proviene de los Cantares de Dzitbalché, manuscrito del siglo XVIII descubierto por el mayista Alfredo Barrera Vásquez en 1942. Y en “Manuel M. Ponce en Mérida”, el musicólogo Vega Díaz reconstruye la visita que hizo a la capital yucateca en 1943 el autor de Concierto del sur y da a conocer algunos de sus frutos.
Precisamente, en la sección titulada “Papeles de la tribu” se reproduce Alma en primavera, estudio de concierto núm. 6 de Manuel M. Ponce, cuya copia obsequió el compositor zacatecano al pianista José Rubio Milán en agradecimiento por las atenciones que le brindó durante su estancia en la capital yucateca. Entre estos mismos “papeles” deben contarse también las fotografías del musicólogo Helmut Brenner con que abre el artículo de Tzab Pat sobre la jarana. Captadas en una vaquería en Cholul a fines de los años noventa del siglo pasado, nos fueron proporcionadas hace más de una década por el investigador austriaco fallecido recientemente.
Por último, como lo indica su nombre, en la sección “Miscelánea yucateca”, se incluyen notas y reseñas sobre temas diversos. El poeta y filósofo José Díaz Cervera ofrece un análisis de las letras de las canciones Usted y Bonita, obra de Monís Zorrilla, uno de los principales letristas de la canción popular mexicana, así como una nota sobre el álbum Nunca estaré solo (2017), que el grupo Yahal Kab dedicó al compositor Juan Acereto. Como póstumo homenaje al escritor Eusebio Ruvalcaba –melómano sin par–, se reproduce el texto inédito “Higinio Ruvalcaba en Mérida” sobre la relación entre el virtuoso violinista jalisciense y la capital yucateca. Por su parte, el guitarrista y compositor Juan Helguera cuenta la anécdota –escuchada al violonchelista y médico Alonso Patrón Gamboa– sobre la vez que Andrés Segovia tocó en Yucatán. Y Enrique Martín Briceño comenta, con apasionamiento de testigo y protagonista, el libro Beautiful Politics in Music: Trova in Yucatán, Mexico, de Gabriela Vargas Cetina.
Sin duda, este primer número de Tribu ofrece muy valiosas aportaciones al conocimiento de territorios poco o nada explorados, como la música colonial y la jarana, a la vez que muestra interesantes vías para futuros estudios. Además, con los textos sobre la presencia en la región de músicos de otras latitudes, brinda un atisbo a las relaciones que, desde hace mucho, nuestra tribu ha tenido con las de otras partes de México y el mundo.
Por supuesto, hay muchas personas a las cuales agradecer por la aparición de esta publicación. En primer lugar, a Javier Alvarez, quien, como director general de la ESAY, nos ha dado toda su confianza y ha apoyado todas nuestras iniciativas. Fue él quien concluyó la fusión del Baqueiro Fóster y el CINEY y creó la Dirección de Investigación. También a Karla Berrón, secretaria académica, quien siempre ha acogido con entusiasmo los proyectos del área.
Desde luego, a todos los compañeros de la Dirección, pequeña en personal pero grande en responsabilidades y compromiso con el patrimonio artístico: Kandy Ruiz González, Luis Pérez Sabido, Ana Marrufo, Pedro Carlos Herrera, Juan Roberto Herrera y Gilberto Góngora, a quienes debe añadirse el equipo que ha participado en proyectos de preservación: Paúl Rodríguez, Ana Ordorica, Silvia López y Edgar Tzab.
Agradezco igualmente a los integrantes del consejo de colaboración de Tribu: Xhaíl Espadas Ancona, Angel Gutiérrez Romero, Ana Marrufo Heredia, Luis Pérez Sabido, Paúl Rodríguez González, Kandy Ruiz González y Alvaro Vega Díaz. Al último, pero no los últimos, a quienes colaboraron en este número sin esperar puntos ni otra retribución, muy en especial, al maestro Juan Helguera y, dondequiera que esté tomando su tequila, al querido Eusebio Ruvalcaba.
Muchas gracias a todos ustedes por formar parte de nuestra Tribu.
Palabras leídas en la presentación del número 1 de Tribu, revista de investigación artística de la Escuela Superior de Artes de Yucatán, efectuada el 19 de febrero pasado en la Dirección de Investigación de la ESAY.