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Cultura

Metáfora danzaria de Alicia a favor de la vida

Pedro de la Hoz

Al repasar el reflejo crítico de la trayectoria creativa de Alicia Alonso a las puertas del centenario de su nacimiento, Pedro Simón, director del Museo Nacional de la Danza de La Habana, me hizo notar el vacío en torno a una realización de la gran artista cubana y universal que mantiene plena vigencia. Elegía por un joven no es una obra menor. Dentro de la significativa cosecha coreográfica de Alicia, esta pieza fulgura tanto por su singularidad artística como por la dimensión ética que responde a las convicciones humanistas largamente enraizadas en el espíritu de la excepcional artista.

Su estreno tuvo lugar el 5 de noviembre de 2004 en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana, durante el 19no. Festival Internacional de Ballet, en el contexto de una función de gala que rindió homenaje al bailarín y coreógrafo español Antonio Gades, fallecido el 20 de julio de ese año en Madrid y cuyos restos descansan por voluntad propia en el Mausoleo Segundo Frente Oriental Frank País, levantado en la región montañosa al Este de la isla.

Al presentar Elegía…, Alicia enlazó la dedicatoria de la gala con la motivación inspiradora de la obra a estrenar: “Pienso que Gades, con su gran sensibilidad por la humanidad, se hubiera sentido orgulloso de esta pieza dedicada a la memoria del italiano Fabio Di Celmo, víctima de un acto terrorista contra una instalación turística cubana”.

Se trataba, en efecto, de un doble tributo: al español rebelde, insumiso, entrañablemente vinculado a Cuba, a su

Ballet y en el orden personal a Alicia, y al joven genovés destrozado por la explosión de una bomba el 4 de septiembre de 1997 en el hotel Copacabana, de la capital cubana.

Alicia, como tantísimas personas dentro y fuera de la isla, fue estremecida por el crimen. Fabio contaba con 32 años de edad y en los últimos cinco había visitado frecuentemente a Cuba, junto a su padre Giustino, a fin de establecer vínculos comerciales con empresas locales. En el tiempo libre cultivó numerosos amigos y practicó su deporte favorito, el fútbol. Aspiraba a que muy pronto pudiera viajar a la isla su equipo favorito del calcio italiano, el Sciarborasca, lo cual contribuiría a elevar la calidad de los futbolistas domésticos.

A media mañana del 4 de septiembre, Fabio se hallaba en el lobby del hotel esperando a una pareja de amigos italianos que pasaban su luna de miel. Un mercenario salvadoreño, contratado por un terrorista de origen cubano protegido por los servicios de inteligencia estadounidenses, colocó el artefacto explosivo en un cenicero metálico; al estallar impactó en la anatomía del joven, quien falleció poco después en un hospital cercano. Ello sucedió en medio de una temporada en que arreciaron los ataques terroristas, fraguados desde el exterior, contra instalaciones turísticas y propiedades del estado cubano. El autor intelectual del atentado en el hotel llegó a decir cínicamente sobre Fabio: “Mala suerte, estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado”.

Si me he extendido en ofrecer detalles de la vida de Fabio di Celmo y de las circunstancias de su muerte ha sido para que se tenga una comprensión lo más exacta posible de la obra dedicada al joven por Alicia Alonso.

Al encarar la composición de la obra, Alicia optó por reflejar articuladamente el perfil psicosocial de la personalidad del joven con el manejo de la alegoría. En lugar de la nota biográfica o el dato factual, llegan al espectador los rasgos vitales de una vida sesgada por el terror y el odio.

El hombre abierto, amante, solidario, transparente y enérgico se entrega matizadamente a medida que avanza la

pieza. Por cierto, resulta interesante la alusión explícita al gusto de Fabio por el fútbol. Años más tarde, en una entrevista, Alicia citó ese detalle como botón de muestra de la potencialidad de la danza clásica para asumir de manera natural prácticas populares entronizadas en el modo de vida contemporáneo.

Con el joven en el centro de la trama, la coreógrafa despliega una inteligente y gradual trama de relaciones sentimentales: el padre, la amada, los amigos… pero también con elementos simbólicamente representativos de los contravalores de esta época: la vanidad, la ambición, la frivolidad. Y en medio de ello, como punto de inflexión del desarrollo temático, un mago, una fiera cautiva y un domador, quienes en su rejuego escénico aportan una saludable nota lúdicra al planteo coreográfico.

De tal modo los términos elegíacos adquieren una densidad lírica apreciable que va mucho más allá del homenaje puntual a una vida truncada, a una víctima del terrorismo. Si a Elegía por un joven se le suprimiera el subtítulo, Fabio di Celmo in memoriam, al público llegaría igualmente la fuerza de un mensaje artístico que canta a la vida y se opone al odio.

A la concreción de esa idea contribuyen la banda sonora y el entorno visual. La música de Antonio Vivaldi, maestro indiscutible del arte de la fuga y el contrapunto desarrollado en la primera etapa de la escuela barroca italiana, se aviene tanto al vocabulario danzario empleado como a la intención elegíaca. Entre Pedro Moreno y Ricardo Reymena, responsables de los diseños de vestuario y escenografía, respectivamente, consiguen caracterizar adecuadamente, a partir de líneas depuradas, los personajes y el espacio de la representación.

En el estreno correspondió a Taras Domitro encarnar a Fabio y lo hizo con dominio de la expresión técnico-danzaria y emocional. Pero en la memoria de los asistentes a la función quedó la impronta de un desempeño colectivo equilibrado y coherente. Una de las más estremecedoras puestas de la pieza tuvo lugar el 22 de noviembre de 2010 en el Teatro San Carlo de Nápoles, durante una gira del BNC por Italia. Al evocar aquella función, por solicitud de este cronista, Giovanni Imparatto, percusionista napolitano y profesor, transmitió el siguiente testimonio: “Momento inolvidable. Aquí en Italia no sabíamos mucho de nuestro compatriota asesinado en La Habana en un acto terrorista y la obra de Alicia Alonso nos permitió profundizar en el asunto. Ese es el valor del arte cuando es auténtico: incitarnos a buscar la verdad y tocar las fibras más sensibles de los seres humanos. Recuerdo la elegía hecha por Alicia como una lección magistral de belleza y defensa de la justicia”.

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