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Cultura

Otro mundo posible

Manuel TejadaNotas al margen

Hace una semana en Yucatán estábamos en fase 2. Al menos eso intentó el Gobierno Estatal con la suspensión de clases y de toda actividad que represente un riesgo para la población. Por eso, quizás, no nos tomó por sorpresa la declaratoria por parte del Gobierno Federal. Llevamos una semana “ensayando” cómo es vivir con esto de su sana distancia.

Para quienes tenemos la tendencia al aislamiento social, la cuarentena no representa nada nuevo bajo el Sol. Salvo que para nuestras actividades cotidianas haya cierta reserva para hacer las cosas como antes, es decir, sin precaución alguna. Ahora usamos con mayor frecuencia casi paranoica el gel antibacterial, nos lavamos frecuentemente las manos, y en casa, sobre todo, impusimos un protocolo de ingreso que incluye un baño total casi sanitizante. Creo que lo peor de este virus Covid-19 es no saber si uno es portador o no.

Hay un dejo de pesadumbre en sólo pensarlo. Lo hay también, cuando luego de los primeros siete días (de esto que todavía comienza), uno rompe con la costumbre de visitar a la familia y amigos. Si bien la tecnología ha sido una herramienta eficaz, ninguna videollamada streaming (en directo) se iguala a un abrazo reparador. Entonces uno, en la soledad de la habitación, con el barullo de las alarmantes noticias de la pandemia, siente nostalgia.

Si bien en Yucatán iniciamos una semana antes, no toda la población ha participado responsablemente al unísono. Es difícil cuando se tiene un trabajo por cumplir, la alimentación diaria por proveer. Y cuesta, cuesta creer que realmente estemos expuestos a una enfermedad que surgió a miles de kilómetros de distancia al otro lado del mundo. Pero es una realidad. Una demoledora y globalizante realidad. ¿Cómo no salir de casa si “la vida” está en otra parte? O, al menos, eso se nos ha hecho creer durante todos estos años. La vida del consumo, por supuesto.

Hay miedo. Tanta información generada sin orden se vuelve desinformación, y el temor brota, como un virus. Esa otra pandemia que hemos estado viviendo de esta manera egoísta, sin pensar en nadie más sino en nosotros mismos, entregados al influjo -como un gran tobogán- de lo que dictan las redes sociales. Y siempre que se habla de redes sociales y su importancia en esta era tecnológica, me pregunto qué sucede con los millones de personas que carecen de una conexión y, por ende, de redes sociales.

La cuarentena, desde nuestros mismos sitios de consumo cotidiano, nos aísla aún más de la necesaria unidad social. Por eso, difícilmente este virus Covid-19 cambiará el paradigma de nuestra era. Nos ha exhibido, en cambio, falsas creencias, prejuicios que históricamente hemos arrastrado en torno a nuestra concepción sobre Europa y las grandes potencias; ha puesto sobre la mesa nuestra vulnerabilidad humana ante el caos y el desasosiego.

Ningún paradigma o cambio será posible si antes no miramos en nuestro interior lo que realmente somos sin juicio alguno. Ningún mundo posible se creará, mientras nosotros mismos no configuremos una individualidad distinta a la que conocemos. Con pandemia o sin ella, es una labor diaria al despertar, ésta de reconstruirse mejor que ahora.

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Nacho Trelles…