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Cultura

Brillante puesta del Ballet Coppelia en el Armando Manzanero

Ariel Avilés Marín

Entre las obras más gustadas del Ballet Clásico está sin duda “Coppelia”, con la bellísima música del austriaco Leo Delibes y basada en un cuento de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, titulado El Autómata, y que Charles Nuitter retoma y convierte en un liberto para ballet; su coreografía original es de Arthur Saint-Leon, quien era el Maitre de Ballet del Ballet Imperial de San Petersburgo, pero la coreografía que ha tenido la más absoluta popularidad es, sin duda, la de Marius Pettipa. La historia que la trama nos presenta es parcialmente cómica, romántica y, finalmente, dramática. El ballet original se estrenó el 25 de mayo de 1870, en el Teatro de la Opera de París. Después de su primera presentación, adquirió una gran popularidad que conserva hasta nuestros días. Es una de las joyas del romanticismo en el ballet. Fue una de las primeras obras que Alicia Alonso incorporó al repertorio del Ballet Nacional de Cuba y que sigue formando parte de él hasta hoy.

Coppelia no se había presentado en esta ciudad desde hacía más cuarenta años. Recordamos muy gratamente un remoto montaje en el que el rol de Swanilda lo desempeñó nada menos que Laura Urdapilleta, en ese entonces, primera bailarina del Ballet Nacional de México; el inolvidable Alfredo Cortés fue Franz, el Dr. Copelius fue Gabriel Sánchez, Melba Rosa Martínez fue Coppelia, la muñeca; y las amigas de Swanilda fueron Luz del Carmen Cerón, Ileana Espinosa, Ana Leticia Caballero y una más que escapa a mi memoria. La puesta fue en el desaparecido Teatro Colonial.

Ahora, el Ballet de Cámara Pro Arte, bajo la dirección de la Mtra. Aniuska Torres Santana ha repuesto “Coppelia” con muy buen nivel dancístico, con un excelente vestuario, con lucidísima escenografía, y con la coreografía de quien fuera su maestra en la danza, Alicia Alonso. La puesta contó con el destacado coreógrafo cubano Héctor Figueredo, quien fungió como Maitre de Ballet, realizó adaptaciones a la coreografía, y desempeñó el papel del Dr. Coppelius, personaje tragicómico, que asumió a plenitud. Los protagónicos estuvieron a cargo de Aniuska Camacho, quien nos regaló con una Swanilda brillante y de técnica impecable, es una bailarina de primer nivel y con un gran futuro. Franz, el galán de la joven, lo fue el bailarín cubano Vladimir Piedra Landa, quien cursó sus estudios en Pro Danza y la Escuela Nacional de Ballet de Cuba, primer bailarín de Pro Danza, es un ejecutante que sabe lo que hace, y lo dejó muy claro en su desempeño en esta puesta. Como bailarinas invitadas tuvimos a Pilar Arámburo, ejecutante argentina de una trayectoria destacada; y con Susana Sánchez, de formación local y de un brillante desempeño profesional.

La puesta se llevó a cabo en el Teatro Armando Manzanero, que se vio totalmente ocupado en toda su amplia capacidad, este sábado 29 a las ocho de la noche. El montaje contó con una escenografía que puso lo necesario para dar el ambiente preciso y la justa dimensión a los dos cuadros. Los telones de fondo, de la autoría de Manuel Encalada, el heredero del mágico mundo de Ramón Peniche, su abuelo y gran escenógrafo, pusieron magia al foro y nos transportaron a los ambientes precisos. En el primer y tercer actos, nos recrea el centro de un pueblo bávaro con gran precisión y con un ambiente brillante. En el segundo acto, la habilidad de Encalada logra dar una mágica dimensión a la casa del misterioso Dr. Cibelius, quien en realidad es un artesano fabricante de muñecos animados. El ambiente recreado por los telones y trastos puso de su parte una importante dosis de magia, tan necesaria en estos menesteres. En este rubro, la puesta de Coppelia se lleva una calificación muy sobresaliente.

La coreografía de Alicia Alonso, enriquecida por Héctor, permitió el lucimiento del grupo, en especial en escenas tan lucidas como la brillante mazurca o las enérgicas czardas; en ellas, que son de carácter grupal y numeroso, los jóvenes integrantes del Ballet de Cámara dejaron clara muestra de su calidad, de su disciplina y su entrega, pues esto se vio reflejado en la uniformidad de su ejecución y el cuidado puesto en detalles técnicos como sus posiciones, sus evoluciones, sus puntas, nos dan noticia de la dedicación y disciplina del grupo y del desempeño de la dirección del mismo. El lucido vestuario puso una nota de elegancia y color, iluminó el escenario, y dio una imagen creíble totalmente. Este rubro, su concepción, su diseño y su realización, son méritos de Party Costumes, Rosalía Chérrez y Makis Ribbons.

La historia es sencilla: una pareja de jóvenes de una aldea bávara, viven su romance cotidiano y planean casarse. En el centro del pueblo, en una casona, vive el misterioso Dr. Cibelius, personaje rodeado de una serie de especulaciones de todos los pobladores. Un día, en el balcón de su casa, aparece una joven que, eternamente, lee y lee y lee, sin hacer nada más nunca, el pueblo la bautiza como Coppelia, por ser del Dr. Coppelius. Franz, quien se siente atraído por la misteriosa joven, trata de comunicarse con ella sin conseguirlo, la joven no le presta ninguna atención. Swanilda, la novia de Franz, se percata del interés del muchacho por la lectora del balcón, y se enoja con él por ello. Todo el pueblo está interesado por saber más de la eterna lectora en el balcón. Una mañana, el Dr. sale de su casa y los muchachos del pueblo lo embroman y molestan, sin darse cuenta, el Dr. deja caer su llave de la casa, Swanilda se percata, la recoge y anima a sus amigas a acompañarla para despejar el misterio de la lectora. Al mismo tiempo, Franz toma la decisión de usar una escalera y entrar a la casa del Dr. y aclarar el misterio de la lectora también. Así termina el primer acto.

El segundo acto transcurre en el interior de la casa de Coppelius, la cual es sombría. Está llena de muñecos de diferentes nacionalidades, hay chinos, árabe, escoceses, españolas, arlequines, rusos y un soldado; Swanilda y sus amigas los tocan y las figuras se activan, son muñecos mecánicos. Al continuar revisando, llegan al balcón y se dan cuenta de que la lectora es uno más de los muñecos. De pronto, llega Coppelius, y se arma un desorden tremendo, todas corren en diversas direcciones y van saliendo de la casa huyendo; Swanilda corre y sale al balcón, y ahí se queda escondida. En ese momento, Franz entra por la ventana y es sorprendido por Coppelius, que concibe una locura: usar a Franz para dar vida a su muñeca lectora. El Doctor obliga al joven a beber vino con él y lo duerme. En ese momento, Swanilda hace su aparición vestida con las ropas de la muñeca; Coppelius no cabe en sí de tanta felicidad, hace bailar a la joven con los atributos de española y escocesa, mientras Coppelius va tomando la energía del muchacho y la va pasando a la supuesta muñeca. Desesperada, Swanilda sale al balcón y vuelve con la muñeca en su silla. En ese momento, despierta Franz; los jóvenes huyen y Coppelius se queda llorando desconsoladamente, en el suelo, con su amada muñeca en brazos.

El tercer acto trata de la alegre fiesta de todo el pueblo por la boda de los jóvenes. La historia tiene un final feliz, pues el viejo Dr. Coppelius es recompensado por el burgomaestre del pueblo por sus inventos y se une a la celebración.

En la parte artística, tenemos que dejar constancia de la calidad y el nivel logrados por Aniuska y Vladimir en los dos Pas de Deux de la obra. En el del primer acto, dejaron patente su dominio de la técnica dancística y su expresión corporal impecable. En el Gran Pas de Deux final, su ejecución se elevó a niveles de excelencia. Aniuska, nos gustó desde un principio, desde la ejecución del gustado y conocido vals. Pilar y Susana, nos gustaron tremendamente en sus partes de solistas como Amanecer y Atardecer. Héctor nos dio un Dr. Coppelius, gracioso cuando así se necesitaba, tenebroso como inventor loco, y tremendamente tierno y conmovedor, como el desengañado anciano que ve sus sueños caer por los suelos.

¡Queremos más puestas de ballet como esta Coppelia!

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