Ariel Avilés Marín
En la historia universal del arte, la vida del pintor holandés Vincent van Gogh es de suyo una tragedia conmovedora y sensible. Como una de esas paradojas que la vida nos muestra, hoy sabemos que su obra ha alcanzado los precios más estratosféricos que pintor alguno haya logrado en la historia del arte, y que, tristemente, en su dolorosa vida, nunca pudo vender un solo cuadro. Las múltiples biografías del artista nos hablan de su profunda y entrañable relación con su hermano Theo, quien tenía una galería de arte, donde el grupo de los impresionistas recibía todo su apoyo y promoción. Y es una dolorosa realidad que, Theo, por compasión, finge que se ha vendido un cuadro de Vincent y le envía el dinero, cuando ha sido él mismo quien ha adquirido el cuadro. La vida de Vincent transcurre en varias etapas; lo mismo lo encontramos en la comunidad artística de París, que viviendo en el campo entre obreros y campesinos. Un tiempo es predicador, en otro trabaja en el campo, en su vida siempre es una constante la presencia de las prostitutas, con las que guarda una relación entrañable y se puede considerar que sincera. Vincent tiene una profunda relación también, cuya profundidad ha dado lugar a múltiples especulaciones, con otro genial pintor como lo fue Paul Gauguin. Todos estos elementos en la vida del genio son un rico material para crear una y mil obras, para jugar con la realidad y ponerle pinceladas de ficción, y con ello, producir una recreación de dimensiones maravillosas.
Manuel Araiza es un agente de teatro de un gran talento, en muchas ocasiones hemos alabado su excelente labor como escenógrafo, iluminador y mil cosas más, que ponen a las obras presentadas en nuestra ciudad una dosis de calidad que las hace superiores. Ahora, Manuel nos deleita con su labor en la faceta de dramaturgo y nos regala una buena puesta de su creación. Se trata de “La Habitación en Arles”, que es una recreación libre de la vida de Van Gogh, tomada de diversos pasajes de su triste vida, que sucedieron en la realidad, pero que son presentados en una trama en la que han sido acomodados libremente para crear una rica fantasía que nos transmite el sentido trágico y sensible de la vida del gran artista, tan desafortunado en la realidad. Y la obra logra su cometido, pues toca el fondo de las almas de quienes la vimos, y deja en nosotros ese sabor amargo ante la injusticia que la vida comete contra un genio, que tiene un alma sensible y generosa.
Araiza ha elegido el emblemático cuadro de Van Gogh “Mi Cuarto de Arles”, para que, alrededor de esta obra,
vaya tejiendo la trama de su propia creación. Esta obra, tan significativa en la vida del pintor, ha conmovido al mundo por el profundo sentimiento de soledad y tristeza que emana de ella, Manuel no reproduce fielmente el cuadro de Vincent, el escenario de la obra no es una calca del famoso cuadro, ¡pero es el cuarto de Arles! en el sentido de que, los sensibles sentimientos que la célebre pintura transmite, Manuel logra retomarlos y lanzarlos a la audiencia, y llegan impecable y profundamente al público, y le conmueve el alma tanto como el cuadro lo hace. Si a la excelente escenografía añadimos que Offenbach y Debussy, con su música ponen el ambiente sonoro que viene como anillo al dedo en el contexto de la vida de Van Gogh, la fuerza del drama se potencia y se agiganta. Araiza ha tomado cuatro personajes de la vida del genio holandés para construir su argumento. El propio Vincent, Theo, el amado hermano; Paul Gauguin, otro genio del arte pictórico; y Rachel, que puede ser cualquiera de las prostitutas que pasaron por la vida del pintor. Y con estos cuatro seres humanos, emblemáticos, Manuel teje su trama y nos lleva a compenetrarnos en el alma de Vincent van Gogh y tocar con los dedos la profunda y desgarradora tragedia que es su vida, y que nos conmueve hasta el fondo del alma.
Vincent van Gogh, atormentado anímica y físicamente, encuentra en René Avila el temperamento necesario para asumir el sufrimiento, abrir el alma, agitar el temperamento, y entregarnos un Van Gogh de carne y hueso. Theo, el hermano amado, el confidente, es muy bien asumido por Tony Baeza, aunque esperamos que con el correr de las puestas, Tony aborde una intensidad mayor. Miguel Angel Canto es un actor con muchas tablas, su Paul Gauguin nos convence plenamente. Asunción Haas es una rica y plena Rachel, amorosa y tierna con Vincent por momentos, metalizada e interesada, como buena falena que es, en otros. Las actuaciones de la puesta cumplen perfectamente las expectativas del caso. El vestuario es apropiado y hace lucir la contextualización precisa del ambiente de la trama, su elaboración se debe a Guadalupe Gamboa. En esta puesta, Manuel Araiza se multiplicó verdaderamente, pues es autor, y también es suya la escenografía, es el encargado de la parte técnica de la producción, como luces, sonido y demás elementos. Un verdadero hombre multifacético.
La obra contiene muchos parlamentos y diálogos de gran belleza y profundo significado. En el diálogo inicial entre Vincent y Theo, éste le dice: “Quiero pintar la voz de los astros”. Pero Theo le hace ver: “Tus cuadros entristecen al mundo”. Ante nuestros ojos, los hermanos analizan un par de cuadros de Van Gogh, se trata de “Campesinos comiendo patatas” y “Zapatos de un minero”. Theo le dice: “Son los colores fuertes los que te pueden llevar a la luz”; a lo que Vincent responde: “Estos, son honestos en su tosquedad”. Con gran pasión, Vincent exclama: “Salgo de noche y… pinto las estrellas” y agrega: “No pintes las cosas como las veas; pinta las cosas como las sueñas”. Por su parte, en su momento, Gauguin da sus conceptos del arte: “El arte es revolución, si no es plagio” y agrega: “El color es un lenguaje profundo y misterioso”, para concluir: “La naturaleza es la poseedora de la verdad”.
Un hecho trascendente, en la vida de Vincent, es recreado por Araiza en una interpretación fantasiosa: la pérdida de la oreja. En la trama, la sufre Vincent a manos de Guaguin, en una riña. Es Rachel quien lo cura y le venda amorosamente y le dice: “Eres artista porque puedes ver cosas que los demás no vemos”; y Vincent le entrega la oreja cortada. Las reflexiones de Van Gogh nos dan noticia de su mundo interior: “No dejo de maravillarme de todo lo que está delante de mis ojos”, “somos una pequeña luz que emana de una vela que muy pronto se extinguirá”, “hay que tener en el fondo del alma un corazón cálido”.
El desenlace se acerca cuando Vincent toma una pistola, sale del cuarto y desaparece; después de un obscuro, se reanuda la acción, Vincent ha muerto. Theo, Gauguin y Rachel reflexionan: “Nos apartábamos de él porque nos daba miedo”. La gran conclusión es que: “Vincent ha sido un pintor que ha cruzado por la vida en busca de la luz”.
Una vez más, la terquedad bendita de Hortencia Sánchez y Pancho Solís ha puesto el valioso espacio del foro “Rubén Chacón” al servicio del teatro independiente, ese maravilloso teatro que, no me canso de decirlo, es de muy buena calidad, y se hace sin el apoyo necesario.