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Fernando Muñoz Castillo

Tomás Urtusástegui es junto con el Mtro. González Caballero, autor de Una pura y dos con sal y de Señoritas a disgusto, de los dramaturgos de la segunda mitad del siglo XX más prolíficos del país. Los dos escribieron no sólo teatro, sino cuento, poesía y guías para escribir teatro.

El año pasado, Tomás fue intervenido por segunda vez, por cuestiones de cáncer, salió del hospital bastante maltrecho y con una enorme depresión que se fue manifestando en no tener ganas de escribir, ni de leer, ni oír música, ni nada.

Hace como 10 días, publicó en Facebook su tristeza y hartazgo de la vida, ya que no podía comer normalmente y se le tenía que alimentar por sonda. Se quejaba de lo terrible que era orinar y defecar. Un texto muy fuerte, que a leguas se veía era su despedida.

Tal vez es el dramaturgo más llevado a escena en el país. Y fue también el más conocido en persona y tratado por la gente de teatro de la República Mexicana. Dejando en todos los que le conocieron, un agradable sabor de boca y un sentimiento de agradecimiento por su bonohomía.

Como las compañías de teatro de antaño que hacían la legua, Tomás hizo la suya llevando sus obras, repartiéndolas, dando conferencias, organizando talleres, festivales y todo lo que pudiera difundir el teatro escrito. Pero esto no paró allí, siempre que pudo, y podía siempre, jaló con él a sus compañeros dramaturgos. Fue, realmente un gran difusor de la dramaturgia mexicana de las últimas casi 4 décadas.

Es parte de la llamada Nueva Dramaturgia, que en su mayoría estuvieron alrededor de los talleres de Hugo Argüelles y Vicente Leñero.

Gracias a él, se llevaron a cabo las lecturas de las obras que ganaron por estado del país, el Premio de Teatro Histórico. El Mtro. Xavier Rojas(+), organizador de este importante concurso con el INBA, no hubiera podido hacerlo sin el apoyo de Tomás.

Y lo que casi nadie se acuerda ya, es que junto con Jesús González Dávila(+) y Jaime Chabaud, en ese tiempo su protegido, crearon los talleres de dramaturgia en el norte del país, realizando con su labor, la creación de una dramaturgia fronteriza, una dramaturgia regional que habló con fuerza y con sus maneras de pronunciar, la realidad que les estaba tocando vivir. Fueron estos tres dramaturgos, los que dieron voz a los dramaturgos, jóvenes en su mayoría para hablar del narco y de la corrupción de los políticos que los gobernaban.

Obviamente estos tres dramaturgos, eran amigos y admiradores de la obra de Víctor Hugo Rascón Banda(+) y del súper querido, respetado y admirado Oscar Liera(+).

Estuvimos juntos muchas veces, en encuentros, festivales, conferencias, lecturas dramatizadas, estrenos, presentaciones de libros, en las páginas de las revistas teatrales y periódicos donde colaboró como periodista teatral; realmente toda una vida en el teatro que nos tocó vivir.

Sus iniciativas fueron siempre incluyentes, gracias a él, SOGEM publicó en un CD obras de casi todos los dramaturgos que somos o que éramos en ese tiempo, en este país llamado México. Y con Felipe Galván la Colección Teatro Iberoamericano.

Su gran aportación al teatro mexicano es la forma irreverente de hablar sobre temas escatológicos, de las flatulencias, los orines y la caca... dentro de contextos excesivamente cómicos, humor grotesco que enfrentó al público con sus secretos y sus miedos.

En Mérida, fue muy amigo de La Farándula, donde le estrenaron a nivel mundial varias de sus obras, bajo la dirección de Nancy Roche.

Tomás Urtusástegui ha partido hacia otro espacio, su presencia quedará en el recuerdo de quienes lo conocimos y tratamos. Pero el recuerdo es frágil, sin embargo, su obra queda aquí no sólo para nosotros los que hoy habitamos este este espacio llamado Tierra, sino para las generaciones venideras que reirán a mandíbula batiente con: Huele a gas o Agua clara.

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