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Pedro de la Hoz

En Alemania, y no sólo allí, sino en muchas otras partes, no se concibe el calendario religioso sin la música de Johann Sebastian Bach. Cuentan los usos litúrgicos pero aún más la avidez del público por disfrutar obras maestras que han sido capaces de vencer las limitaciones del tiempo, así como el interés de tantos músicos por probarse a sí mismos ante partituras desafiantes por su perfección y belleza.

Este año, durante la Semana Santa, conmemoración en la que Bach siempre ha ocupado un punto cenital, ello no ha sido posible. La pandemia de Covid-19 ha obligado a cancelar los eventos culturales en la mayoría de los países. Variantes a distancia, facilitados por las actuales tecnologías de la comunicación, han paliado hasta cierto punto las carencias. Streaming, YouTube y Facebook Live entraron definitivamente a formar parte de las herramientas de los melómanos y Bach halló una ventana digital para asomarse al mundo, como sucedió hace apenas unas horas desde la iglesia de Santo Tomás de Leipzig, desde la que se pudo escuchar, mediante un insólito enlace virtual de los intérpretes, una versión de cámara de La Pasión según San Juan. Destacados músicos de países como los EE. UU., Canadá y Malasia actuaron por enlace de video, en un concierto transmitido en vivo a través del canal de Facebook del Bach Archive.

La iniciativa fue promovida por Michael Maul, Director del Bach Festival, cancelado lamentablemente debido a la crisis sanitaria global, tradicional evento que estaba programado para inaugurarse el próximo 11 de junio.

Refirámonos, sin embargo, a la partitura bachiana ideal para ser escuchada este domingo, en que los cristianos celebran la resurrección de Jesús: Oratorio de Pascua, en alemán Osteroratorium, que aparece en el catálogo de la obra del maestro con el código BMV 249.

Tuvo su primera audición el primer domingo de abril de 1725, en la iglesia de Santo Tomás. Bach no pretendía fuera un oratorio, puesto que aún no había desarrollado lo que sería el cuerpo completo de la obra. Aquel domingo se dio a conocer con el título de la frase que da inicio a la parte cantada, “Kommt, eilet und laufet” (Ven, date prisa, corre), y resultó recibida como una cantata de Iglesia a la medida de lo esperado.

Un oído aguzado hubiera advertido que tanto una parte del material utilizado como la estructura provenían de una pieza estrenada en febrero de ese mismo año, una cantata profana compuesta para el cumpleaños de la máxima autoridad sajona y patrón del músico, el duque Christian von Sachsen-Wessenfel, que no por gusto al ser rescatada posteriormente en el catálogo bachiano, quedó identificada con el código 249-A.

Bach poseía plena conciencia de que servir a las necesidades de la corte ducal exigía componer prácticamente cada semana una obra nueva, fuese profana o sagrada. Es presumible, como hizo en otras muchas ocasiones, que aprovechara frases, motivos y planteamientos temáticos completos que pasaban, recontextualizados, de una a otra partitura, como para ponerlos a salvo de la condición efímera a que estaban condenados de antemano.

El oratorio quedó construido tal como lo apreciamos hoy en 1735, es decir, diez años después de su estreno como cantata. Su revisión y ampliación hablan de la confianza del autor hacia la obra.

En línea con tal propósito, el oratorio arranca con un brillante movimiento denominado sinfonía, en el que despliega rotundo y magnífico el dispositivo orquestal de las grandes ocasiones, con trompetas y timbales. Todavía el autor aspira a echar más aire a los temas recreados con un segundo movimiento también instrumental, un adagio en el que canta el oboe y las cuerdas orbitan más en el estilo italiano que en el germánico. ¿Acaso ambos movimientos no estarían destinados a integrar formalmente un concierto que, a diferencia de otros, no ha llegado a nuestros días?

Los recitativos y las arias, cantados del tercer movimiento en adelante, son protagonizados por cuatro personajes bíblicos, son María Magdalena, María Jacobe, Simón Pedro y Juan el Apóstol. A diferencia de otras obras de su tipo, Bach prescinde del evangelista narrador. El carácter de la música ajustada a cada intérprete vocal presupone una vocación operística notablemente anticipada y el manejo absoluto de un cuarteto modélico: soprano, alto, tenor y bajo. El final, nuevamente con todo el dispositivo orquestal y las voces exaltan la alegoría de la vuelta a la vida de Jesús. Pareciera abrumador, mas no lo es; Bach ofrece una lección magistral de manejo formal del arte de la fuga.

He llegado a contar una veintena de grabaciones del Oratorio de Pascua en los catálogos de sellos discográficos europeos y estadounidenses. Gran publicidad acompañó el lanzamiento de la versión inglesa de Paul McCreesh al frente del Gabrieli Consort & Players en el año 2000, pero el crítico John Greene se encargó de poner en dudas sus méritos.

Un amigo me recomendó el registro conducido por Eugene Ormandy, quien precisamente no frecuentaba a Bach. Me inclino por una versión, disponible en YouTube, a cargo de Sir John Elliot Gardiner al frente del conjunto English Baroque y el coro Monteverdi. Es una manera de tener a Bach cerca del corazón.

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