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José Iván Borges Castillo*

Leyendas de Yucatán

En el antiguo pueblo de Dzoncauich, que fue fundado a las orillas de un cenote actualmente clausurado, tiene especial celebración anual, en el mes de abril, la fiesta tradicional en honor a la Inmaculada Concepción, herencia de fe y devoción de los abuelos que ha perdurado a través del tiempo.

El tiempo es lo único que no se detiene y su paso borra la memoria de todo lo que aconteció cuando era presente; cuando se vuelve pasado, esos hechos, paulatinamente, son recuerdos que se entremezclan con la mística y la leyenda.

Cada año es trasladada hasta la Iglesia de San Juan Bautista de Dzoncauich la célebre imagen de la Virgen de la Concepción que se venera en el pueblo vecino de Buctzotz. El origen de esta sagrada imagen se remonta a los primeros años de la evangelización, cuando doña Beatriz de Montejo, hija de Francisco de Montejo “El Mozo”, donó a su pueblo como encomienda de Buctzotz, la imagen de la Virgen María en su advocación de la Purísima Concepción. Pronto su veneración fue conocida en los pueblos cercanos de Temax y Dzoncauich.

Cuentan los antiguos que ocurrió en un año cuando tuvo lugar en los siglos pasados una terrible sequía que acabó asolando las milpas y parcelas, y hasta las pequeñas fincas de españoles y criollos de la región perecieron con la muerte de ganado y demás animales. En las casas y en las calles se veía caer de hambre a los hombres, a las mujeres, a los niños y a jóvenes, todo era la más triste desolación.

Los pequeños almacenes repartieron lo que tenían y el Gobierno español no daba más auxilio de sus parcas arcas, abandonando a todos a la misericordia divina…

Y a duras penas y esfuerzos se logró vencer un año de carencia, cuando otro más se presentó. ¡Se acabará esta Tierra! ¡Todos los esfuerzos son vanos! ¿A dónde poner los ojos para mirar y suplicar piedad? La ruidosa capilla construida en la cima de un antiguo templo maya, se llenaba de congojas y de llanto en las rogativas y en los momentos que los humildes pobladores iban a quemar sus velas implorando lluvias y bendición a ella, la Virgen María, la madre de todos los mortales, el auxilio de los cristianos y la salud de los enfermos, a ella que llegó a Dzoncauich a la sombra de la Santa Cruz, y cuya imagen de escultura estaba fijada en el altar de su añeja capilla, al mirar el dolor de su pueblo y escuchar sus súplicas, se puso de fiel intercesora.

Escribió San Bernardo: “Acuérdate, oh Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección implorando tu auxilio, ha sido desamparado”. Los meses comenzaron a correr y sin de nuevo lograr cosecha alguna; entonces ocurrió, en los primeros días de diciembre, comenzó a correr el rumor de que en las noches de luna clara se había visto a una doncella vestida de novia, toda de blanco y con un velo en la cabeza venir a Dzoncauich por el antiguo camino que conduce a Buctzotz. La noticia regocijó a los vecinos y motivó la alegría, a la vez que cierto temor a lo divino, pues entre todos decían que esa mujer misteriosa era la misma Virgen Santísima que venía a bendecir las tierras de Dzoncauich, y venía de Buctzotz porque ahí tiene su casa.

Como era de esperarse, comenzaron a reunirse los vecinos, todos, desde el cacique del pueblo hasta las autoridades civiles de criollos viejos, y decidieron hacer una rogativa a la Madre de Dios, trayéndola en procesión desde su pequeño santuario cercano. A ruegos de la república de indios, accedieron los pobladores de Buctzotz a prestar la sagrada imagen de su patrona titular.

Se estipuló la fecha y se acordaron los detalles que el tiempo mismo ajustó y olvidó con precisión. Al rayar la alborada del día fijado, por hileras se veía transitar el viejo camino a los moradores del pueblo de Dzoncauich que presurosos van a buscar a la imagen de Nuestra Señora; bajo las ramas secas y copas de los árboles van llevando su preciosa carga, con el corazón henchido de fervor y devoción. Así es conducida hasta llegar al pueblo, en medio del desbordante fervor que la arropaba de humos de incienso y de infinidad de flores silvestres, que a sus plantas los devotos colocaban.

Y el canto antiguo de “Pues concebida María” y el que dice: “Ruega Virgen por nosotros por tu Limpia Concepción” no dejaba de entonarse. Y cuando el ocaso se ponía, desde el cabo del pueblo, de nuevo se levantaba la procesión con dirección a la iglesia en la plaza principal. Una sencilla orquesta entonaba las glorias de María y los voladores anunciaban que la Virgen de Buctzotz ya estaba de visita en Dzoncauich.

En un primer momento de la historia, los traslados de la Virgen se realizaban entre la tercera y última semana de diciembre. También ocurrió que, por largo tiempo, la Virgen de Buctzotz primero visitaba Dzoncauich y, tras concluir su novenario, se trasladaba a Temax, entonces sede parroquial de ambos pueblos.

A sus ruegos e intercesión, el pueblo de Dzoncauich supo vencer la sequía; luego, a su sombra y bajo su manto supo vencer otros males que habían de azotarle a lo largo de la historia, por esta razón, desde mucho tiempo atrás, los abuelos de ese pueblo hicieron el voto de perpetuamente, jamás sin fin, llevar todos los años a su pueblo la bendita imagen de la Madre de Dios y Señora Nuestra. ¡Por tu Limpia Concepción Dzoncauich protección te pide!

Por eso, en este año 2020 en que una terrible pandemia ha detenido su traslado anual, ojalá que pueda realizarse, aunque sea en otra fecha, pero siempre este año, porque lo importante no es la fiesta y el jolgorio que a su entorno se mal genera, sino su dulce presencia protectora de Madre y de fiel abogada.

Sea vuestro escudo, María

tu Concepción exaltada,

sirviéndonos de abogada

en nuestra última agonía:

Librarnos clemente y pía

de toda tribulación.

Pues Concebida María fuiste pura y sin lesión.

Ruega Virgen por nosotros, por tu Limpia Concepción.

*Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán.

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