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Cultura

Francisco L. Urquizo y Carranza

Jorge Cortés Ancona

El militar y político coahuilense Francisco L. Urquizo, que luego de concluida la Revolución fue uno de sus principales narradores, es autor de Carranza, una breve biografía acerca del llamado Varón de Cuatro Ciénegas. Este escrito tiene mucho de hagiográfico, donde el biografiado aparece casi con virtudes de santidad.

Urquizo trabajó de cerca con Venustiano Carranza desde la lucha maderista y lo acompañó tanto en lo militar como en lo político, incluso en la trágica madrugada en que lo asesinaron cobardemente. Entre las funciones que desempeñó estuvo la de jefe de su estado mayor y la de secretario de Guerra y Marina.

Un rasgo distintivo que señala es que la vida de Carranza no tiene “los arranques pintorescos de los años juveniles de Emiliano Zapata o de Francisco Villa. No hay en su vida los recursos y temas literatizantes, fácilmente explotables que tuvieron aquellos”. Y, en efecto, ese rasgo explica su escasa consideración en el imaginario popular revolucionario, que también lo salva de que su imagen sea reproducida indebidamente al grado de la deformación, como tristemente ha ocurrido con los dos mencionados luchadores sociales.

Urquizo destaca la austeridad del prócer, señalando que su comida principal casi siempre consistía en chile con queso, o cabeza de carnero tatemada al horno o carne asada, acompañadas con café negro y tortillas de harina. Remarca también que no bebía licor ni tenía el hábito de fumar y acerca de su proverbial sequedad de carácter, me causa gracia que diga que “concurría con su familia a las recepciones oficiales y cumplimentaba a las damas; a las señoritas daba agradable conversación”.

En su relato destaca la necesidad que Carranza tenía de contar con armamento, que era una de las mayores carencias de sus tropas durante la lucha contra las fuerzas de Pancho Villa. A causa del boicot norteamericano dependían del parque que pudieran obtener luego de sus victorias, hasta que se estableció contacto con el gobierno de El Salvador, donde se había decomisado un enorme cargamento de dos millones de cartuchos que un derrotado y desobediente general huertista había sacado del país. Las gestiones del general Francisco Murguía lograron que el gobierno salvadoreño devolviera los cartuchos decomisados e inclusive que les vendieran otros dos millones más.

Una sección importante de la biografía está dedicada al modo en que funcionaban los Establecimientos Fabriles Militares, con todos los problemas técnicos, de importación de maquinaria, de malas administraciones burocráticas y cambios constantes.

En especial, como antecedente de decisiones políticas de la actualidad, don Venustiano, “en lo que hace a recursos pecuniarios, jamás acudió a otras fuentes que a las nacionales. Jamás pidió ni aceptó prestado un solo centavo del exterior ni tampoco obtuvo, siquiera por concepto de adelanto de contribuciones, dinero de empresas o negociaciones que hubieran podido coartar su libertad de acción. (…) Comprendía que el que aportara el dinero de la revolución sería el amo de ella”.

El autor dedica el epílogo a narrar el asesinato de Carranza en el caserío denominado Tlaxcalantongo, mientras dormía; un atentado efectuado por órdenes del Gral. Rodolfo Herrero, en un acto transgresor de las leyes de hospitalidad y de los códigos de la valentía.

A manera de apéndices se rebate el acta elaborada luego del crimen, donde se le hace pasar como un suicidio. Para ello se transcribe el certificado médico del 22 de mayo de 1920 relativo a la autopsia del cadáver y donde se detallan las cinco heridas de bala sufridas por don Venustiano. El otro apéndice es la transcripción de su testamento ante notario, con el detalle de sus propiedades y herederos.

Urquizo también escribió una novela testimonial, en gran medida autobiográfica, titulada Memorias de campaña, donde cuenta de manera directa las peripecias y vivencias sufridas durante los años de lucha. Es un recorrido por diversas etapas al servicio de Carranza, pero donde se ve la entraña popular, con personajes reales o desconocidos que formaron parte de la gran lucha revolucionaria. Personajes memorables como el viejo tío Bernardo, como el anciano que en una hacienda defiende solo a su familia causando numerosas bajas, o la camarada Belem, brava revolucionaria que peleaba y montaba con indumentaria femenina y mujer libre de ataduras amorosas y sexuales.

También se narra el modo en que se salva Urquizo luego del asesinato de Carranza, su rendición para acompañar los restos mortales y su posterior encarcelamiento junto con otros integrantes del gabinete.

Una novela compacta que condensa los fragores y los contrastantes desempeños de quienes formaron parte de los diversos bandos revolucionarios y donde un fetiche es la blusa larga que el narrador lleva puesta en momentos culminantes de esta gesta histórica.

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