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Cultura

Trayectoria del Soneto en Cuba (48)

Luis Carlos Coto Mederos

Enrique José Varona

Nació el 13 de abril de 1849 en la entonces villa de Santa María del Puerto del Príncipe, actualmente nombrada Camagüey.

Inició los estudios primarios en su ciudad natal, donde concluyó igualmente la segunda enseñanza en las Escuelas Pías de esa ciudad.

A los once años comenzó el aprendizaje de idiomas, y con el tiempo llegó a dominar el latín, el griego, el inglés, el italiano, el francés y el alemán. Desde pequeño evidenció ser un gran estudioso y en la vasta biblioteca existente en su casa entró en contacto con los clásicos de la antigüedad griega y latina, también con los españoles y los escritores modernos.

Integró el Consejo de Redacción de la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias de la Universidad de La Habana. Dictó numerosas conferencias acerca de los temas más variados, como la referida a El imperialismo yanqui en Cuba, que pronunciara en la Academia de Ciencias de La Habana en 1921, y prologó distintos libros, entre ellos, las Poesías de Luisa Pérez de Zambrana, publicado en La Habana, en 1920. Sus obras han sido traducidas al inglés, francés e italiano.

Falleció el 19 de noviembre de 1933 en La Habana.

1167

¡Ciencia!

Etviger Durst nach dem Durste.

Goethe

A este ardor que me punza a que despierte

con insaciable anhelo correspondo,

del saber rebuscando en lo más hondo

el enigma del mundo y de mi suerte.

¡Fuerza! ¡Materia! ¡Vida que os concierte!

¡Móvil arena, en que mi fosa ahondo!

¡Copa amarga en el borde, y que en el fondo

guarda las turbias heces de la muerte!

Pardos escombros con festón de yedra,

donde afirma su trono solitario

esfinge eterna, inquebrantable y muda.

La sarcástica risa de esa piedra

alumbra las tinieblas del santuario

y aterrado el mortal repite: ¡Duda!

1168

El tango

Ronco palpita el atabal, herido

por trepidante mano, y lo acompaña

monótono cantar de rima extraña,

en bárbaro dialecto no entendido.

Ebrio salta el etíope, vestido

con los colores del pendón de España,

y al pueblo espectador, con befa y saña,

lanza triunfante su brutal aullido.

¡Iberia!, ¿a qué deidad maligna plugo

en execrable don darte con creces

hiel de madrastra y rabia de verdugo?

Cuando oprobiosa destrucción mereces,

¿a qué entregar tres razas a tu yugo,

si la que no exterminas, la envileces?

1169

Un Edén

Dast ist define Welt.

Goethe

Por cetro augusto de la ley el sable;

bajo el sabio, magnífico el cohecho;

la voraz exacción siempre en acecho

de la escasa labor del miserable;

El juez, al infortunio inexorable,

al vicio sin disfraz cobrando pecho;

letra muerta en el código el derecho,

no donde altivo por las buenas hable.

Todo lo abyecto como sacro ungido

en almoneda pública de honores;

presto el favor para que el torpe suba;

Y un pueblo vil que sufre embrutecido

el talón de sus tétricos señores,

cubano, ésa es tu patria, ésa tu Cuba.

1170

Once de mayo

A la memoria de Ignacio Agramonte

Cayó, como un titán, que en la tormenta

vibrante rayo súbito fulmina,

del frente de batalla que domina

arrancado por ráfaga violenta.

Llora, Cuba humillada y macilenta,

nota que tanto mal te vaticina,

y de ese campo de pavor y ruina

fija en tus ojos la visión sangrienta.

Todo cayó con tu adalid gallardo,

pálida madre, insomne y dolorosa,

¡Qué al menos su memoria no sucumba!

Ven, patria, que perdiste a tu Bayardo,

ven, como cumple a sierva temerosa,

en la noche a gemir sobre su tumba.

1171

Mar sin perlas

¡Oh! ¡Con qué blando sueño sin tormento

se reposa en la tumba de tu olvido!

¡Oh! ¡Qué dulce pensar que todo ha sido

una nube deshecha por el viento!

Gozo fugaz, deliquio de un momento,

gustado y a la par desvanecido;

bólido raudo que cubrió sin ruido

el mar inmóvil de tu pensamiento.

Cuando tus ojos, claros como el día,

me miran largamente, sin enojos,

sin sombras de pudor, ni hipocresía,

la leve risa de tus labios rojos,

¿no me dice lo inútil que sería

buscar alma en el fondo de tus ojos?

1172

La ceniza

Entre las mascaras

Ebria de luz y de perfumes, danza

la abigarrada multitud sin tino;

del ánfora espumante salta el vino,

y bulle en los cerebros la esperanza.

La dicha va delante; ¿quién no alcanza

asir un punto su cendal de lino?

Crece, gira el humano torbellino,

y veloz, más veloz la noche avanza.

Corred, gozad la tregua de la suerte,

En el coro feliz de la locura.

Ved que torna a exhalar su hálito frío

esa deidad, fatal como la muerte,

más tenaz que el dolor, glacial y dura,

cual la verdad, ¡el implacable hastío!

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