En días pasados, la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) reveló las pérdidas multimillonarias sufridas durante el año pandémico. “Pero la venta de un libro no asegura su lectura. El consumo de libros no puede medirse de acuerdo a las ventas”, expone Daniel Medina Rosado, director de Ediciones O, una editorial independiente presente en Yucatán desde hace más de 6 años. En entrevista con POR ESTO!, Daniel propone que el trabajo de editores y escritores debe extenderse más allá de la selección o creación de textos: “Ediciones O y Bistró (su revista digital de literatura) son publicaciones de personas que no nos contenemos como simples escritores, sino como agentes culturales que están dispuestos a probar mecánicas diferentes. Por eso caemos constantemente en errores y transformaciones”.
Desde que fue fundada la editorial independiente, los cambios se han dado desde el diseño hasta su periodicidad. “Antes de nosotros -explica Daniel- nadie publicaba libros digitales”. El proyecto por sí mismo era arriesgado, a lo que se añade la cuestión sobre quiénes conforman la editorial y qué tanto valor tienen sus aportaciones, cuáles iniciativas son posibles, e incluso la influencia de los propios gustos al dictaminar hipotéticas publicaciones. En ocasiones, pareciera que la contradicción amenaza.
“Cuando empiezan a pasar esas cosas, no sientes que el proyecto se haya acabado, sino que está faltando visión. Algo vital que hicimos para que mejore el proyecto y hacer que nos represente fue quitarle la periodicidad. Mes a mes, estábamos obligados a seleccionar textos. Si ninguno quedaba, nos veíamos obligados a invitar a colaboradores. Después de seis años de actividad, me gasté los conocidos. Al publicar más allá de cuando nos exija el tiempo, la revista adquirió un carácter más solvente”, dice quien implementó una convocatoria abierta (las bases están en edicionesomx.wordpress.com) y espacios virtuales como Maremágnum, “en la que publicamos ensayos o fragmentos de libros de autores consagrados: Wisława Szymborska, Jose Ángel Valente, Maria Luisa Puga… La idea ahí es que la gente entre a la página, vea la revista y tenga, por ejemplo, un texto de Szymborska, y si explora un poco más, encuentre textos de escritores jóvenes”.
Bistró se distribuye gratuitamente. ¿Cómo se mantiene? “Si decidimos continuar con la revista es porque vimos otras revistas que nacían y morían, una y otra vez, como una que hubo sobre literatura para niños. Desapareció, sencillamente porque no había paga de por medio y se necesitaba de tiempo para realizarla. Al carecer de tiempo, careces de oportunidades para tener que ver con el dinero, y carecer de dinero, normalmente, lleva a carecer de interés. Lo veo de alguna forma como una resistencia para ir a contracultura de lo que normalmente pasa en las dinámicas artísticas y culturales. Por eso la mantenemos y la reestructuramos varias veces, hasta que sentimos que ya funciona”.
Sobre si la gente ha dejado de leer la revista, Daniel expuso: “La revista ha acumulado un millón de vistas desde que se creó. Si bien es cierto que se han reducido bastante, digo que le va mejor que antes, porque ahora hay más tiempo de retención. 4 mil vistas en dos días tenían un tiempo que iba de los dos minutos a menos de 30 segundos. Ahora, hablamos de que la gente se queda leyendo de seis a ocho minutos. En esa nebulosa de expectativas de la lectura, a mí me parece que tener 700 visualizaciones no es igual que haber logrado que se lean 700 ejemplares, pero sí es el haber distribuido 700 ejemplares sin haber gastado un peso, y los dos, productores y consumidores, invertimos la misma divisa: tiempo. La ecuación ha funcionado”.
De vuelta a hacer agencia cultural: “Me parece estúpido sólo querer ser escritor. Es tarea de todos practicar lo más que se pueda, sin traicionar nada. Si puedes editar, edita, empréndelo, pero que tus ediciones no se sumen a las típicas que hay, sino que intente aportar algo, aunque sea como nosotros: desde el umbral”.
SY