“¿Quiénes somos? ¿Qué nos constituye? Textos archivados, documentos, imágenes, objetos familiares que encontramos y se convierten en tesoros. Pero, ¿qué pasaría si eso no existiera o se perdiera? ¿Qué me conforma en realidad como persona? En las ausencias, también encontraríamos cosas que nos definan. Al final, somos un fragmento de todo”.
Las inquietudes y soluciones que Ana Lucía Ramírez Garcés, ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia Emilio Carballido2018, comparte con POR ESTO! toman forma y seguirán desarrollándose como autoficción en el Taller: Cartografías de un cuerpo. Dramaturgias del yo, a realizarse los días 12, 13, 16, 19, 20, 23 y 24 de abril, de 18:00 a 20:00 horas del centro del país. Los boletos para el curso de 12 horas tienen un costo de 600 pesos y pueden adquirirse mandando un mensaje en Facebook (@TeatrodelaRendija).
“Cartografía de un cuerpo”, explica Ana Lucía, “va a enfocarse en este tipo de dramaturgias que colocan al yo como personaje, a la propia persona como directriz del suceso artístico planteado. Dentro de esta indagación, se abordará la autoficción, el biodrama y el objeto como memoria”.
¿Cómo funciona la autoficción? “La autoficción es un término que en dramaturgia tiene matices. Sergio Blanco elaboró un trabajo sobre la autoficción donde la plantea como tomar fragmentos de vida o eventos que sean potencialmente teatrales, es decir, dramáticos, en la historia de la persona que está generando la creación”, comenta Garcés. Continúa: “estos serán potenciados de acuerdo a la línea que siga la exploración. Puede juntarse un evento que no sucedió en la vida del creador dramatúrgico, pero que sí haya sido real. Por ejemplo, una nota periodística de un secuestro o un asesinato puede mezclarse con algún evento de la vivencia propia que sea medianamente cercana”.
Pero los hitos en la vida no siempre son trágicos o abordan pérdidas. “Muchos instantes que cambian la vida”, aclara la dramaturga, “son, en realidad, situaciones felices, lugares luminosos”.
Uno de los matices tiene que ver, precisamente, con lo que es realidad y qué es ficción: “al momento de contar algo -expone la tallerista-, yo ya estoy planteando una ficción. Muchos se molestan en tratar de hacer biodrama, diciendo que ‘esa es la realidad’. Lo cierto es que, aunque se tomen eventos del mundo y la historia reales, al momento de seleccionar qué contar, ya se está relatando lo que cada quien quiere, recortando y editando los sucesos”.
En el taller, la propuesta para crear la autoficción es la siguiente: “facilitaré pautas o premisas muy concretas. Se espera que las personas que acompañen el proceso puedan detonar creativamente ciertos lugares. ‘Detonadores’ es una palabra justa para la creación, más que referirse a premisas que se tienen que seguir, como en una dramaturgia convencional. No me gusta explicar mucho los procesos; la mayoría de las veces, los grandes descubrimientos surgen de posibles errores, de no seguir la pauta tal cual y llevarla a otro lado”.
Ana Lucía ha investigado esta práctica dramatúrgica mediante distintos formatos. Uno de ellos es la miniatura; Desierto es un video breve que se puede observar en la página del Teatro de la Rendija. Al respecto, comenta la creadora: “Desierto surge como parte del mismo proyecto del laboratorio Profunda Piel; es una exploración, un ejercicio que hice a partir de un texto. Elegí primero las palabras para ver a dónde me llevaban. Después, imaginé de lo que estaba hablando, qué sentía y percibía. Al final, fue la ausencia, lo desértico; ¿qué había de mí en eso? Pensé en la piel. Si ves estas películas ubicadas en el desierto donde ves la inmensidad de la arena, sabrás que eso está también en la piel”.
La artista encontró un detonador, por ejemplo, en su interés po las manos: “al ver las líneas de las palmas, que de lejos parecen arrugas, puede pensarse en un mapa, en una cartografía a partir de mi cuerpo, de la arena, de la tierra trazada”.