“Muchas veces, un retrato habla más del que retrata y no del retratado”, dice, cuestionando además sobre si la simetría en la composición es más importante que la conexión humana, Katya Lara Ancona, videógrafa y fotógrafa meridana.
En entrevista con POR ESTO!, Katya (en Instagram @katrippp) propone una fotografía con la naturalidad como centro, “una que dé paso a que la gente se pregunte sobre cómo es que se pudo tomar esa imagen”, lo que da lugar a obras que rondan en los estilos pictóricos del impresionismo y la abstracción, sin la necesidad de horas de edición digital. “Se trata de hacer visible lo invisible, sea en un retrato o en lo primero que captan los ojos. Eso quiero: que las fotos que tomo parezcan hechas por los ojos”.
La lente de la fotógrafa prefiere la intuición. “Se trata de ver algo más allá de lo que a simple vista está. Independientemente de si es una persona o un objeto, intento retratar lo que hay entre una dimensión y otra, algo que, invisible, siempre está ahí. A veces siento la necesidad de fotografiar algo que incluso no tiene una forma reconocible. La luz y el movimiento de las cosas al natural es lo que busco. Así, me gusta confundir a las personas, que se detenga y pregunte: ¿qué es eso? Ya gané si la gente hace que se cuestione, por ejemplo, si lo que ve es un árbol, una mancha o su reflejo en el agua”.
¿Por qué los retratos de Katya materializan una propuesta artística distinta? Un conjunto de principios: “primero, retratar la naturalidad de la persona, sí o sí; es prioridad que se sienta en comodidad. En segundo lugar, evitar lo artificial, incluyendo la luz. Prefiero usar tres velas para iluminar como lo haría un foco. Eso resulta en algo más personal, más íntimo. Intento que las personas no se den cuenta de mi presencia. En el momento en que el obturador haga clic, la naturalidad se notará en la imagen. Cuando hago retratos, mi prioridad es que la gente confíe en mí. Entonces comienzo a platicar con las personas, a intentar fluir con ellas. Una carcajada, por ejemplo, es oro, porque es lo más natural que puede existir. Por último, si voy a usar algo artificial, haré evidente que existe una luz artificial, por ejemplo: la arrojaré en la cara de la persona hasta que las líneas del rostro desaparezcan, algo que no sucedería con la luz solar”.
Pero, ¿cómo es posible una cercanía tal cuando se vive en confinamiento? “Hacer fotos por medio de plataformas de videollamada funcionó para no quedarme quieta”, explica la entrevistada. “La primera persona que retraté por medio de FaceTime fue a Aída Ruiz, que también es fotógrafa”. La duda en torno a esta dinámica también llegó a Aída: “¿cómo lo vamos a hacer, si ni siquiera estarás aquí?”, a lo que Katya contestó: “yo te iré guiando. Tú serás la fotógrafa, porque tendrás la cámara contigo; yo te diré dónde ponerla”.
“El reto fue el de estar detrás de una pantalla, sin poder mover la lámpara o modificar el entorno”, aunque eso enseñó a Katya “a tener una comunicación muy asertiva con la gente. Reaprendí a dirigir mejor y con mayor claridad. El resultado fueron varias fotos, y salieron muy bien, porque ambas tuvimos comunicación y disposición”.
“Otra sesión, la de María Huerta, con quien tengo una conexión increíble, se hizo con velas” dice, después de tomar varias fotos por medio de una plataforma ideada para la videocomunicación. “Sólo se usó el fuego para iluminar. La cámara fue la del dispositivo móvil”. Añade: “no necesariamente se debe tener la mejor cámara del mundo; si no transmites algo o tienes idea de lo que harás con la lente, no serviría de nada”.
Cuando no se trata de un retrato, la fotografía va a la naturaleza, que para Katya “es madre, punto de partida, origen. No me gusta que me pertenezca, sino hacerme parte de lo que pasa en mi entorno. Mi principal elemento es el agua. En ella confluye el movimiento y la luz. Una fotografía es el resultado de luz y tiempo; esa es su fórmula. Pero puede irse más allá. Se aprende a querer y entender lo lumínico. El momento sucede cuando perteneces a él”.
SY