Atravesadas por situaciones contrastantes, las artes se han visto en crisis durante el confinamiento pandémico. Prueba de ello son los recintos operísticos cerrados, como la Metropolitan Opera House, hogar de recuerdos importantes para el mejor tenor del mundo según International Opera Awards, Javier Camarena.
La precarización de las artes, especialmente en México, “no es algo nuevo; es algo que he dicho desde hace años”, advierte Camarena en exclusiva con POR ESTO! “Los recortes presupuestales al sector cultural son una constante. Es súper complicado tratar de organizar tantas cosas en un país tan grande como México con un presupuesto que se ve cada vez más afectado. La situación global de la pandemia vino a sacudir aún más la situación, orillando a los teatros a cerrar, lo que hace imposible que trabaje mucha gente”.
La situación guarda similitud con la de los Estados Unidos. “La MET Opera, por ejemplo, siendo uno de los principales teatros de ópera en el mundo y que da tanto prestigio a la ciudad de Nueva York, difícilmente se verá afectado de manera mortal, pero sí que le llevará tiempo la recuperación”, comenta Camarena.
“Lo que esperaría”, señala el músico, “es que fuera posible hacer consciente al público en general de lo importante que son las artes en nuestra vida, de todo lo que significan”.
El contraste se encuentra en las facturas multimillonarias que registran los cantantes de disqueras, como: Big Hit Music, Republic Records e Interscope Records, que acapararon los tres primeros puestos de venta discográfica durante 2020, según la Federación Internacional de la Industria Fonográfica. Una sola canción del cuarto álbum más vendido, del grupo surcoreano BTS, Dynamite, superaba los 900 millones de reproducciones en una plataforma digital de música a finales de año.
Por otro lado, el Reggaetón, el Latin Urban y el Pop fueron los géneros más escuchados por los usuarios del mundo durante 2020, de acuerdo a información de la plataforma musical Spotify.
¿Por qué se escucha más a íconos extranjeros que al máximo tenor mexicano? Javier Camarena responde: “esa es la parte que corresponde al negocio. Esos cantantes, con toda la maquinaria que mueve a sus disqueras, que les ‘facilita’ toda la promoción, están en una industria que genera mucho dinero. Es eso: las ganancias. Por eso, la música, hoy en día, se ha vuelto tan desechable. Hay que darle caña hasta que se funda el fusible, y ya, el que sigue”.
Camarena hace una comparación con las producciones musicales anteriores: “yo recuerdo esas canciones que duraban en el gusto del público hasta un año. No te cansaban. Pienso en cuando Luis Miguel sacó La incondicional, por ejemplo. ¿Cuánto tiempo estuvo en primer lugar de popularidad? Y no cansaba. Las canciones de ese tiempo eran música que sí, era del gusto popular, pero tenía algo extra, algo de arte (ríe). Son canciones que, hasta la fecha, siguen aquí. ¿Cuándo grabó José José El triste?”, pregunta retóricamente. “Es una cosa generacional que no le resta valor. Por el contrario, todos nos seguimos emocionando. Y en las pachangas con los amigos, ahí está José José. Es otro tipo de música y de gusto”, concluye.
El tenor veracruzano establece una similitud que apela a revertir el prejuicio acerca de “lo aburrido que puede ser la ópera”. En sus palabras, “a final de cuentas, ver una ópera es como ir al cine, pero en vivo. Imagínate ver toda la película de Misión Imposible sucediendo ante ti. Hay diferentes opciones: hay comedias, tragedias, óperas fantásticas, muy crudas y muy humanas. Temas hay también muchísimos, así como cantantes y autores. Cada representación, dependiendo de la gente que actúe en ella, será distinta. Incluso, con esas mismas personas en distintas funciones, serán diferentes. De eso se trata hacer una representación en vivo”, señala emocionado.
“Si el público general, en nuestro México, supiera que hay tantos artistas que están tan altamente valorados en el mundo, tendríamos otra percepción de nosotros mismos como mexicanos” dice quien ha triunfado en el máximo galardón que otorga el gremio del bel canto en el mundo.
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Continúa: “tendríamos otros modelos de inspiración que, con sus historias, cuya gran mayoría están formadas con mucha disciplina, lucha y entrega y no con ‘benditos reality shows’ en los que sólo por tener una bonita voz ya mereces ser famoso. No se trata de eso. Yo pregunto: ¿dónde están esos artistas?”.
En la carrera del mejor tenor del mundo, no hubo programas televisivos para saltar a la fama. ¿Qué eventos fueron los más relevantes en la carrera de Javier Camarena? “Hablando de momentos decisivos, debo empezar por el simple hecho de haber elegido cursar la carrera de música. Dejé de lado el curso de Ingeniería mecánica eléctrica, sí, en contra de la idea de mi familia, ‘¿cómo vas a estudiar música?’, me preguntaban”.
“El segundo”, prosigue, “tal vez haya sido mi debut en el Palacio de Bellas Artes. Eso fue en 2004, con ‘La Hija del Regimiento’, de Donizetti”. Ese mismo año, Camarena resultó ganador del Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli. Un año más tarde, obtendría el primer lugar en el Concurso de Canto Juan Oncinas en Barcelona.
“Fui a Zúrich después, en 2007, lo que me abrió las puertas en la ópera de Europa. En 2011, debuté en el MET. 2014: la Hija del Regimiento, en Madrid. El primer ‘bis’ (cantar una pieza nuevamente a petición del público) en el MET, con ‘La Cenicienta’. Y hace dos años, en 2019, la Hija del Regimiento, en el MET. Esos serían, para mí, los momentos más significativos”.
Camarena recuerda también a los educadores más significativos en su formación: “mi primera maestra, Cecilia Perfecto. Después, tuve un trabajo importante con el maestro Hugo Barreiro y con la maestra Eugenia Sutti. Luego, estuvo la maestra Edith Contreras, y también el maestro Francisco Araiza. Ellos son los que consideraría decisivos en mi carrera”.
“Momentos de los cuales aprender… ¡uf! Fueron muchos. Es parte del proceso también de la vida. Del fracaso se aprende y se crece. En el inicio, fue la preparación para los concursos. No siempre resulté ganador. Aprender de ello fue importante. Un momento muy duro fue al inicio de mi carrera. Me dieron la oportunidad de cantar un oratorio de Niccolò Jommelli, desconocidísimo, llamado ‘Isaak’. No me sentí bien preparado. No me gustó. Creo que pude haberlo hecho mejor, aunque me preparé bien. Entonces me pregunté cómo pudiera haberlo hecho mejor”, admite.
JG