Cultura

Disertaciones frente a la estructura y su desintegración

Edom se escribe en hebreo ??? ?? ?y significa rojo”, escribe Román mientras crea conexiones. / Especial

El Parque eco-arqueológico Xoclán es una reserva natural rodeada por formaciones rocosas y una espesa vegetación. Por dentro, si decides avanzar, encontrarás una fosa enorme cuyo origen deriva por cambios en el nivel del manto freático.

En Mérida, hay una división implícita cuando nos referimos a la naturaleza: un bosque es una postal gringa donde la luz muestra el envés de la niebla; un monte es una imagen Kodak arrugada, maltrecha, antigua.

Otra analogía: un bosque es una ensalada premiada por gotitas de aceite; un monte sería, en tal caso, espagueti deshidratado y semi-crudo descansado en un plato de unicel.

 —Siguiendo la lógica— también podríamos inferir que el sushi, similar al espagueti, es semi-crudo, es decir, carece de las formas estéticas de la ensalada fitness; paradójicamente, suele considerársele, por distinguidas figuras de la cocina internacional, como arte culinario: arroz clásico empalmado en sal, vino nihonshu o sake, en el cual, en su centro, resguarda un trozo de salmón crudo envuelto por alga konbu: una estructura negra que sostiene la historia agrónoma de un pueblo.

Aunque, con el perdón del Chef Gordon Ramsay, el punto aquí no es la gastronomía. Aquí hablamos de la forma posterior al sabor, a lo desagradable antes de la belleza, a la estructura frente a la historia. No me disminuyo. Estoy en mi salsa. Después de mirar vídeos de exploración urbana la noche anterior, decidí ir por cuenta propia.

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La infiltración y la escritura no son ajenos a sí mismos. Zygmunt Bauman, en el prólogo de Cultura en praxis, evidencia que los libros teóricos de hoy son fácilmente remplazados por los exitosos textos del mañana —exitosos en términos de venta—. Algo es cierto, y es que la falta de maduración entre una y otra propuesta es cada vez menos, lo cual desemboca creando un efecto de abandono que concluye por replicarse en otros ámbitos.

El mismo síntoma se encontró en las fábricas de producción y centros ceremoniales del siglo XX. Las personas no dudaron en abandonar las estructuras donde tiempo atrás dilapidaron horas de convivencia, donde, al menos en el contexto peninsular, fueron laboralmente explotados bajo la cuadrícula de los sistemas hacendarios henequeneros; lugares donde, por cierto, el discurso monumental se oxidó para convertirse en punto de encuentro para las exploraciones urbanas.

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Fui en bicicleta. Tomé la calle 20 hasta llegar a una casa conocida por el rumbo como el Iglú. Doblé hacia la izquierda de manera que dibujé un semicírculo imaginario. En la entrada de la reserva, dos pilares y un cartel: Parque eco-arqueológico Xoclán. Llevaba dos meses encerrado después de que mi hermana menor contrajera COVID y diese la fortuna de que resultáramos asintomáticos. En el fondo, albergaba intranquilidad, pero al estar fuera, apareció un impulso extraordinario por avanzar hacia adelante. Entonces me encarrillé en un sendero —a esto se refiere Gabriel Zaid con leer en bicicleta, allanar el paisaje con los ojos—. Era un cosplay de San Juan de la Cruz escapando del convento de las Madres Carmelitas en Toledo, corriendo a través de las calles pedregosas. Sólo que aquí no hay iglesias, ni molinos; apenas un monte, animales muertos y pentagramas de sal con veladoras negras.

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Toda estructura huérfana tiene vida imperceptible. El Mar Muerto es un estigma en las manos desérticas de Oriente Medio. En apariencia nevado por diminutos cristales, similar a las descripciones del infierno dantesco, el vacío rige las deformaciones rocosas que le constituyen. En el fondo, puede encontrarse una biosfera compuesta por alto material salino donde cohabitan, pese a las bajas probabilidades, un vasto grupo de bacterias, algas, microbios y protozoarios. 

Si bien la exploración urbana, conocida también como Urbex, proviene de sobrepasar la propiedad privada en desuso, perturbar el centro donde se gesta el abandono, por consecuencia, es hacer de la desintegración un paisaje: darle vida a ese objeto. Los hospitales, drenajes, edificios, refugios, grutas subterráneas, búnkeres, templos prehispánicos, granjas porcícolas, haciendas o quintas y plantas nucleares son lugares que suelen encontrarse reacios a la comunidad. En el fondo, buscan el anonimato. Antisociales, guardan rencor contra aquellos que utilizaron sus instalaciones y les dejaron hundidos en el pasado.

El escritor veracruzano Ulises Carrión, en El arte nuevo de hacer libros, escribe: “nadie ni nada existe aisladamente: todo es elemento de una estructura”. Sin embargo, a causa de la discriminación por declarase abiertamente homosexual y por sus intereses creativos, en 1970 abandonó México para convertirse en artista de la escena en Ámsterdam. Y no sólo eso: abandonó las palabras, desnudó las estructuras que encierran la escritura. En la correspondencia que sostuvo con Octavio Paz, a razón de leer los textos de Carrión, acepta publicarlos en la Revista Vuelta, no sin antes replicarle: “Me interesan mucho […] especialmente los que usted llama “vagamente teóricos” y que a mí me parecen los más literarios. Los otros, precisamente por ser estructuras, no son propiamente literarios a mi juicio”.

He pensado: explorar el mundo consiste en resguardar objetos al azar, experiencias como libros viejos en una biblioteca que se incendia lentamente. No desaparecer por completo, volverse testimonio de una desintegración. Lo mismo insinuó Carrión cuando responde: “Mis textos son estructuras puestas en movimiento. Comienzan en un punto y terminan en otro. […] La estructura no necesita, para significar algo, llenarse de mi pequeña historia”.

En cambio, Jordania conserva grandes estructuras arquitectónicas. Petra, la ciudad rosada, construida en la antigüedad por los Edomitas en el Siglo VIII a. E., mantuvo su esplendor por medio del cultivo de cereales. La pesca fue, para su cultura, una fuente imprescindible de sustento. Se dice que Jesús, uniendo las dos manos, bebió del río Jordan y multiplicó los peces.

La palabra Edom se escribe en hebreo ????? ? y significa “rojo”. En la cultura Occidental, el color rojo puede significar peligro, alto, sangre, lámpara china, fuego, navidad, langosta, labial, comunismo y amapola.

Las cintas rojas, en la cultura Occidental, sobre todo en los supermercados, significan apertura. Las cintas policiales de color amarillo representan lo contrario: clausura.Cuando alguien muere en México, por tradición, debe colocarse un moño negro sobre la puerta de la casa.

La historia responde a su propia estructura social, dándole un sentido propio al abandono. Las estructuras que señaló Ulises Carrión están presentes con otras expresiones. James Joyce apunta que “las partes constituyen un todo en la medida en que tienen un fin común”.

Digamos, el norteamericano Jeff Chapman, conocido también como Ninjalicious, publicó en 1996 el manual de la infiltración: la revista sobre ir a lugares donde se supone que no debes ir. Pese a un exitoso trasplante de hígado, murió en el 2005.  Los médicos apuntan que las razones de la muerte de Chapman fueron a causa de un excesivo contacto con material carcinógeno en sus exploraciones.

Infiltrarse tiene sus peligros. “Un fin común”, Ninjalicious se volvió una extensión de la estructura.

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“Las patrias se derrumban / ríos y montañas permanecen; sobre las ruinas del castillo verdea la hierba, es primavera”. Lejano a los versos que el poeta japonés Matsuo Basho recordó al caminar frente a las ruinas del castillo de Asahina Yasuhira, yo deseaba tener algo que presumir en Instagram para embalarlo dentro de un excelente filtro. Roland Barthes pensaba que, en las palabras, todo estaba permitido. Una bolsa color verde bambú atrapado entre las ramas interviene una estructura de cemento con un grafiti en medio: no logro comprender: traduzco o imagino:

[GRADO CERO]

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La exploración urbana tiene una presencia fértil dentro de las redes sociales. Cada vez más personas logran aventurarse a lugares inaccesibles y lo transmiten en vivo para que otros puedan observarlo. El voyeur no acaba en Paris. De hecho, existe una gran demanda en la espeleología. Personas exploran los drenajes y catacumbas interconectadas por debajo de la ciudad, exhibiendo desde sus celulares la experiencia de la claustrofobia en primera persona. Quizá esta sea la mejor forma de ilustrar nuestra presencia en las arquitecturas en las cuales vivimos inmersos en el siglo XXI: “claustrofobia en primera persona”.

Walt Whitman visitó el túnel abandonado que se encuentra debajo del Atlantic Avenue en Brooklyn, New York. El sistema ferroviario de Long Island se expande por todo el país en curvas, virajes y descensos. Whitman señaló que, pese a su corta temporada abierta al público, la estructura gozó de fama y gloria, advirtiendo, también, que la presencia de la fría humedad y el silencio representan el morir para, después de un largo recorrido, volver a la luz.

Un amigo en una fiesta intentó decirme: “no exageres, hay que disfrutar el dolor porque todo al final pasa, de eso trata la vida”, y seguido vomitó el almuerzo sobre una maceta.

Whitman vislumbró algo parecido cuando decidió escribir: “todo progresa y se expande, nada se desintegra, / y morir es distinto de lo que uno imagina”. Nacerá algo de esa maceta y Whitman puede considerarse precursor del Urbex.

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Aderezado por el sol, iba fotografiando las hierbas y los agujeros prehistóricos causados por meteoritos hace miles de años. Nadie rinde culto a los pterodáctilos en este país —en eso son mejores los japoneses—. Hay que decirlo, después de Hiroshima y Nagasaki, el trauma es persistente. Aunque señalar esa dicotomía no nos exime de nuestras propias dolencias históricas. Pienso en un texto: Arquitectura del fracaso, de Georgina Cebey. El título me parece pastoso, sí, pero el contenido es otra cosa. El libro presenta nueve interesantísimos ensayos sobre edificaciones de la Ciudad de México. Abre uno de ellos con: “La roca no sólo es un estrato geológico: es un historiador petrificado”.

¿Cuál es el discurso de un cráter en la tierra?, ¿a quién culpamos de su destrucción?, ¿quién es el enemigo?, ¿quiénes son nuestros mártires?, ¿a quién se le guarda rencor? Ese meteoro no tiene una historia visible, pero nos dio una historia. Su historia es el universo expansivo, es el choque, la caída, la explosión, el estruendo mudo de los planetas. Aquella patria no es más que la patria del movimiento, del Bing-Bang, la piedra viaja a través del universo hasta impactarse en nuestro mundo. Aplica los principios del Urbex para llegar a nuestra naturaleza, perturba la estructura hasta sofocar a miles de especies, sofocar la vacuidad, darles un sentido. Porque ruido sin espacio es un cuerpo sin dolor. Todo lo que sube tiene que bajar. No. Todo lo que es objeto es atravesado. Hasta la lluvia se infiltra en la roca.

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En las cercanías, años atrás, fueron encontrados vestigios prehispánicos. Según la tesis del Dr. Luis Jorge Abejez García, el estilo que corresponde a las estructuras encontradas son conocidas como Puuc: esculturas empotradas, mosaicos y mascarones del Dios Cháac —quién, casualmente, para la cultura maya es considerado dios de la lluvia—. En el municipio de Maxcanú, existe una zona arqueológica nombrada Oxkintok, en la cual, en su interior, tiene labrado un laberinto que data del siglo V e.C. Es conocido como Tza tun tzat, que podría traducirse: lugar donde es fácil perderse.

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El paisaje ahora es desértico. El agua alcanzaba hasta unos cinco metros. La memoria es una estructura que también se oxida. Las siluetas responden al desgaste: se abren al abandono. Ahora, el mundo lo es. No hay padres y niños pescando con botellas de Powerade, nadando entre el fango y riéndose. Dónde han de estar los guppys, esas pequeñas migas de confeti desgastado. Encontré una estructura, sí, pero no era un edificio o un lugar estéticamente complejo. Google Maps busca ensamblar las piezas para auto-conservarnos en las rutas designadas, antes bien, no existen aplicaciones en el Android para volver a esos días. Paz, Carrión, los objetos dicen cosas que no entiendo. Es un cliché, lo digo de todos modos: “es cuestión del punto de vista”. Al final, siempre hay una promesa que nunca se cumple en lo digital. “Porque todo, al final, pasa”.

¿O quizá estoy equivocado?

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Alguna vez, el mitológico artista marcial Bruce Lee escribió: “aprender es descubrir. Y la mejor forma de aprender no es acumulando datos, sino explorando, descubriendo lo que en realidad ya existe dentro de nosotros, y el camino para expandir nuestras vidas”. Sostengo el margen de todas mis expectativas. Según la anécdota, el naturalista Louis Agassiz ordenó a uno de sus discípulos observar a un pez durante semanas hasta que se desintegrara por completo. Puede decirse que leer: interpretar: escribir: la exploración urbana: operan de la misma manera.

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Se hizo tarde. El cielo era caviar astillado. El celular guardaba dos por ciento de energía. Me apresuré a salir porque la visibilidad era limitada y las hierbas parecían cada vez más encerrarse en una especie de espasmo; la música de los insectos se desintegraba en un delay trágico. Soy parte de la pentatónica del vacío. Una estructura más que se mueve de lado a otro sin aceptar la ríspida realidad que le consume. “La estructura no necesita, para significar algo, llenarse de mi pequeña historia”. Pero mi pequeña historia sí necesita, para significar algo, una inevitable estructura. En el Oriente, sobre las ramas de los árboles, asoma no una estrella polar sino el cartel publicitario del WALMART.

Las fotografías las tengo. Pero he incumplido la regla principal del Urbex: entrar solo. Perderse, entiendo, el sentido se pierde muy fácil.  Ajusté mi cubrebocas y subí a la bicicleta. Recordé el verso de Raúl Zurita: “La noche es el manicomio de las plantas y las escucho moverse”.

Seré, quizá, si no salgo de aquí, un hospital incendiándose: algo que pasa a ser una estructura en abandono.

Roman Seizangre (Mérida, Yucatán, 1996). Colaboraciones suyas pueden leerse en Punto en Línea, Cracken Fanzine y Bitácora de Vuelos. Obtuvo mención honorifica en el área de Ensayo creativo en el concurso 52 de  Punto de Partida (UNAM), ganador del primer lugar en la categoría de Prosa en el trigésimo segundo concurso literario de Prosa y Poesía Timón de Oro 2018.  Actualmente cursa estudios en la Universidad Autónoma de Yucatán en la licenciatura de Literatura Latinoamérica y gestiona la página-proyecto: documentoenfalso.wordpress.com. Es miembro activo del Centro de Experimentación.

Nota del editor

El título original de este texto, que mereció mención honorífica en la categoría Ensayo  del concurso 52 de Punto de Partida, es EXPLORACIÓN URBANA|| DISERTACIONES FRENTE A LA ESTRUCTURA Y SU DESINTEGRACIÓN. “Exploración urbana”, por lo demás, va tachado en su forma inicial, formato que no pudo ser replicado.

De la misma manera, se ha incorporado una tipografía distinta a la habitual para simular el grafitti “(Grado Cero)”, aunque no es la misma fuente que en el planteamiento estético original.