Por Ele Carfelo
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Hoy me siento a teclear mi columna, con el enorme deseo de poder contagiar mi entusiasmo a las personas que leen mis escritos, pues voy a recordar un acontecimiento que no he podido olvidar, a pesar de que sucedió cuando apenas contaba yo con 15 años de edad y cursaba la preparatoria en la Universidad de Yucatán, aunque ya me había aficionado a la fiesta de los toros, pues esa tarde, la del domingo 22 de diciembre de 1947, asistí a la Plaza de Toros “Mérida”, a presenciar el debut en nuestra plaza de la entonces primera figura del toreo, el cordobés Manuel Rodríguez “Manolete”. Mi emoción era enorme, como la de toda la gente que asistió en esa ocasión al coso de la avenida Reforma.
Desde que se anunció el cartel de aquella tarde, los aficionados yucatecos se prepararon para presenciar tan postinero espectáculo, y por todos lados, en la ciudad y en muchas poblaciones del Estado, y de Campeche, se hablaba del famoso torero. Desafortunadamente, la fatalidad hizo que un “norte” azotara desde el día anterior el Estado, y el propio domingo, seguía lloviznando, lo que hizo que los tendidos no se llenaran en su totalidad, y aunque el lado de “sombra” se llenó, las dos últimas filas de “sol no se ocuparon en su totalidad, pero afortunadamente, cuando los clarines y timbales sonaron para el comienzo del festejo, el sol ya había hecho acto de presencia en el ruedo. ¡Y la emoción nos volvió a envolver! La tarde lucía espléndida, cuando hicieron el paseo los toreros mexicanos Luciano Contreras y Félix Briones, y el esperado español “Manolete”, suntuosamente ataviado con un terno “rosa y oro”. Enorme ovación obligó al cordobés, a salir a los medios de la plaza a agradecerla, con elegancia y majestad.
Voy a transcribir unos párrafos de la crónica publicada en el periódico especializado “LA FIESTA”, editado en la capital de la república y dirigido por el periodista yucateco Roque Armando Sosa Ferreiro “Don Tancredo”, en la reseña escrita por el que luego sería un gran amigo, Raúl Gutiérrez Muñoz “K-potazo”.
“La apoteosis de “Manolete” fue con su segundo toro, quinto en el orden, de nombre “Farolito”, Num. 10, negro zaino, cornidelantero, bravo, noble y codicioso. Con quietud y temple extraordinarios, el “Monstruo” lo saludó con seis verónicas, majestuosas, imponentes, que el público jaleó con entusiastas ¡olés!, en medio de indescriptible ovación. El gran varilarguero Felipe Mota aplicó dos puyazos en forma estupenda, pues el toro se arrancaba de lejos, peleando desde el tercio hasta la barrera. “Manolete” brindó su faena al público, iniciándola con dos ayucados por alto con los pies fijos en la arena, rozándole el burel con los pitones, la chaquetilla. Vinieron después, series de pases naturales estupendos, cambios de la muleta por la espalda, forzados de pecho, siguiendo con derechazos estupendos y la mirada en los tendidos, con el público enloquecido por la emoción y el arte del cordobés, que entre aclamaciones, instrumentó preciosa serie de manoletinas. Ya cuadrado el de Sinkeuel, “Manolete” consumó la suerte suprema, cobrando una estocada entera que hizo rodar al bravo “Farolito”. Se concedieron la oreja y el rabo, y el torero dio dos vueltas al ruedo devolviendo prendas, dejando a los aficionados yucatecos, con su efigie grabada en el recuerdo, y grandes deseos de verlo nuevamente en nuestra plaza”.
“Con el último burel de la tarde, Félix Briones realizó con “Sortijo”, una faena muy completa, pues lanceó con el capote a la verónica, y al quitar ejecutó finas y ceñidas gaoneras. Brindó al notable tenor Pedro Vargas, quien actuaba en esas fechas en Mérida, citó de lejos y “Sortijo” se arrancó sobre el engaño, para torear con dos series de naturales maravillosos, rematando rodilla en tierra. Vinieron después series de derechazos, en los que hubo valor, aguante, temple y mando, siguiendo la faena con cambios de mano de la muleta, terminó con manoletines, de un pinchazo y un estoconazo, terminó con la vida del bravo “Sortijo”, cortando una oreja, y saliendo en hombros”.
“Sinkeuel puso muy en alto los colores de su divisa, pues sus toros demostraron bravura y nobleza, y la buena casta que tienen: la mejor de España, “Murube” y la mejor de México, “San Mateo”.
Excelente corrida, magnífica crónica, y el recuerdo de una efeméride extraordinaria: un gran triunfo de “Manolete”, grabado en la memoria de los que lo vimos.