Por Ele Carfelo
Lo que voy a escribir en la columna de hoy, me ha llevado muchos días de meditación buscando en mi mente, que todas las ideas y conocimientos que he adquirido acerca del tema, pueda yo TRANSMITIRLO a las personas, muchas o pocas, que lean mi escrito.
Y lo primero que se me antoja pensar, es lo tremendamente difícil que es TRANSMITIR.
Pienso, entonces, en el principal protagonista de la fiesta de toros, que es EL TORO BRAVO. De modo que, tal vez, lo más importante que el toro tiene para que haya emoción en el espectáculo taurino, es LA BRAVURA. Y concluyo, que si el toro no posee esa cualidad en sus reacciones en el ruedo, el toreo no existiría. Por eso, lo más importante que hay para que en el ruedo haya la emoción, y se dé en el ruedo esa concepción de belleza, de luminosidad, de ARTE, de deleite para el que lo ejecuta y para el que lo observa, es que en el toro haya BRAVURA. De modo que los criadores de los toros para ser lidiados, de lo que más se preocupan, es que el producto vivo que sale de sus ganaderías, lleve adentro, esa cualidad extraordinaria y única, que es la BRAVURA. ¿Cómo lo hacen esos criadores para que esa BRAVURA llegue a los toros que producen? La forma en que la BRAVURA les llega a los toros, es POR HERENCIA… QUE SE LES TRANSMITE de sus padres. ¿Para qué?, pues para que ellos, los toros al lidiarse, a su vez TRANSMITAN con su conducta, la emoción que ofrece LA TAUROMAQUIA. TRANSMITIR es el verbo que traduce la función de trasladar algo intangible de un lugar a otro, la personalidad material que permite el tránsito de lo inmaterial. Todo lo que se transmite, es etéreo… se capta, pero no se toca, y todo lo que es susceptible de ser transmitido, precisa de un vehículo o soporte con capacidad mecánica, natural o artificial, para transportar la carga o mensaje a difundir. La Biología, la Tecnología, la Naturaleza son fuentes principales para proporcionar instrumentos generadores de transmisores.
Los seres racionales, nosotros los humanos, emiten señales que, recogidas por otros elementos de su especie a través de ese receptor de cinco canales, que son los sentidos corporales, pero a la vez, las almacenan en una especie de silo multifactorial que dé carácter a la racionalidad, que es EL ALMA, definida también por el entendimiento, la inteligencia, y la capacidad afectiva. Ese ser racional recibe lo que se le transmite, extrae conclusiones, porque piensa, incluso llega a hacerlo con tal sutileza, con tan atinada sutileza, con tan afinada sensibilidad, que puede alcanzar la percepción del mensaje aún antes de que éste llegue a obtener externidad: lo que conocemos como la “transmisión de pensamiento”.
Los seres irracionales, los animales, no disponen de las facultades mentales de pensar, entender e interpretar, NO TIENEN ALMA, sino que obran EXCLUSIVAMENTE POR INSTINTO, pero no por estar incapacitados para transmitir sensaciones provocadas por agentes externos o fabricadas por su aparato locomotor. Los animales dominados o domesticados por el hombre responden con sumisión y fidelidad, al estímulo que supone la cómoda supervivencia, aun cuando esté forzada por la cautividad. Ellos son criados en un “HABITAT” natural, y se manifiestan de manera imprevisible, sobre todo los de carácter indómito (como los toros) respondiendo a las facultades de su carácter funcional.
Entonces, ese producto excepcional de la zootecnia que es el toro bravo, obtenido como resultado de un sistema empírico de pruebas efectivas naturales, sin base científico-genética, la palabra TRANSMISION adquiere rango de fundamental. Los ganaderos intentan que los elementos de la población animal que manejan sirvan de vehículos transmisores de los caracteres que determinan el genotipo o “CASTA” en su capacidad para fijar peculiaridades de tipología y comportamiento, POR VIA HEREDITARIA. Esta herencia o patrimonio que el toro recibe, es lo que a su vez, el animal transmite en la plaza.
El aficionado demanda, en primer lugar, SERIEDAD en el aspecto físico del toro (TRAPIO), es decir, que el toro inspire respeto, temor, y sobre todo, no debe infundir la menor sospecha respecto a su INTEGRIDAD: defensas íntegras, limpias, cuerpo armónico y musculado y fortaleza física, que denote sensibilidad para la acometida. Partiendo de esa base, el toro con seriedad en el aspecto y estampa arrogante, debe transmitir todos aquellos factores que caracterizan a los elementos de su especie, fundados en el vigor, la capacidad de lucha, y poder de recuperación para crecerse ante el castigo y la fatiga de la lidia, para acometer bien, de forma leal y noble, desarrollando con moderación su INSTINTO DEFENSIVO (el “derrote”).
En resumen, todas estas TRANSMISIONES, todas estas exposiciones motrices y emocionales que el toro muestra en la plaza, son las que generan el fundamento irrenunciable de nuestra fiesta: LA EMOCION. La emoción que transmite el toro en su embestida que emociona a su vez al aficionado, sobre todo si el torero es capaz de CREAR ARTE en el ruedo.
Seguiré en la siguiente columna.