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Gabriel Zapata Bello

Juanita Cruz y su lucha por el derecho de la mujer a torear

El domingo 22 de enero de 1939 se presentó en la Plaza de Toros Mérida la valerosa torera española Juana Cruz de la Casa, Juanita Cruz, quien recorría el continente americano para confirmar, con arte y valentía, su categoría como la mejor espada femenina del mundo. La madrileña se presentaba en plazas y cosos fuera de España debido a que el recién instalado gobierno de Francisco Franco había proscrito que toreara en plaza alguna del país ibérico.

Juanita Cruz había empezado su carrera en 1932 a los 15 años y alternaba en novilladas con los aún desconocidos Manuel Rodríguez, Manolete, y Domingo González, Dominguín. Durante cinco años actuó en las mejores plazas españolas gracias a permisos especiales que le concedían los gobernadores de las provincias ibéricas, así como a la ardua batalla legal que sostuvo en pro de la igualdad y libertad de profesión, ya que el Reglamento de Tauromaquia de 1930 prohibía el toreo a pie a las mujeres en España.

La guerra civil española puso fin a su carrera en su país debido a que militaba en el bando perdedor y como republicana tuvo que optar por el exilio. En septiembre de 1938 empezó su andadura en América con su presentación en la plaza de toros El Toreo de la capital mexicana y, dado su éxito, recorrió las principales plazas del territorio azteca hasta 1942.

En su presentación en Mérida produjo gran expectación y un llenazo en el coso de la avenida Reforma, a pesar de que un sector del público taurino yucateco no aprobaba la presentación de la madrileña: “Estas fiestas bravas deben ser exclusivamente para hombres… ya las mujeres montan bicicleta y a caballo y vuelan aeroplanos… las autoridades municipales deben impedir tal desacato”1. Esa tarde Juanita alternó con los toreros Zepeda y Guerrita, lidió 6 toros de Palomeque. La madrileña tuvo una gran tarde, cosechó ovaciones en las tribunas así como buenos comentarios de los cronistas taurinos locales de la época, los cuales, sin embargo, seguramente molestarían hoy a las feministas más vehementes : “Juanita Cruz, además de ser guapa, puede con los toros”;… “¡Olé a las madrileñas castizas!”.2

Una semana después, el domingo 29 la diestra madrileña actuó nuevamente en el coso meridano donde toreó bureles de “Orizaba”, en esta ocasión sin tanta suerte como en su primera presentación; sin embargo, sus agallas y conocimientos le redituaron notas satisfactorias por su arrojo y buena voluntad frente a las bestias.

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial regresó a Europa y toreó por última ocasión en Francia; posteriormente volvió a España y vivir una vida discreta, alejada del mundo de los toros. Falleció en 1981 en Madrid y en su mausoleo en el cementerio de Almudena, bajo una hermosa estatua suya, se lee este epitafio: “A pesar del daño que me hicieron los responsables de la mediocridad del toreo en los años 1940-50, ¡Brindo por España¡”.

Con sus más de 700 corridas de toros por todo el mundo, Juanita Cruz supo con su arte y sus agallas luchar por el derecho de las mujeres a torear.

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