En la época dorada del automovilismo en México, existió un par de hermanos que desde muy pequeños trasladaron su pasión por la velocidad a una pista de carreras, sin saber en lo que se convertirían y lo que representarían para la historia del automovilismo en nuestro país.
Pedro Rodríguez, el hermano mayor, nació un 18 de enero de 1940 en la Ciudad de México; dos años después, en 1942, Ricardo Rodríguez le haría compañía por el resto de sus días.
Ricardo experimentó el inicio del éxito en 1960 al obtener el segundo lugar en las 24 horas de Le Mans. Fue nombrado, a los 19 años, el piloto más joven en participar en un Gran Premio de Fórmula Uno, a bordo de un Ferrari 156 con el que logró calificarse en segundo lugar.
El piloto enamoró tanto con su velocidad a Ferrari, que logró hacerse de los servicios del mexicano en 1961, donde brilló al colocarse en segundo lugar en el Gran Premio de Pau, cuarto en Bélgica, sexto en Alemania; además, obtuvo el doceavo puesto en el Mundial de 1961 y ganó la Targa Florio, una de las carreras automovilísticas más famosas de Italia.
Un futuro prometedor que terminó por ahogarse prematuramente. En noviembre de 1962, en la Ciudad de México, se realizó el primer Gran Premio en nuestro país, no puntuable, por lo que la escudería Ferrari decidió no asistir. Ricardo no se perdonaría ausentarse en el primer máximo evento que se realizaría en nuestro suelo, así que pidió permiso para correr en un Lotus 24. En el primer día de prácticas, el primero de noviembre, la máxima promesa de Enzo Ferrari, subió al auto asegurando a su esposa Sara que no tardaba en regresar, pero una falla lo hizo impactarse contra el riel de protección de la curva peraltada. Murió dejando una huella imborrable y tal vez un futuro llenó de mayores éxitos y alegrías para el pueblo mexicano. Una trágica noticia que obscureció el deporte en nuestro país. Ricardo fue el piloto con menos edad en manejar una carrera de Fórmula Uno. Con 19 años ya corría para la escudería Ferrari, logro que ningún mexicano ha podido replicar. Ahora se le recuerda como el piloto que pudo ser el más grande en México.
Después de la tragedia, Pedro Rodríguez pensó seriamente en el retiro. Sin embargo, para 1963 ya tenía un importante cartel en el automovilismo deportivo, por lo que muy rápido se tuvo que sacudir el dolor y volver al volante. Ese año fue tercero en las 12 Horas de Sebring, y también debutó en la Fórmula Uno, corriendo los Grandes Premios de Estados Unidos y México con el equipo Lotus.
Fue hasta 1967 que marcó su primera temporada completa en la Fórmula Uno y lo hizo en plan grande, ganando el Gran Premio de Sudáfrica, la primera prueba del año, con un Cooper T81. Esa fue la última victoria en F1 para Cooper. En 1968 sumó tres podios, corriendo con el equipo BRM (British Racing Motors), con el que obtuvo sus mejores resultados en la Fórmula Uno, pues con ellos tuvo cinco podios y la segunda victoria en el Gran Premio de Bélgica en 1970.
En total Rodríguez corrió 55 Grandes Premios, ganó dos, obtuvo cinco podios más, una vuelta rápida y fue sexto del Campeonato de Pilotos en 1967 y 1968. Además, hasta hoy es el mexicano con el mejor resultado en Gran Premio local al haber finalizado cuarto en 1968.
El 11 de julio de 1971, la última cosa que hizo Pedro en vida fue enviarle un telegrama a su padre, compartiendo la emoción de que correría en el Gran Premio de Alemania.“Corro hoy en Núremberg; llamo después de la carrera”. Pero en la pista, Pedro se estrelló contra un muro. En camino al hospital, lograron reanimarlo tres veces. No se recuperó del cuarto infarto.
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JG