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¿Era Picasso un macho? Sí, a los ojos de Olga Khokhlova, la esposa que pasó de musa a monstruo

CaixaForum Madrid acoge hasta finales de septiembre la exposición Olga Picasso, una intensa investigación que arroja luz sobre la vida de la bailarina rusa y su complicada relación con el pintor malagueño.

Bernard Ruiz-Picasso, comisario y nieto de la pareja, justifica algunos de los aspectos cuestionados sobre el pintor, como su infidelidad: “Desde el inicio de nuestra humanidad, hay ejemplos de hombres que van con otras señoras”.

Madrid, 19 de junio (ElDiario.es).– “Todas esas mujeres no están posando como una simple modelo aburrida. Están atrapadas en la trampa de esos sillones como pájaros encerrados en una jaula. Yo mismo las he aprisionado en esta ausencia de gesto”. Son algunas de las frases de Pablo Picasso  que aparecen en la biografía escrita en 1964 por Françoise Gilot , una de las decenas de amantes que tuvo el pintor malagueño.

La bailarina rusa Olga Khokhlova  fue de las primeras en convertirse en ese animal entre rejas que mencionaba el artista. Conoció a Pablo en 1917, cuando este se encontraba en Italia con la compañía de los Ballets Rusos para la que diseñaba los vestuarios. Al año siguiente se casaron. Se convirtió en la primera esposa y “musa” del maestro del cubismo, una que llegó a inspirar hasta 140 obras del llamado periodo neoclásico de Picasso. Pero no todos los cuadros reflejan armonía. Hubo un momento en el que se produjo una metamorfosis: la bella modelo se transformó en un monstruo de rostro desfigurado.

Para entender este cambio desde la óptica de Khokhlova nace la exposición Olga Picasso, que estará en CaixaForum Madrid hasta finales de septiembre después de pasar por París o Málaga. Uno de los tres comisarios con los que cuenta la muestra es Bernard Ruiz-Picasso, presidente del Patronato del Museo Picasso y nieto de los dos protagonistas de esta exposición. Para él, investigar sobre este pedazo de historia ha sido al mismo tiempo descubrir lo que ocurrió con su abuela más allá de las páginas escritas por Pablo. Ahora, las cartas que se leen son las de Olga.

“Ha sido como estar en casa y bajar al sótano a desempolvar fotos para aprender más de nuestros antepasados”, explica a eldiario.es  el comisario. La muestra reúne 335 piezas entre pinturas, fotografías y otra clase de documentos que fueron encontrados del mismo modo que ocurre en las películas: en un viejo baúl de viaje marcado con las iniciales de Olga. Este pasó al único hijo de ambos, Paulo Ruiz-Picasso, y de ahí llegó al siguiente en la línea sucesoria: Bernard Ruiz-Picasso. Todo ello, junto a las obras del pintor, otorgan una perspectiva histórica de Khokhlova como nunca se había visto.

“Sentía que había algo que no estaba en los libros. Se sabía que Picasso como artista moderno creó interpretando su vida cotidiana, pero en esta exposición hemos podido realmente poner en relación las obras con su vida personal”, explica Bernard Ruiz. Basta un vistazo para comprobar cómo el conocido como “periodo Olga” fue uno en el que el virtuoso del pincel abrazó una estética clásica, basada en la antigüedad greco-romana. No obstante, dentro de esta etapa se pueden apreciar cambios significativos que responden al estado de su matrimonio.

EL COLOR DE LA MATERNIDAD

Al principio Olga era retratada a todo color como una persona cabizbaja y pensativa, consecuencia del drama que estaba sufriendo su familia a kilómetros de ella por la Revolución rusa. “¿Dónde está papá? ¿Qué habrá sido de él? Este pensamiento me atormenta y me persigue sin tregua”, se puede leer en una carta enviada en noviembre de 1920 por Lidia Khokholova, su hermana.

Justo un año después de aquella misiva, la relación con Picasso ya mostraba claros síntomas de toxicidad. El pintor la abandonó mientras estaba embarazada y no fue hasta el nacimiento de Paulo, en febrero de 1921, cuando de nuevo surgió un impostado acercamiento entre ambos. La realidad fue que el artista estaba más motivado por inmortalizar con las acuarelas a su hijo, ya fuera vistiéndolo de Arlequín o montado en un asno, que por solucionar cualquier problema.

En 1925 tomaron conciencia del final del matrimonio, pero siguieron con él. Aparecieron los nubarrones, como reflejan los tonos grises que fueron elegidos por el malagueño para representar a su esposa. Lo que antes era una ventana al intimismo, a la belleza de la danza o a la maternidad, se cambió por una mujer inquietante con nariz afilada y dientes prominentes. Una figura que es, en definitiva, una amenaza para el espacio seguro del autor.

EL GRIS DE LA INFIDELIDAD

La crisis se acentuó cuando Picasso conoció y convirtió en su amante secreta a Marie-Thérèse Walter, que por entonces tenía 17 años. Fue en 1927, el mismo año en el que falleció la madre de Olga y comenzó una fuerte decadencia que la llevó a sufrir dos operaciones por lo que se cree que fue un cáncer. De hecho, es en plena hospitalización cuando descubre que su marido intenta buscar la inspiración en otra “musa”.

Es lo que se puede comprobar en la llamada “serie bañista”, realizada en la localidad francesa de Dinard donde veraneaban. Hasta allí se desplazó la familia Picasso a disfrutar de unas semanas de vacaciones, pero también apareció otra persona de forma clandestina: Marie-Thérèse. “Nosotros, los españoles, somos así: la misa por la mañana, la corrida por la tarde y el burdel por la noche. ¿En qué se mezcla todo esto? En la tristeza”. La cita es de Pablo Picasso, y la recoge André Malraux en el libro La cabeza de obsidiana (1974).

“El lío que ocurre entre mi abuela y Marie-Thérèse no es solo algo que le ha ocurrido a Picasso. Creo que en el planeta hay varios ejemplos desde el inicio de nuestra humanidad de hombres que se van con otras señoras”, dice Bernard Ruiz-Picasso, quitando importancia a los actos de su abuelo.

No opina igual su otra nieta, Marina Picasso. En su libro Picasso, mi abuelo (2001) le cataloga como alguien déspota y misógino que, según su sinopsis, fue capaz de reinar “sobre su familia como un ser ególatra y despótico”. Tampoco tiene buenas palabras del pintor la inicialmente mencionada Françoise Gilot, que contó en su biografía cómo el artista malagueño arrastraba a Olga por el suelo tirándola del pelo o le daba sedantes para calmarla.

Bernard Ruiz-Picasso, en cambio, aseguró en una entrevista en El País realizada el pasado mes de febrero que su abuelo “era un gran feminista”, una afirmación que no pasó desapercibida. Ahora explica que aquello “fue sacado de contexto” y que “nos llevaría mucho tiempo hablar de eso”. “Lo que quería decir es que Picasso desde el inicio de su carrera con el periodo azul muestra a la figura femenina en todos sus aspectos sin esconderse. Es un artista que habla de la convicción femenina con una gran fe en su vida privada, demostrando cómo los hombres pueden ser malos y buenos”, asegura.

Olga Khokhlova estuvo con Picasso hasta el verano de 1935, momento a partir del cual se dedicó a vivir de hotel en hotel. Se separaron teóricamente, porque en la práctica siguieron casados según los deseos Pablo para evitar el reparto de bienes. El 11 de febrero de 1955 se terminó su vida y también su matrimonio.

Por Redacción / Sin Embargo

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