Antropólogo Jorge Franco Cáceres
¿A quién no complace enterarse de que algún opositor de los poderes estatales va a intentar una evaluación crítica del desarrollo nacional o regional en términos de bienestar social? No puede ser de otro modo, porque eso nos lleva a pensar que al fin alguien entendió lo que le corresponde como oposición seria y responsable a la Cuarta Transformación (4T).
Sin embargo, decepcionante es constatar que lo ofrecido se queda casi siempre en reclamaciones tecnocráticas o, peor aún, no pasa de ser un caudal de calumnias contra el jefe del Estado mexicano. Tiro por viaje, no nos queda más que archivarlas como intentos evaluatorios fallidos o, incluso, como curiosidades de analfabetas políticos.
No son muchos los opositores privados del régimen actual que demuestran ser capaces de ofrecer balances críticos con perspectiva social desde los medios impresos y las redes electrónicas. A diferencia de ellos, abundan los resentidos públicos que profieren insultos reactivos, promueven intrigas envolventes y montan falsos positivos. Esto ocurre desde Baja California hasta Yucatán y desde Jalisco hasta Veracruz.
Ya sean senadores convenencieros, diputados trepadores, gobernadores acomodaticios, líderes protagónicos, munícipes rebeldes, empresarios inconformes, etc., la mayoría solo evidencia ante la opinión pública carencia de orientación científica para la evaluación crítica del desarrollo social, debido a que no tienen la indispensable motivación humanística para ponderar el bienestar asociado.
Las evaluaciones críticas no son reclamaciones a partir de ajustes tecnocráticos a modelos descontextualizados, según los designios globales para imponer proyectos opresivos desde perspectivas autoritarias. Quien pretenda hoy día estos recursos impositivos del neoliberalismo, no tendrá forma de convencer a alguien de que procede a partir de contenidos sociales y menos de que sigue métodos democráticos.
Las evaluaciones críticas no son parte de los repertorios de las oposiciones reactivas, porque estas no son partidarias de procesos constitutivos o formativos de las instituciones republicanas. Operan desde reclamaciones bajo influjos golpistas, porque intentan exagerar factores para luego acusar a actores, especialmente a aquellos que tienen incidencia en la conducción de los poderes estatales, la planificación de las políticas públicas y el impulso de las estrategias sociales.
Los manuales de índices de medición y los programas de simulación de situaciones son los instrumentos preferidos de los opositores más protagónicos, para pretender que saben realizar evaluaciones socialmente críticas del progreso social en México. Proceden así en aspectos siempre clasificatorios como necesidades básicas, fundamentos del bienestar, oportunidades inmediatas, etcétera.
Plegándose al criterio de que la calidad de vida de la población, en general, depende de los apartados señalados, algunos opositores se atreven a manifestar que son capaces de evaluar lo que realmente importa en la vida de las personas en particular, procediendo desde ejercicios simplistas de revisiones estadísticas y comparaciones numéricas.
Tampoco se detienen para pretender que hacen serias llamadas de atención a las autoridades federales y los gobiernos estatales por problemáticas diversas. Claman por las carencias alimentarias, las enfermedades infecciosas, las campañas preventivas, las tasas de mortalidad, el saneamiento ambiental, la vivienda deplorable, el hacinamiento familiar, la inseguridad personal, el analfabetismo, el promedio de vida, etc., pero siempre sin aceptar que se trata de resultados de décadas de corrupción estatal y abandono público.
No son pocos los opositores en la actualidad: panistas, priistas, perredistas, emeceístas, etc., evidencian sus aspiraciones a ser tomados en cuenta por las autoridades y los líderes de la 4T, especialmente a partir de sus reclamaciones patéticamente tecnocráticas, que solo ellos consideran como avanzadísimas evaluaciones sociales.
Se trata de sujetos protagónicos con fueros públicos, quienes insisten en procurar situaciones regionales que nunca terminan de plantear desde sus posturas reactivas y, en consecuencia, sus desplantes en torno a las problemáticas que tergiversan, como consecuencia lógica de sus incapacidades políticas, nunca van más allá de las reclamaciones arbitrarias desde manuales de clasificaciones y mediciones.
Ojalá entendieran que las evaluaciones críticas no son reclamaciones tecnocráticas, sino procesos de comprensión de las problemáticas sociales y de diálogos políticos que deben ser continuos, cualitativos, educativos, formativos, integrales y cooperativos.
Nadie podrá reconocer la existencia de una oposición seria y responsable ante la fuerza y los poderes de la 4T, mientras los sectores privados y los partidos políticos no muestren disposición al aprendizaje interaccionista, significativo y constructivista. No puede ser de otro modo, debido a que hasta hoy no han demostrado estar comprometidos con el amplio proceso político de construcción social y humana de la democracia republicana.