No tienen futuro boyante el PAN, el PRI, el PRD, etc., en los poderes estatales. No. Porque lejos de reclamar justicia o al menos pedir perdón por sus siniestros historiales, solo proceden tratando de forzar la complicidad del nuevo régimen con el viejo esquema de corrupción, impunidad y violencia.
Ninguno de esos partidos reclama justicia histórica y, si alguno se animara a pedir perdón actualmente, no sería para respaldar algún llamado a cuentas por abusos sociales, despojos patrimoniales o saqueos nacionales, sino para actuar ante la opinión pública, de la que nuestro país no puede prescindir como su respaldo.
Cualquier partido derrotado el 1 de julio que se atreva a pedir perdón sin reclamar justicia, va a hacerlo para pretender que la resistencia emergente –nunca realmente oposición partidista–, que los apabulló para convertirse en poder estatal y fuerza mayoritaria, y está logrando dos propósitos que nunca asumieron como membretes derrotados:
1) Revertir la lumpenización masiva de la dictadura tecnocrática, que PAN, PRI, PRD, etc., respaldaron activamente desde la modificación de las leyes para facilitar la desintegración laboral, la desorganización política y la reducción de las instituciones alentando el desclasamiento indispensable para la instrumentación ventajista de la marginación social y la delincuencia organizada.
2) Evitar la polarización elitista o conservadora bajo el nuevo régimen democrático, que los gobiernos panistas y priistas, así como los partidos derrotados, instrumentan desde los espacios publicitarios y las redes sociales para acciones oportunistas con tintes golpistas.
Nadie cree hoy en día que PAN, PRI, PRD, etc., a pesar que se han quedado sin vías políticas exclusivas ni cauces institucionales preferentes, están interesados en pedir perdón público por sus siniestros historiales. Por sí mismos, han preferido permanecer como oposiciones reactivas que secuestran reclamos sociales desde los espacios publicitarios y las manifestaciones públicas.
Su futuro no es boyante, porque si no están actuando como oposiciones serias y responsables y sí están intentanto golpismo oportunista y calumnioso, ¿cómo pueden creer dentro de los partidos derrotados el 1 de julio, que van a recibir oportunidad de regresar a gobernar y legislar con solo pedir perdón?
Resta señalar que juntos o por sí mismos, PAN, PRI, PRD, etc., no pueden construir alguna oposición histórica al régimen de la Cuarta Transformación Republicana. No, mientras sigan sin evidenciar que tienen compromisos democráticos con las leyes nacionales, los problemas sociales, las instituciones públicas y las militancias partidistas.
Comentario sobre los partidos derrotados y el gobierno peñista
Deambulan por ahí personajes partidistas –probados incondicionales de la dictadura tecnocrática y el Pacto por México– que se atreven a declarar que el gobierno de Enrique Peña Nieto fue reformador económico más que reformador político.
Yo les pregunto a esos sujetos que actúan como simuladores republicanos más que como oposiciones democráticas, que se mantienen medrando como representantes federales y estatales: ¿cómo puede una reforma del tipo que sea pretenderse como tal si no tiene nada de política?
El gobierno de Enrique Peña Nieto despreció e ignoró la política y por eso tampoco impulsó, y menos consiguió, alguna reforma legítima. No fue reformador histórico en ningún sentido, porque solo fungió como un aparato tecnocrático que siniestró las leyes y las instituciones para entregar todo lo que interesaba a las camarillas mexiquenses.
¿Acaso debemos pretender como reformas esos trámites forzados por mayoriteos legislativos y servilismos partidistas, alcanzados a base de compras de lealtades personales y repartos de recursos públicos al PAN, PRI y PRD?