Antropólogo Jorge Franco Cáceres
Durante cierto tiempo, cuando el nuevo coronavirus era considerado un problema de China, los países latinoamericanos no prestaban atención a la pandemia global.
Meses después del inicio de la crisis de Wuhan, cuando las infecciones, afectaciones y los fallecimientos han desquiciado la Unión Europea y los Estados Unidos de Norteamérica, los gobiernos centroamericanos, caribeños y sudamericanos están tratando desesperadamente de evitar el contagio comunitario y la propagación masiva del COVID-19.
Hemos vistos eventos extremos como el de El Salvador que, a pesar de haber registrado unos cuantos casos, se cerró completamente al mundo exterior. Otros países como Perú, Guatemala y República Dominicana, apuestan a los toques de queda para conseguir el control sanitario que evite la peor fase de la pandemia que actualmente azota al mundo.
También hemos visto sucesos también como Brasil, donde los gobernadores regionales asumen la emergencia sanitaria con mayor seriedad política y responsabilidad social que la presidencia de Jair Bolsonaro. Y casos peculiares como los de México y Argentina, donde finalmente los gobiernos federales destacan por planes sanitarios nacionales que convocan a la organización social y la acción solidaria.
El nuevo coronavirus no se detiene ante la población de ningún continente y América Latina no se queda atrás, pues la enfermedad pulmonar del COVID-19 está ya y sigue avanzado en una veintena de países. La región registraba el pasado 1 de abril más de 20,000 casos confirmados, según un balance de la AFP con información de autoridades nacionales y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Entre México, Centroamérica, el Caribe y Sudamérica, acumulaban ese día 20,081 contagios y 537 muertos. Los países más afectados del área, han sido: Brasil, con 5,717 casos de los cuales han fallecido 201 personas; Ecuador (2,748. 93), República Dominicana (1,284. 57); México (1,215.29) y Panamá (1,181. 30) en tanto Argentina registraba 1,054 contagios y 27 decesos.
Después que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró los brotes de la enfermedad viral como una pandemia mundial, tal parece que el único consenso que surgió entre las autoridades, representantes y empresarios de América Latina ha sido tratar de evitar la fase de emergencia pandémica como sea, es decir, a partir del miedo populista o el pánico social a la propagación masiva y el contagio comunitario del COVID-19. Veamos algunos ejemplos:
- En Costa Rica, el ministro de Salud anuncia que llega a 375 casos de COVID-19, al mismo tiempo que el presidente Carlos Alvarado anuncia el endurecimiento de las medidas de restricción a la circulación, que son aplicadas con el objetivo de evitar aglomeraciones y reducir así las posibilidades del contagio.
- En Bolivia, el gobierno de la presidenta interina Jeanine Añez y el ministro Yerko Númez admiten que no tienen condiciones en salud para enfrentar la pandemia mundial, y que lo único que pueden hacer los bolivianos es quedarse en sus casas. La pandemia sigue cobrando vidas en aumento en el país andino.
- En Chile, el presidente Sebastián Piñera promulga una ley que busca mantener los empleos que se suspendan, debido a las medidas para evitar la expansión del nuevo coronavirus, librando al empleador de pagar total o parcialmente los sueldos de esos trabajadores, que irán con cargo al seguro de desempleo.
- En Paraguay, el Senado aprueba el aplazamiento “hasta por un año” de las elecciones municipales del 29 de noviembre próximo, debido a la emergencia sanitaria por el nuevo coronavirus. El órgano legislativo resolvió, además, que las elecciones internas de los partidos y movimientos políticos se celebren en “cualquier domingo entre 90 y 120 días antes de la fecha señalada en la convocatoria respectiva”.
- En Ecuador, se impone el temor ante el número de fallecimientos por coronavirus que asciende a 93, la mayor parte de ellos en la provincia costera de Guayas (60), que alberga más del 70 % de los 2,748 casos confirmados. Hablan también de 75 “fallecimientos probables” por coronavirus a nivel nacional, según el último reporte oficial.
- En Nicaragua, el presidente Daniel Ortega destituye a la ministra de Salud. En medio de la polémica por mala gestión de la crisis sanitaria provocada por el nuevo coronavirus, nombra como nueva ministra a Martha Reyes, quien se desempeñaba como directora de Prevención de Enfermedades del Ministerio de Salud.
- En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro anuncia medidas de apoyo financiero frente al COVID-19, que insiste en calificar como “gripecita”, pero termina por admitir, en un pronunciamiento en cadena nacional, que se trata del “mayor desafío de esta generación”.
Así las cosas, entre tantas medidas drásticas para tratar de evitar a toda costa que se presenten más casos del COVID-19 en los países latinoamericanos, solo destacan las posturas profesionales de algunos expertos sanitarios, como Samuel Ponce de León, médico jefe de enfermedades infecciosas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que señala que una “estrategia de contención debería ser de al menos un año o más”, porque ese sería el tiempo que los microbiólogos necesitarían para desarrollar una vacuna confiable.
Más medidas radicales ocurren en Argentina, Bolivia, Paraguay, Perú y Venezuela, cuando se anuncian prohibiciones de vuelos aéreos desde Europa. Alberto Fernández informa que los vuelos desde Europa, incluidos Estados Unidos y China, se detienen por 30 días. Nicolás Maduro también prohíbe todos los vuelos desde Europa durante un mes. Nayib Bukele pone en cuarentena a todo El Salvador para “evitar que llegue el virus”.
Comparten entre ellos que el aislamiento total de sus países medianos o pequeños es la medida más apropiada, porque se trata de mantener el nuevo coronavirus fuera de sus poblaciones el mayor tiempo posible. Y todo ocurre así debido a que no tienen recursos ni organización para enfrentar lo que serían las peores olas de infecciones y afectaciones por COVID-19. Se atreven a reconocer que, si las situaciones en Italia y España son catastróficas, podrían ser peores en Centroamérica, el Caribe y Sudamérica.
Finalmente, llegamos a México, donde lo que parece ser factible aunque nunca será viable en una gran cantidad de países latinoamericanos, no tiene la menor posibilidad de ser en un estado con 125 millones de habitantes.
El subsecretario de Salud, Dr. Hugo López Gatell Ramírez, es muy claro cuando declara que las circunstancias para enfrentar la pandemia del COVID-19 son diferentes en cada país. Reconoce que el volumen de la economía mexicana, en interacción con las poderosas economías de Estados Unidos y Canadá, es muchas veces mayor que la de varios países latinoamericanos juntos. Concluye así que no hay medidas draconianas que funcionen para México, pues su estructura federal y el respeto a sus estados tienen un papel determinante en la elaboración de un plan nacional para enfrentar la crisis pandémica.
Para el Dr. López Gatell, lo más importante ahora son las medidas programáticas de respuesta nacional a la pandemia del COVID-19, adoptadas racionalmente con base en los recursos públicos disponibles y las fuerzas organizadas con que cuenta el Estado mexicano que encabeza el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Como científico y profesional de la salud pública, advierte que el mayor enemigo ante el contagio comunitario y la propagación masiva es el pánico masivo. Y que no se trata de tomar medidas drásticas contra una pandemia que sabemos tenemos que enfrentar, sino de proceder con seriedad y serenidad a favor de la salud del pueblo mexicano.