Metodología de los “por qué”
Marta Núñez Sarmiento*
LIX
“¡Las científicas cubanas son unas corajudas, no les tienen miedo a esos bichos!”. “¡Sin los sacrificios de las médicas y las enfermeras no estaríamos saliendo del coronavirus!”. “Las cubanas nos sacaron del Período Especial y ahora nos están sacando de esta pandemia”. Estas loas repetidas hasta el cansancio hablan de la abnegación con que las mujeres asumen sus responsabilidades hogareñas durante su vida; son una reducida muestra de cómo los hombres cubanos califican la participación de las cubanas en los servicios de salud que han aparecido en los noticieros de la TV y la radio en los dos meses y medio en que se decretó el aislamiento social y físico para toda Cuba. Continúan la tradición de elevar a un altar la entrega femenina en el hogar, que, ahora, manifiestan en sus ocupaciones. Son parte de las decenas de expresiones que comencé a acopiar en el cuaderno de observación que llevo en mi encierro doméstico, ya que no puedo emprender los trabajos de campo en los que privilegio las entrevistas a profundidad a expertos y personas que están personificando la cultura de la resistencia ante la crisis epidemiológica que vivimos en mi país.
Estudio estas expresiones porque son parte de las “evaluaciones sociales” sobre las trabajadoras de la salud que proyectan los mensajes que comunican los medios audiovisuales e impresos. Aclaro que estas manifestaciones son parte de la ideología popular masculina que recogen los periodistas en las entrevistas a la población. En otro artículo analizaré las imágenes sobre las profesionales de la salud pública que los medios cubanos han trasmitido a partir del 11 de marzo. Las evidencias del papel imprescindible de las mujeres en el combate a la pandemia han sido tan fuertes en un tiempo tan corto, que, aun cuando los contenidos resultan contradictorios en cuanto a las funciones de las cubanas durante la pandemia, los medios han roto muchos de los estereotipos patriarcales con los que suelen adornarlas.
Asumo este concepto de “evaluaciones sociales” a la manera que lo hace Yanetsy Pino Reina cuando analiza los rasgos de la ideología de género en la poesía de una selección de autoras cubanas de la segunda mitad del siglo xx e inicios del xxi. Ella afirma que “[…] las evaluaciones sociales son las responsables de asociar la obra al tejido general de la vida social a un grupo, un género, tanto desde la visión y comprensión misma del acontecimiento que se trasmite como de las formas de trasmisión del mismo. Por tanto, las evaluaciones sociales constituyen el centro generador de los campos significacionales de enunciados, interpenetran en la unidad de la construcción poética, las formas de la representación, su proyección en la realidad, su desenvolvimiento en el tiempo, los significados ideológicos de los acontecimientos representados, atraídos por innumerables factores, de género, tradición, memoria y contexto, así como por la propia incognoscibilidad o invisibilidad del sistema o medio ideológico que los domina”.1
Como mi propósito es reconstruir el discurso de resistencia con que la población cubana identifica el desempeño de las mujeres en esta crisis epidemiológica, necesito reconocer también cómo se autocalifican las protagonistas de esta resistencia en el campo de la salud, si ellas asumen su función de “eternas sacrificadas” que le atribuyen los cubanos, o si asumen identidades diferentes.
Ante todo, los contenidos con que los medios cubanos proyectan las imágenes de las cubanas en las esferas de la salud pública y de las ciencias asociadas a ella reconocen a viva voz que ellas son la mayoría en estos dos sectores: entre los galenos, las enfermeras, las científicas, las estudiantes universitarias de medicina que durante dos meses tocan a las puertas de todas las casas del país para dar los buenos días y preguntar por el estado de salud de sus moradores. También ellas son la mayoría de las que calculan las estadísticas epidemiológicas, de las que brindan ayuda psicológica a quienes la solicitan a través del 103, así como de las que evalúan los porqué y los pronósticos de la epidemia desde las matemáticas, la sociología, la demografía, la antropología, la geografía y la historia.
¿Cómo expresan estas mujeres sus modos de ser en las funciones que asumen en esta resistencia a la epidemia? Su elocuencia rebasa la evaluación de “sacrificadas”, es más, casi no se detienen en ello. Relatan que escogieron sus carreras porque les atraían, especialmente porque desde ellas enriquecerían la cultura de salud de los cubanos.
Tomaré como ejemplo la intervención sobre el papel de las ciencias en la lucha contra la epidemia de la Dra. Ileana Morales Suárez, directora de Ciencia y Técnica del Ministerio de Salud Pública, en la TV el 13 de mayo.
Resumió los tres fundamentos que guían a las ciencias en este programa. El primero consiste en que en tiempos de la epidemia se pone de manifiesto que la salud no puede considerarse como mercancía, sino como un producto social que beneficie universal y gratuitamente a todos los ciudadanos. En la mayoría de las 185 naciones afectadas por el coronavirus donde prevalece la medicina privada, las cifras de personas infectadas y fallecidas son pavorosas. Morales Suárez insistió en que para Cuba constituye un imperativo que exista un trabajo coordinado intersectorialmente de todos los sectores de la sociedad en función de la salud, y, entre ellos, las ciencias desempeñan un papel fundamental.
El segundo fundamento reside en la función de las ciencias. Suele pensarse que ellas existen alejadas de la salud, pero, en el caso de Cuba, esta epidemia evidenció la cercanía que tienen las ciencias con los resultados de la salud pública. Los medios contribuyeron a sacar a la luz cuánto contribuyen los ensayos clínicos de los medicamentos de última generación para curar a los infectados, así como evitar las muertes en muchos pacientes que estaban clasificados como graves y críticos. Muchos cubanos que desconocían los beneficios de la homeopatía o que desconfiaban de ella, pudieron elevar la inmunidad de sus organismos con unas humildes gotas sublinguales desarrolladas en laboratorios del país, que se distribuyeron gratuitamente.
El tercer basamento reside en que las ciencias cubanas han acompañado durante décadas la toma de decisiones en materia de salud pública antes, durante y después de los eventos de epidemia que nos han asolado en los últimos 61 años.
La Dra. Morales Suárez aseguró que las lecciones aprendidas en el evento epidemiológico de la COVID-19 “quedarán para convertirse en acciones normales”. Ejemplificó que los científicos vinculados a la salud, junto a otros campos, participan en el Comité de Innovación que discute diariamente las propuestas para enfrentar la epidemia, las evalúa y en cuestión de horas las introduce, teniendo en cuenta la urgencia con la que hay que actuar. Comentó que comenzaron por formular 12 propuestas de vías de intervención, de estudios de todo tipo y de ensayos clínicos, entre otros, que en menos de un mes alcanzaron las 70 proposiciones.
La especialista agregó que empezaron a publicar los resultados de estas investigaciones. Al respecto, revisé los autores de algunos de los más de 30 artículos científicos en el campo de la salud que se publicaron en estos dos meses y medio y, sin ánimo de ser conclusiva, conté más féminas entre ellos.
Algunos programas de la TV han presentado a varias de las científicas que más influencia han tenido en esta batalla, quienes, a pesar de llevar los obligados nasobucos, lograron comunicar a los televidentes sus alegrías, pesares e inseguridades a los largo de sus carreras, como seres humanos que son. Explicaron cómo iniciaron sus estudios de medicina, biología, microbiología y bioquímica, entre otras; describieron sus aportes científicos; confesaron los miedos ineludibles que experimentan cada vez que manipulan los virus y las bacterias; hablaron de sus tristezas cuando los resultados de sus investigaciones no fructifican, por lo que deben tomar otros caminos. Una de ellas, reconocida mundialmente por sus aportes al virus del dengue, confesó lo lindo que le parece el coronavirus cuando lo observa por el microscopio.
Todas hablaron con sinceridad de las familias de donde provienen y de las que han formado, y, como buenas cubanas, alabaron a sus hijos. Cuando los periodistas indagaron qué “ayuda” les prestan en sus hogares para despojarles de las tareas domésticas, muy pocas dijeron que sus parejas participan en ellas. Otra vez, como todas las cubanas, no mencionaron que las figuras masculinas colaboraran en ellas. Por sus relatos, varias de ellas encabezan sus hogares o no conviven con una pareja estable. Solo entrevistándolas con profundidad sociológica o solicitándoles que accedan a una historia de vida, se podrá llegar a las “evaluaciones sociales” que propone Pino Reina. En esas indagaciones habría que profundizar en cómo organizan los cuidados que requieren los adultos mayores de sus familias, quienes fueron los niños que nacieron en el “boom” posterior a la II Guerra Mundial, que están jubilados, pero que seguramente fueron profesionales que demandan cuidados de mayor calidad que los que requería la mayoría de los abuelos de las científicas del presente.
Estas mujeres de las ciencias que tributan a la salud deben padecer de los bajos salarios que perciben como trabajadoras del sector estatal. Incluso, los aumentos que recibieron en agosto de 2019 no cumplen la primera parte del principio socialista de “a cada cual según su trabajo”, a pesar que cumplen con creces la segunda parte “de a cada cual según su capacidad”. Esta es una realidad con la que convivimos los cubanos y que, muy a pesar de la Dirección del país, aún no ha cambiado para llegar a retribuir con justicia a los ocupados en los sectores públicos.
Y hablando de las “evaluaciones sociales”, hace poco la TV trasmitió el serial Con ciencia, basado en hechos reales que recrean las vidas cotidianas de los hombres y de las mujeres de un instituto científico insignia cubano, de esos que producen medicamentos basados en la ingeniería genética y la biotecnología. El guión presentó con crudeza y sensibilidad las historias de estas personas, concentró su atención en las de las féminas y demostró cuánto coraje poseen para enfrentar los avatares de sus cotidianidades científicas, hogareñas y sentimentales.
Notas
1 Yanetsy Pino Reina: Hilando y deshilando la resistencia (pactos no catastróficos entre identidad femenina y poesía), Premio Casa de las Américas 2018, Premio de Estudios de la Mujer, pp. 41 y 42.