Con un talento musical intangible, George Harrison siempre tuvo una gran luz, la cual tardó en deslumbrar. Como la Luna, el más callado y modesto de Los Beatles, iluminaba con una genialidad musical propia, pero solamente de noche, a la vista de muy poco, al ser reprimido por los dos inmensos soles llamados John Lennon y Paul McCartney, quienes al tomar la batuta en la composición de las canciones en los inicios de la banda, relegaron el irrebatible potencial de Harrison a un segundo plano.
Sin embargo, el tiempo pone a cada quien en su lugar y a los genios de una generación les concede, tarde o temprano, el aposento de los inmortales.
Si bien Lennon, McCartney y Ringo Starr -este último, el eslabón que dio equilibrio al Cuarteto de Liverpool en los momentos más álgidos- interpretaron un rol más protagónico de la película, Harrison prefirió tomar un papel más secundario, sin reflectores, el cual le permitió esconderse en la oscuridad para crear estrellas en forma de canciones emblemáticas y melodías únicas e inconfundibles, mismas que destellaron en el firmamento de su alma y las de millones de personas a través del tiempo.
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JG