Manuel E. Yepe
En Occidente en general, y en Europa en particular, se asiste al resurgimiento de los partidos políticos. Tanto viejos partidos como el Laborista británico, como nuevos como el Podemos de España y el Insumiso de Francia, han experimentado aumentos espectaculares en los años recientes, con notables innovaciones organizativas.
Paolo Gerbaudo, sociólogo británico de la universidad King´s College y especialista en movimientos sociales y partidos, concede gran importancia a este renacimiento dado que durante muchos años los sociólogos y politólogos han predicho, casi unánimemente, que los partidos políticos estaban perdiendo preeminencia en las sociedades digitales globalizadas y altamente diversificadas.
De hecho, la actual revivificación de la izquierda europea ha desmentido tales pronósticos, porque la tecnología digital allí no ha suplantado al partido y, más bien, los activistas de los partidos han utilizado sus avances para desarrollar mecanismos innovadores para atraer a los ciudadanos, sin que hayan dejado de afirmar que la lucha política es su principal instrumento de trabajo.
La revitalización de los partidos políticos en el viejo continente se ha hecho evidente, en primer lugar, por el incremento de sus miembros, contrastante con la disminución de la membresía que muchos partidos históricos europeos venían experimentando desde la década de los años ochenta del siglo XX, afirma Gerbaudo.
En Gran Bretaña, el Partido Laborista está próximo a alcanzar los 600,000 miembros, después de haber tocado a fondo con sólo 176,891 en 2007 al final del liderazgo de Tony Blair. En Francia, el movimiento Francia Insumisa de Jean-Luc Melenchon cuenta con 580,000 partidarios, lo que lo convierte en el mayor partido de Francia a sólo un año y medio de su fundación. En España, el partido Podemos, fundado en 2014, cuenta con más de 500,000 miembros, más del doble que el partido socialista tradicional.
Incluso en Estados Unidos, un país que durante la mayor parte de su historia ha carecido de partidos socialistas con militancia de masas en el sentido europeo del término, se observa una tendencia algo similar en los Socialistas Demócratas de América (DSA), la formación socialista más grande del país, que ha crecido hasta alcanzar los 50,000 miembros tras la candidatura de Bernie Sanders para la nominación demócrata en 2016.
Según Gerbaudo, este espectacular crecimiento del número de miembros de los partidos de izquierda “moderada”, muchos de los cuales son nuevas formaciones, contrasta con las previsiones que hasta hace poco hacían muchos politólogos. Entre la década de 1990 y el período inmediatamente anterior a la crisis financiera de 2008, muchos académicos coincidieron en predecir la desaparición definitiva de los partidos políticos. En medio de la creciente apatía de los votantes y la disminución del número de sus miembros, los partidos políticos eran considerados por muchos una reliquia del pasado en tanto que la teoría posmoderna del “fin de la historia” profesaba que la historia del partido -actor histórico decisivo en la mayoría de las teorías marxistas tradicionales- había concluido.
El académico del King´s College británico sostiene que el nazismo y el estalinismo demostraron hasta qué punto un partido podía convertirse en una máquina empeñada en manipular a sus miembros e imponer una obediencia inquebrantable. Pero tan grave y problemático como ello fue la forma en que esta crítica se conjugó con el resentimiento liberal de larga data contra los partidos políticos, aguijoneada por un miedo antidemocrático a las masas organizadas y sus demandas de control democrático y redistribución económica.
Este discurso liberal de crítica al partido político se remonta a los orígenes de la democracia moderna. Atacaban a los partidos políticos por someter al individuo a la obediencia y la uniformidad, y argumentaban que en lugar de servir a los intereses generales de la sociedad, los partidos terminaban defendiendo el estrecho interés de una facción.
En los tiempos neoliberales, esta preocupación por la libertad individual ha encontrado una nueva forma de expresarse en la sobrevaloración de la iniciativa empresarial y de la espontaneidad de las fuerzas de mercado no reguladas, haciendo que todas las formas de organización colectiva parezcan ilegítimos impedimentos a la propiedad privada y la libertad individual.
Irónicamente, dice Gerbaudo, gran parte del rechazo que la gente siente hoy en día hacia los partidos políticos es producto de la ideología neoliberal, y de la forma en que durante los años 1990 y 2000 esta ideología facilitó la transformación de los viejos partidos de masas de la era industrial en nuevos “partidos líquidos” al estilo de los “partidos profesionales/electorales” estadounidenses, cuyo cinismo ha sido capturado en el imaginario público por series de televisión como House of Cards y The Thick of It, con spin doctors y encuestadores y consultores de comunicación que sustituyen con ventaja a los viejos apparatchiks y cuadros del partido.
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