Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga(Especial para Por Esto!)
LA HABANA, Cuba, 3 de noviembre.- Es aún tan pequeñita que puede sostenérsele apenas con un brazo. Se estira, abre por un instante los ojitos y vuelve a hundirse, morosa, en el sueño, mientras le acaricia la brisa de la terraza y, muy cerca de ella, su mamá la vela, complacida…
Veinticinco días de nacida no es tiempo suficiente para saber a quién se parecerá esta, o algún bebé. Pero todos quienes han conocido a Ainhoa dicen que es igualita a su padre; aunque la abuela insista en que es idéntica a su mamá recién nacida, y el papá asegure que se parece a los dos.
Después de tantos ballets interpretados juntos, los primeros bailarines del Ballet Nacional de Cuba Annete Delgado y Dani Hernández están estrenando la más perfecta obra de ambos: una «puesta» que estará siempre en la escena de sus vidas, sin tener que pisar los escenarios.
Para Annete, la niña es el mejor contrapeso a esa cierta nostalgia que a veces, muy pocas veces, aflora en ella estos días de Festival, cuando hay tantos ballets sobre las tablas, y sea inevitable pensar que a estas horas ella estaría interpretando este o aquel rol. Pero la sensación dura solo un instante.
“Estoy, realmente, feliz, y Ainhoa me llena mucho. Esta solo es una pausa”.
A Dani, la pequeña le depara el mejor momento del día cuando él llega a casa, agotado de los ensayos de la tarde y una función que terminó a las 11 y 30 de la noche, y la bebita lo recibe, despierta.
“Tenerla así, sentir que hay una cosita tan chiquitica por la que uno siente tanto amor, te hace olvidarte del cansancio y de todo. Es el momento que prefiero”, aparte de que le posibilita ayudar a que Annete descanse luego de pasar el día con la pequeña.
“La suerte es que la niña salió a nosotros: es dormilona. Pero cuando llego aquí tarde, casi siempre está despierta”, asegura.
Chela, la abuela materna que tanto ha ayudado a Annete durante su carrera como el resto de la familia, ha dejado un poco ahora su labor habitual en la fotografía para disponer de más tiempo para la niña, y se dedica al video.
Será ella quien se ocupe de Ainhoa cuando la prestigiosa bailarina y feliz mamá, vuelva completamente a la vida profesional activa.
“Todavía recuerdo cosas de cuando crié a mis dos hijas, dice cuando se le pregunta si puede asumir nuevamente el rol.
Mira a la niña: “Pienso que puedo quedarme con ella sin problemas”.
Difícil hallar momento para la maternidad
Han transcurrido solo tres semanas desde el parto y a Annete se le ve resplandeciente y “entrando en forma”. Ya ha ido recuperando paulatinamente el exigente peso de las bailarinas, y solo espera la consulta correspondiente al primer mes del alumbramiento, para saber cuáles serán las orientaciones del médico.
Si fuera por ella, ya hubiera empezado. Pero la niña nació mediante cesárea y hay que tener precaución con la intervención quirúrgica para evitar complicaciones futuras.
“La idea es comenzar a hacer preparación física. Tonificar, sobre todo, la musculatura. Al mes debo iniciarla; sin hacer mucho ejercicio abdominal para evitar hernias. Pero la musculatura baja ya se puede ir trabajando”.
Después de todo, pienso, no lleva tanto tiempo inactiva. Bailó hasta los tres meses de embarazo pues, cuando hizo las últimas funciones de Don Quijote, ya estaba encinta, aunque no lo sabía.
“Fue en febrero la última función, y resultó muy emocionante lo que sentí cuando vi al público de pie, aplaudiendo.
“Nadie sabía, pero yo me decía por dentro: “Este va a ser mi final por un tiempo”. Fue realmente muy emotivo”.
El embarazo “apareció así…”, dice, como cuando uno se refiere a los acontecimientos que llegan de repente, de forma inesperada.
Pero “ya Dani y yo habíamos pensado en formar una familia y llevábamos tiempo tratando de planificar. Sin embargo, en esta carrera no hay un momento justo para parar”.
“Entonces apareció Ainhoa…”
No hay otras colegas de su generación que estén “esperando” ahora. Ella considera que en el ballet es complicada la maternidad porque “no hay momento” establecido para acometerla. Depende de la decisión personal de cada mujer.
“Si eres muy joven, porque eres muy joven. Y si estás ‘pasada’, estás pasada. Depende del momento de la carrera. Si eres una bailarina con condiciones y no has llegado al momento cumbre, no puedes interrumpir. Y si ya has obtenido una categoría y tienes otros compromisos, tampoco puedes detenerte”.
La modestia aflora, y solo sonríe, cuando le comento el criterio de expertos que la consideran la mejor Giselle después de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso quien, precisamente, acaba de recibir el homenaje del Festival, al cumplirse los 75 años de su estreno en el papel de la célebre campesina.
“Es un ballet que disfruto mucho. Y cada vez que bailo Giselle, lo hago diferente; no siempre lo siento igual. Imagino que ahora, con el nacimiento de la niña, será distinto por completo cuando vuelva a hacerlo. Van a estar presentes otros sentimientos. Es como que te cambia un poquito todo”.
Después de dejar de bailar, se mantuvo con ejercicios justo hasta dos semanas antes de cumplir los siete meses de embarazo, cuando aparecieron pequeños dolores, algo de molestia, y notó que su cuerpo no reaccionaba igual.
“Pero me mantuve haciendo mis clases: en punta, girando… Haciendo cualquier cosa, unas más suaves que otras, según me sentía.
“Claro, no estaba al ciento por ciento porque ya mi cuerpo había cambiado un poco y la barriga pesaba más. Pero creo que eso contribuyó a no perder tanto físicamente y, al propio tiempo, ayudó a la buena marcha del embarazo”.
No existe nada puntual que quiera hacer ahora desde el punto de vista profesional, salvo eso: “recuperarme y recomenzar”.
Ese es su plan. Y vaticina que en lo adelante hay cosas que pueden ser diferentes.
“Todo cambia, y pienso que ahora mi carrera va a entrar en otro punto; hasta mentalmente, y no solo en lo físico. El ballet es ir aprendiendo cada día, ir superándote cada vez más. Ir superando todas las cosas, e ir avanzando”.
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