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Internacional

Un Nobel para el África profunda

Jorge Gómez Barata

Desde 1901 hasta 2018, se concedieron 943 Premios Nobel, de ellos 908 fueron a individualidades y 28 a organizaciones. Entre los individuos figuraron 27 africanos, de los cuales 10 son sudafricanos, 7 de ellos blancos. No por blancos lo merecen menos, pero la asimetría es obvia. Los caucásicos nativos africanos son alrededor del uno por ciento de la población y, en todos los casos, sus ancestros llegaron de fuera.

El primer Premio Nobel africano fue en medicina y se otorgó en 1951 al médico sudafricano Max Theiler, por investigaciones relacionadas con la fiebre amarilla. En 1960, se hizo justicia cuando se concedió el galardón de la paz a Albert John Lutuli (1899-1967), educado por misioneros, fue maestro, jefe tribal y presidente del Congreso Nacional Africano (ANC). En 1953 se le confinó en su granja hasta la muerte en 1967.

Otros africanos distinguidos con el Nobel de la Paz fueron Anwar el-Sadat en 1978, expresidente de Egipto que lo mereció por los Acuerdos de Camp David, que restablecieron la paz entre Egipto e Israel. En 1984 el honor correspondió al arzobispo sudafricano Desmond Tutu, por su dedicación a la lucha contra el apartheid y en 2001 lo obtuvo Kofi Annan, secretario general de la ONU.

En 1993 dos sudafricanos, ubicados en las antípodas del pensamiento y la práctica política como Nelson Mandela, líder de la lucha contra el apartheid y fundador de la Sudáfrica integrada, y Frederik de Klerk, que ha pasado a la historia como el principal reformador de aquel oprobioso régimen.

En 2018 el Premio Nobel de la Paz fue para el médico congolés Denis Mukwege, conocido como “doctor milagro” por sus esfuerzos para proporcionar asistencia médica y psicología a miles de mujeres secuestradas y violadas por terroristas.

En 2005 le fue adjudicado a Mohamed el-Baradei, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica. En 2011 correspondió a Ellen Johnson Sirleaf, expresidenta de Liberia junto con su compatriota Leymah Gbowee. En 2015, se adjudicó al “Cuarteto del Diálogo Nacional Tunecino” por su labor para el restablecimiento de la democracia en su país después de la “primavera africana”.

En 2004 Wangari Muta Maathai, de Kenia, se convirtió en la primera mujer africana en recibir esa distinción.

A los premios Nobel de la Paz otorgados a africanos le siguen los de literatura que fueron merecidos por Wole Soyinka, de Nigeria, en 1986, primer literato africano en recibir el galardón. También obtuvieron Naguib Mahfouz, de Egipto, en 1988 y en 1991 Nadine Gordimer. En 2003 lo alcanzó el sudafricano John Maxwell Coetzeee.

Otros africanos distinguidos con el Premio Nobel han sido los sudafricanos Allan MacLeod Cormack distinguido en 1979 y en 2002, Sydney Brenner, ambos en Medicina, y el egipcio Ahmed Zoweil en 1999, en Química.

Un momento estelar para los premios Nobel africanos ha llegado en 2019 al ser galardonado con el Pergamino de la Paz el joven gobernante etíope, actual primer ministro Abiy Ahmed, de 43 años. Hijo de una familia pobre de padre musulmán y madre cristiana, sirvió al ejercito de su país donde también cursó estudios universitarios.

El principal argumento para concederle el premio fue su papel en la solución pacífica del conflicto entre Etiopía y Eritrea, a lo que se suman las reformas introducidas en su país que han contribuido a su democratización y que, al reducir el intervencionismo estatal, han facilitado el crecimiento del sector privado y estimulado la inversión extranjera.

Por primera vez en su larguísima historia, Etiopía no está en guerra, no hay presos políticos ni periodistas encarcelados, la oposición se manifiesta en libertad y el turismo regresa al país. Tal vez sea el primer gobernante africano en disculparse por la represión y la arbitrariedad ejercida en el pasado.

Etiopía, único país africano que no fue colonia y uno de los cuatro de ese continente que participó en la fundación de la ONU, tiene ahora un Premio Nobel. Tal vez todavía tenga más desafíos que logros, pero parece estar en el lado acertado de la historia. ¡Enhorabuena! Allá nos vemos.

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