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Internacional

Hermandad sin fronteras

Pedro Díaz Arcia

La visita oficial de Miguel Díaz-Canel Bermúdez a México es la primera que realiza luego de que resultara electo Presidente de la República de Cuba el pasado 10 de octubre; y también es la primera visita de esta naturaleza que recibe Manuel López Obrador, quien asumió el Poder Ejecutivo el 1 de diciembre de 2018. El hecho marca un hito en las históricas y multifacéticas relaciones que unen a nuestros pueblos. La nación azteca ha sido punto de partida, o cajón de resonancia, para el desarrollo del pensamiento libertador, anticolonial y antiimperialista de América Latina.

Las históricas relaciones entre México y Cuba tienen un largo y rico recorrido por encima de la volatilidad de los tiempos. Cuando en 1964 la IX Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington, decidió bajo órdenes de Estados Unidos la ruptura de relaciones con nuestra isla, México fue el único país que nunca rompió los vínculos diplomáticos con Cuba. Cuando colapsó la Unión Soviética a fines del siglo pasado, mientras la isla enfrentaba enormes dificultades y se especulaba sobre su futuro, México aumentó las relaciones económicas, comerciales y las inversiones en la pequeña isla del Caribe.

Los mandatarios sostuvieron una reunión privada en el Palacio Nacional que contó con la participaron de los cancilleres y otros altos funcionarios de ambos países; y estuvieron en la reunión vespertina con las respectivas comitivas oficiales. Previamente, en su conferencia matutina el mandatario mexicano había expresado “esta es una visita importante, porque podemos decir que el pueblo cubano y el pueblo mexicano son pueblos hermanos”.

México ha reiterado que su política exterior se basa en el respeto a la soberanía de los países, a su autodeterminación, en el principio de no intervención, y solucionar los conflictos a través del diálogo. Cuba enfrenta graves desafíos, México también.

Las conversaciones entre las partes, en una agenda que busca dinamizar las relaciones bilaterales, deben conducir a una mayor cooperación e intercambio en distintas esferas. Cuba está inmersa en una política de reformas que debe fortalecer y acelerar; México puede favorecer intereses comunes y beneficios mutuos.

Estas tierras conocieron los desvelos, sueños y luchas de cubanos que buscaron en su amparo el refugio para la fragua fecunda; desde José Martí, Apóstol de nuestra independencia que viajó por su territorio en busca de apoyo para organizar la Guerra Necesaria (1895-1898) y lo encontró multiplicado; hasta Fidel Castro, quien arribó en 1955 a México, recién salido de prisión por el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, para preparar la expedición del Granma y reiniciar la epopeya inconclusa de luchas pasadas.

El 10 de octubre de 1955, al conmemorarse un aniversario del Grito de Yara en el que Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, inició la tríada de guerras del siglo XIX para emancipar la isla del tutelaje español, Fidel, al dirigirse a cientos de jóvenes mexicanos en El Zócalo vino a su mente una frase de Martí, quien dijo que “había algo de vergüenza en la oratoria en esos tiempos de sobra de palabras y falta de hechos; que la palabra había caído en descrédito porque los débiles, los vanos y los ambiciosos habían abusado de ella”. Junto a Fidel estaban Raúl Castro, el Che Guevara y Juan Almeida, entre otros revolucionarios.

A lo largo de su discurso afirmó “Algún día volveremos aquí para hablar de Bolívar, para hablar de Juárez, para hablar de Sucre, para hablar de Hidalgo, de Morelos, de Martí, de Cárdenas, de Maderos, de Sandino, de todos los próceres…”.

En una profesión de fe exclamó “América se está hastiando de tanta casta de politiqueros y de traidores y de opresores como está padeciendo, que el pensamiento de Martí y la espada de Bolívar van a volver a centellear en América. Tengo fe en América”.

“¡Y cuente México también con un hijo en cada cubano!”.

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