Por Zheger Hay Harb
La nota colombiana
La semana pasada rindió indagatoria ante la Corte Suprema de Justicia el expresidente de la República y hoy senador Álvaro Uribe Vélez, en un proceso por los supuestos delitos de fraude procesal y manipulación de testigos. Finalizada la diligencia, fue vinculado formalmente al proceso, lo cual implica que, como cualquier otro ciudadano en esa situación, solo podrá salir del país con autorización de ese tribunal.
No quiere eso decir que haya sido condenado, sino que la Corte encontró mérito suficiente para continuar el proceso; de lo contrario habría emitido auto inhibitorio lo cual equivaldría a su exoneración.
Es la primera vez en la historia de este país que un expresidente de la República ha sido llamado a indagatoria y, en ese caso, lo es porque habiendo querido hundir a uno de sus rivales políticos acusándolo por esos delitos, la Corte encontró que quien los había cometido era él y le abrió indagación preliminar. Perfecto bumerán.
El caso es grave porque los testimonios lo vinculan con la creación y auspicio de grupos paramilitares, especialmente el Bloque Metro que, según afirman testigos, fue creado en la hacienda Guacharacas, propiedad del expresidente y su hermano Santiago, quien actuó como jefe de ese grupo masacrador, conocido como Los doce apóstoles.
Una personaje oscuro, el abogado Diego Cadena, aparece actuando como apoderado de Álvaro Uribe sin serlo formalmente y ahora se comprueba que dio dinero a uno de los testigos para torcer su testimonio. Confrontado con las pruebas, Cadena, quien en una grabación dice de sí mismo que en el día es abogado y en la noche abogánster, tuvo que admitir que dio el dinero pero que lo hizo por interés humanitario. Preguntado Uribe, dice que nada sabía.
Y Cadena, no sabemos con qué interés, está dispuesto a sacrificarse por él. Está dispuesto a actuar como fusible para evitar que su jefe se queme, como ocurrió en tiempos en que se votaba en el Congreso la reelección de Uribe y se probó que habían comprado el voto de una parlamentaria mediante el otorgamiento de notarías y otras prebendas. A pesar de ello, fueron condenados, luego de una difícil batalla jurídica, el entonces ministro de Justicia y el secretario general de la Presidencia, pero Uribe salió incólume.
No es de extrañar porque en esa caverna que dirige el expresidente al parecer todo aquel que delinque cuenta con un fusible como sucedió hace poco con una de sus más fascistas representantes, la senadora María Fernanda Cabal, esposa del muy sospechoso de afectos paramilitares, presidente de la también cuestionada Asociación de Ganaderos, quien nos tiene acostumbrados a cada estupidez mayor que la otra, como cuando dijo que Gabriel García Márquez y Fidel Castro estarían felices en el infierno.
Se demostró que dos personas que formaban parte del equipo de esta senadora habían comprado votos para su elección; fueron condenados y están en la cárcel mientras ella, la beneficiaria del delito, sigue disparando balas de xenofobia contra los venezolanos y condenado todo lo que tenga siquiera un tinte de equidad social o propenda por la paz.
Pero si la Corte demostró su independencia, el presidente Duque salió a afirmar que Uribe es inocente como si esa fuera función suya y no del poder judicial; se le olvidó que uno de los pilares de nuestra democracia es la separación de poderes. La ministra del Interior, puesta allí por el expresidente como la mayoría del gabinete, también salió a absolverlo usurpando la toga del juez.
Tienen razón en estar preocupados porque de este proceso pueden derivarse consecuencias muy graves porque al analizar la manipulación de los testigos muy posiblemente saldrán a la luz sus testimonios y el terremoto resultante puede barrer a muchos personajes poderosos: militares, funcionarios, terratenientes, empresarios.
Vamos a ver hasta dónde llegan las mañas de este abogado de quien cada día salen a la luz más datos para afirmar su calidad de abogánster. Veremos con quiénes más aplicó esa caridad que lo lleva a dar dinero, parte de su inmensa fortuna amasada como defensor de narcoparamilitares, a testigos cuyas declaraciones pueden hundir al presidente eterno como muy lambonamente llamó Duque a Uribe.
Cadena puede salir averiado de este proceso; la Fiscalía investiga si el dinero que dio a estos dos exparamilitares constituyen un soborno, así como su origen. Estudia el ente investigador cuál es la fuente de financiación de sus viajes a Estados Unidos a entrevistar exparamilitares vinculados con este caso y los muchos desplazamientos a distintas ciudades del país a entrevistar a presos cuyo testimonio le interesa para este caso.
El periódico El Tiempo cita a un allegado de Cadena, quien afirma que este tiene mucho dinero y “anda con seis escoltas y en Bogotá se desplaza en cuatro camionetas Toyota Sahara, de blindaje especial”. Su jet privado y su inmensa fortuna conforman una empresa cuyos socios son él mismo y un hermano suyo auxiliar de fisioterapia, profesión que difícilmente se presta para amasar gran riqueza.
Afirma también el periódico que fuentes federales de Estados Unidos le dijeron que están analizando la fortuna de Cadena y que le han preguntado a la Corte Suprema por qué está interesada en investigar sus visitas a prisiones federales.
Uno de sus bienes, un lujoso apartamento en Bogotá, fue comprado a un empresario exdefensor de los capos del Cartel del norte del Valle, poderoso en los años 90. Pero este es apenas uno de sus múltiples bienes en varias ciudades.
Este abogado muy astutamente, ante las pesquisas de la Corte, envió una carta a la Fiscalía para explicar que la “ayuda humanitaria” en dinero y viáticos que dio a los dos testigos fue utilizada por estos para tratar de chantajearlo con involucrarlo en manipulación de sus testimonios.
Queda la pregunta de por qué un abogado de tanta experiencia no sólo no los denunció sino que los anotó en el listado de testigos a favor del expresidente Álvaro Uribe.