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Siria: más leña al fuego

Por Gustavo Robreño

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Es indudable que la operación militar turca traspasando sus fronteras con Siria bajo el pretexto de alejar de ellas a las denominadas “Fuerzas Democráticas de Siria” (FDS-Kurdos) constituye, sin mucho estudio, una violación de los espacios fronterizos de un país soberano e independiente, geográficamente vecino, que no ha agredido ni invadido al ejecutante de tal intromisión y, por tanto, está supuestamente protegido por todas las normas aceptadas del derecho internacional, encabezados por la Carta de las Naciones Unidas.

Tal verdad incuestionable coloca, sin duda, al gobierno turco en incómoda posición para explicar o justificar lo ocurrido ante la comunidad internacional, sus otros vecinos y aún sus aliados.

Si vemos la realidad actual del Medio Oriente y la de Siria, en particular, sin tener en cuenta los trágicos antecedentes que han conducido a esta situación, de los cuales son principales responsables los gobiernos imperialistas de Estados Unidos y muchos de sus socios de la OTAN (a la cual pertenece también Turquía hasta el momento), no será posible tener una visión esclarecida y más o menos justa de los hechos y de la posibilidad de colocar a cada cual en su lugar.

La operación militar turca contra los kurdos echa más leña al fuego de la guerra en Siria, pues tiene lugar dentro del territorio de este país, que ya ha sido violada sucesivamente por fuerzas extranjeras desde que comenzó un conflicto aparentemente interno pero abiertamente estimulado y organizado desde el exterior.

La agresión contra Siria y el desencadenamiento de la cruel guerra que desde hace más de cinco años despedaza a ese país y origina la mayor cantidad de desplazados y refugiados hoy en el mundo es responsabilidad directa de Estados Unidos, Israel y algunos otros socios regionales con la activa participación de la OTAN.

Bajo la frustrada obsesión de derrocar al gobierno legítimo de Siria –que estorba a los planes yanquis-israelíes y da muestras decididas de independencia y negativas de sumisión– se lanzó esa agresión despiadada e ilegal.

Carecen pues de fuerza moral y de autoridad los que la lanzaron para condenar ahora la operación turca en medio de un enredo sin ley, al que llegan incluso las maniobras reeleccionistas del presidente de Estados Unidos.

Aquellos polvos trajeron estos lodos: las guerras de agresión contra Iraq, Afganistán, Siria, Libia y Yemen son aún expedientes abiertos, heridas sin cicatrizar y países destruidos. El imperialismo norteamericano, lleno de codicia bárbara y expansionista, es el gran culpable de todo lo ha venido después y no es capaz todavía de poner fin de manera rápida y sincera a su intromisión y la de los cómplices que aún le quedan.

La única solución definitiva y concreta ha sido propuesta por el presidente ruso Vladimir Putin: que todas las fuerzas extranjeras que hoy se encuentran ilegalmente en territorio sirio lo abandonen de inmediato; es la vía que puede conducir a la paz, incluidos los kurdos.

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