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Internacional

Soluciones nacionales

Retórica aparte, a diferencia de Europa donde se avanzó más, las américas no están maduras para la integración económica lo cual requiere rangos de estabilidad y cohesión política regional, todavía distantes. No obstante, el mayor obstáculo para los avances en esa materia es no poder contar con Estados Unidos y Canadá que son las mayores economías de la región.

El único intento en ese sentido fue el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) presentado por Estados Unidos en la Primera Cumbre de las Américas en 1994 cuya declaración aprobada por los 34 mandatarios presentes estableció: “…Decidimos iniciar de inmediato el establecimiento del “Área de Libre Comercio de las Américas” … Asimismo, resolvemos concluir las negociaciones del “Área de Libre Comercio de las Américas” a más tardar en el año 2005…”

El cálculo falló, pues entre 1994 y 2005 en América Latina se produjo una mutación política que cambió la correlación de fuerzas. En 2003 fueron electos presidentes Luis Inacio Lula da Silva y Néstor Kirchner quienes, respaldados por algunos países caribeños, se sumaron a Hugo Chávez que lo era desde 1999 y, en la Cumbre de Mar del Plata en 2005, encabezaron la lucha contra el ALCA y abortaron la idea.

Al margen de las razones que tuvieron los países latinoamericanos para rechazar el acuerdo de libre comercio global, el hecho evidencia que la región no estaba ni lo está hoy para cambios económicos de semejante calado. De hecho, aspiraciones mucho más modestas como el MERCOSUR, la Comunidad Andina de Naciones, el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), UNASUR (De la cual se han separado seis países) y la Alianza Bolivariana de Nuestra América (ALBA) de la que Ecuador se dio baja, están lejos de ser empeños integracionistas consolidados.

De cara a estas realidades signadas por enormes asimetrías, la imposibilidad de sumar a las grandes economías hemisféricas, la inestabilidad y la falta de cohesión y voluntad política que, por ahora, impiden la integración latinoamericana, es preciso que los diferentes gobiernos se concentren en la búsqueda de soluciones nacionales y en el perfeccionamiento de los procesos políticos locales.

La volubilidad e inestabilidad política latinoamericana es resultado de la debilidad y el subdesarrollo de las instituciones civiles que impiden la consolidación de los proyectos de desarrollo. Aunque puede haber excepciones, como la de Bolivia, en general el crecimiento económico nacional depende más del sector privado y de la inversión extranjera que de las políticas estales y prácticamente para nada de las asistencias foráneas para el desarrollo.

Entre tanto, mientras la integración no llega, es preciso apostar por las soluciones nacionales, lo cual es responsabilidad de cada país y sus respectivos gobiernos. No obstante, es bueno advertir que el difícil y prolongado camino al desarrollo pasa por la consolidación institucional, en primer lugar, por la democratización, sin la cual el crecimiento económico es difícil y el desarrollo imposible.

En el mundo de hoy, ningún sistema social y ningún modelo político es atractivo para las masas, especialmente para la juventud ilustrada y para los emprendedores que la democracia cuando es real y adecuadamente conducida. Las masas chilenas, engañadas por la democratización cooptada por el pinochetismo, no claman por el retorno del autoritarismo, sino por una genuina apertura la participación y la inclusión.

En las condiciones del mundo, la economía y la cultura global, las naciones que aspiran a alcanzar las altas cumbres, necesariamente deberán disponer de instituciones firmemente establecidas, legitimadas y respaldadas por el pueblo.

El punto de partida para logarlo son sociedades abiertas, plurales, inclusivas y obviamente democráticas. El principio rector es que los países tienen gobiernos y no al revés. La creencia de que los pueblos y la sociedad civil pueden conformarse con mínimos de libertad para que sus gobernantes tengan mucha y de que puede haber sucedáneos o atajos es profundamente errónea.

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