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Internacional

La casa de los Arcos

Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga(Especial para Por Esto!)

LA HABANA, Cuba.- Es más antigua que la propia Catedral, fue testigo de la toma de la ciudad por los ingleses, y acogió entre sus paredes a más de 60 connotadas figuras de la intelectualidad y la historia patria…

Esos y otros atributos convierten al Palacio del Marqués de Arcos en un sitio imposible de soslayar cuando se repasa la historia de la capital de Cuba, algo recurrente ahora que la urbe todavía festeja sus 500 años.

Una hermosa exposición que muestra objetos de la época fundacional de esta y de otras provincias de la Isla, recuerda a los visitantes que el suntuoso e interesante inmueble fue, entre los años de 1844 y 1869, sede de la Sociedad Liceo Artístico y Literario, una función que ha vuelto a desempeñar luego de su restauración y reestreno, en 2016.

Tal nominación fue la que propició, posiblemente, que la casona adquiriera mayor notoriedad, al convertirse por aquellos años en escenario de las tertulias frecuentadas por figuras notables. Algunos de ellos y otros patriotas e intelectuales ilustres como el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, o la poetisa y literata camagüeyana, Gertrudis Gómez de Avellaneda, aparecen en un mural dibujado frente al portón principal junto al presbítero Félix Varela o Rafael María de Mendive, el maestro de Martí, entre otros muchos.

Sin embargo, la que fuera, antes, vivienda del Marqués de Arcos, ya poseía una historia interesante y de esplendor cuando se le dieron las funciones de liceo, razón por la cual está considerada como una de las edificaciones más notorias e importantes de La Habana, que llegó a cobijar hasta la Real Tesorería.

Luego, y hasta su rescate y reapertura en 2016, también tuvo una etapa en que resultó venida a menos cuando la familia de los marqueses de Arcos se mudaron, y fue oficina de correos entre otras funciones públicas, y hasta hogar de varias familias una vez que fueron subdivididos sus aposentos y convertidos en viviendas contiguas.

Camino de la pescadería

Se desconoce la identidad de su arquitecto, aunque algunas características de la edificación la emparentan con los vecinos inmuebles que ocupan la vivienda los condes de Casa Bayona y la del Marqués de Aguas Claras; así como tiene detalles comunes con las construcciones de la época colonial mexicana.

Se destacan entre esos elementos arquitectónicos los arcos poligonales que distinguen a la casona y que son muy profusos en ella… Esas arcadas podrían estar en el origen de la Orden con que la Corona española premió a quienes la habitaban en el año de 1792: el marquesado de Arcos fue concedido por Carlos IV a Ignacio Peñalver y Cárdenas, segundo de los Peñalver que vivió en ella.

Algunos llegaron de México

Aquellos elementos arquitectónicos comunes, unidos a los vínculos de Don Ignacio con la Orden de los jesuitas —muchos de los cuales llegaron aquí provenientes de México— también invita a pensar en un lejano parentesco entre el palacete y aquella tierra, hermana de Cuba hace siglos, como puede observarse en los elementos análogos de esta y de otras edificaciones habaneras, con la arquitectura de algunas antiguas construcciones de México.

Claro que, como muchas famosas viviendas coloniales, el Palacio del Marqués de Arcos —que es el nombre con que se reconoce— no nació como está hoy. Su apariencia actual se debe a sucesivas modificaciones que inició el propio residente original, quien tampoco fue, como muchos mal suponen, Don Diego Peñalver y Angulo, padre de Ignacio.

Su primer morador resultó, en verdad, otro hombre importante: el doctor Francisco Teneza, ilustre galeno que fue reconocido por la Corona con el título de Protomédico de La Habana, y quien fundó el Real Tribunal de Protomedicato de La Habana.

Teneza quiso ampliar la casa para atender mejor allí a los enfermos, pero se cuenta que el Cabildo apenas le permitió construir un local para guardar la calesa donde transportaba a sus pacientes.

Sería Don Diego quien emprendería las primeras transformaciones de importancia en la casa, que cobró relieve cuando muy cerca de ella se construyó una iglesia que luego sería Parroquial Mayor y exaltada más tarde a la categoría de Catedral de la Habana.

Para esa época, la plaza que la antecede no era, obviamente, la de la Catedral, se llamaba de la Ciénaga en atención a los manantiales que la atravesaban.

No se sabe cuándo

Fue precisamente la construcción de la iglesia lo que originó que al palacete se le abriera otra puerta de ese lado, no se sabe si en tiempos de Diego o de Ignacio, porque las fuentes históricas atribuyen las transformaciones a uno u otro.

Pero la entrada original, y su pórtico principal, siguen estando por la calle Mercaderes, que entonces abarcaba solo una cuadra y se llamaba Camino de la Pescadería, según ilustra el cronista Ciro Bianchi, y era una de las escasas cuatro calles con que contaba la naciente ciudad, todas nombradas de acuerdo a sus funciones: Concepción sería la identificación de la estrecha calzada conocida luego como calle de los Oficios, Basurero nombraban a la que después ha sido Teniente Rey, y por Real se conocía a Muralla.

Sus dos plantas, los balcones, y una hermosa escalinata tipo italiano donde hoy suelen fotografiarse quienes visitan la casa del Marqués de Arcos, se añaden al encanto del que con razón fue llamado palacio, y que posee la peculiaridad de permitir acceder por Mercaderes y salir del otro lado, justo en la plazoleta a la cual da nombre la iglesia más importante de la ciudad.

Tesoreros de la Real Hacienda

Tampoco hay una versión acabada acerca de si el Tesorero de la Real Hacienda fue Don Diego o su hijo Ignacio; o si la función la desempeñaron ambos. Lo que sí resulta claro es que Ignacio fue el primer Marqués de Arcos, y que ambos fueron hombres probos y fieles a España, pues de otro modo, la Corona no habría otorgado el marquesado.

Una anécdota contada por Bianchi y atribuida a Ignacio en el rol de Tesorero General del Ejército, de la Real Hacienda y de la Marina de La Habana, da cuenta de su honestidad cuando, luego de un desfalco en la Tesorería, en la madrugada del 20 de enero del año 1804, el Gobernador General —el Marqués de Someruelos— ofreció Ignacio Peñalver un préstamo para que pudiera reponer de inmediato el dinero robado.

Pero no fue necesario: ya el Marqués de Arcos había llenado las arcas con ¡9,500 onzas de oro de su propio dinero!

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