Alfredo García
El pasado domingo miles de personas salieron nuevamente a las calles de Hong Kong en manifestaciones de “protestas” callejeras contra el gobierno chino, en lo que se percibe más como una presión de Estados Unidos explotando la centenaria cultura colonial de los isleños para sacar ventaja en sus negociaciones comerciales con el gigante asiático, que la inconformidad frente a supuestos incumplimientos de los acuerdos sobre la excolonia británica.
A principios del pasado mes de junio, el anuncio de un proyecto de ley que permitía la extradición de sospechosos desde Hong Kong a China para ser juzgados, fue denunciado por el Frente de Derechos Humanos y Civiles de Hong Kong como “violación” al sistema de libertades del territorio especial autónomo, utilizado como pretexto para organizar una masiva manifestación de protesta. La ley fue retirada, pero las movilizaciones callejeras se mantuvieron, potencializada por la arrolladora victoria de los inconformes en las elecciones municipales del pasado 24 de noviembre, donde ganaron 142 escaños con el 59% de los votos, frente a los 13 logrados por el oficialismo con 41% de los comicios.
Hong Kong fue colonia británica por 155 años, luego de que fuese arrebatada a China en las Guerras del Opio de 1842. Durante ese período la metrópoli negó a los chinos todo tipo de libertades y derechos civiles. En 1997 tras años de esfuerzos diplomáticos avalados por la ONU, China y Reino Unido acordaron devolver la soberanía de la excolonia a China a cambio de mantener el “capitalismo” como sistema económico predominante y un alto grado de “autonomía” interna durante 50 años después de la reunificación, bajo el lema “un país dos sistemas”, acuerdo considerado como demostración de madurez política del antiguo imperio colonial británico.
Sin embargo años más tarde se demostró que mantener el control económico de la antigua colonia bajo el Reino Unido, había sido una artimaña contra el gobierno chino neutralizada por la seriedad del compromiso chino al desafío neocolonial. El fallido plan británico provocó el inicio de actividades injerencistas a través de organizaciones no gubernamentales, partidos políticos, medios de comunicación y redes sociales, que han canalizado de forma abierta y encubierta millones de dólares para subvertir el orden, a través de instituciones injerencistas como las fundaciones Nacional para la Democracia (NED), Ford, Rockefeller, Soros, acompañadas con donaciones británicas y apoyado por medios norteamericanos y británicos para socavar el prestigio interno e internacional de China.
No es secreto que solo la NED promueve sindicatos a favor de la “democracia e independientes” en toda China, financia al Movimiento de Derechos Humanos de Hong Kong, la Confederación de Sindicatos, la Asociación de Periodistas, el Partido Cívico, el Partido Laborista y el Partido Demócrata, todos participantes del Frente Civil de Derechos Humanos que organiza las manifestaciones de protesta.
La movilización del domingo contó con la autorización de las autoridades y se desarrolló de manera pacífica. Trascendió que el nuevo jefe de la Policía, Chris Tang, prometió que si los manifestantes se limitaban a infracciones menores la policía, se abstendría de operar, intervendrían al mínimo incidente serio. Según observadores la marcha fue menos concurrida y entusiasta que otras anteriores, los grupos violentos se limitaron a realizar acciones de propaganda antes de dispersarse y a lo largo de la ruta de protesta, la presencia de la policía fue discreta. Algunos especialistas estiman que la futura fuerza o debilidad del movimiento de “protesta” en la excolonia británica que ya dura seis meses, dependerá del pulseo geopolítico y económico entre la Casa Blanca y Pekín.