Una versión “democrática” de las dictaduras que ensangrentaron a Brasil (1964-1985) y Chile (1973-1990) para instalar en la región un plan económico neoliberal liderado por EU, regresa al poder en ambos países sudamericanos.
El multimillonario Sebastián Piñera fue elegido presidente de Chile en noviembre de 2017 con el 54.58% de los votos. En la primera vuelta derrotó a 8 candidatos rivales. En las elecciones de octubre de 2018, el ex militar, Jair Bolsonaro, fue elegido presidente de Brasil con el 55.13% de los comicios. En la primera vuelta derrotó a 9 candidatos competidores. En el primer caso, de un registro de 14 millones 347,884 electores, acudieron a las urnas 7 millones 32,523 chilenos para un 49.02 % de participación. En el segundo caso, el electorado registrado fue de 147 millones 299,471, acudiendo a las urnas 115 millones 933,451 brasileños para un 78.70 % de participación.
Piñera, notorio por su ideología ultraderechista, es hermano de José Manuel Piñera, ex ministro de Trabajo y Previsión Social y ex ministro de Minería, durante la dictadura del general, Augusto Pinochet, donde se destacó como creador del Sistema Privado de Pensiones, SPP e impulsor de la Constitución de 1980 promovida por el dictador, aún vigente.
Durante el período dictatorial Piñera amasó su fortuna calculada por la revista Forbes en 2,700 millones de dólares, con maniobras financieras dolosas, acusado y multado en varias ocasiones librándose de la justicia gracias a la protección de su hermano. Aunque ha intentado distanciarse políticamente de la dictadura, declaró que Pinochet y su régimen “impulsaron el país hacia la modernidad y la apertura hacia el exterior”. Derrotado el referendo de 1988 que consultó la permanencia o no de Pinochet en el Gobierno, Piñera fue seleccionado como jefe de campaña del candidato a las elecciones de la dictadura, el ex ministro de Hacienda, Hernán Buchi. En octubre de 1988 Piñera participó activamente en la campaña de oposición a la detención de Pinochet en Londres, por solicitud del juez español Baltazar Garzón.
Por su parte el ex capitán paracaidista Jair Bolsonaro se inició en la política como concejal en Río de Janeiro en 1989, donde alcanzó funesta fama por sus posiciones ultraderechistas, misóginas, homofóbicas, racistas, discriminatorias hacia indígenas y negros y en defensa de la dictadura militar. En carta publicada en el diario, Folha de Sao Paulo, se refirió al período militar como “20 años de orden y progreso”. Bolsonaro es partidario de la pena de muerte, considera la tortura como práctica? legítima y se opone a los derechos LGBT.
En una entrevista para la revista Veja, Bolsonaro afirmó que la dictadura de Pinochet, “debía haber matado a más gente”. En su primera reunión del Consejo de Gobierno, ordenó la destitución de todos los funcionarios de ideas “comunistas” y aprobó la venta de 700,000 inmuebles propiedad del Estado. El economista, Paulo Guedes, teórico neoliberal promotor de privatizaciones de empresas estatales y control del gasto público nombrado ministro de Economía, es su asesor económico.
No es casual que Bolsonaro haya elegido a Piñera como su principal aliado en Sudamérica, ni que junto al presidente colombiano, Iván Duque, crearan el bloque regional, PROSUR, para junto a otros 4 gobiernos derechistas sudamericanos sabotear a UNASUR, organismo fundado en 2011 por los 12 Estados sudamericanos para trabajar en favor de la integración política, económica y social de la región con una visión bolivariana. Pronto veremos nacer la nueva versión de la fatídica “Operación Cóndor”, para coordinar acciones y mutuo apoyo entre los herederos “democráticos” de las dictaduras en el impulso del sistema económico neoliberal y contra el movimiento popular, cuyo homónimo en las décadas de los 70 y 80 del pasado siglo, arrojó un saldo de 50 mil personas asesinadas, 30 mil desaparecidas y 400 mil encarceladas.