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Internacional

Socialismo en Estados Unidos

Jorge Gómez Barata

Los Estados Unidos parecen creados para desmentir a Karl Marx. A pesar de ser el país más industrializado del mundo su clase obrera no ha sido protagónica, los sindicatos son allí irrelevantes, nunca hubo un movimiento socialdemócrata, y el partido comunista no creció. No obstante, el socialismo ha tratado de expresarse.

Aunque durante doce años publicó artículos en Nueva York y fue el único líder socialista del siglo XIX que se carteó con Abraham Lincoln, Karl Marx no conoció los Estados Unidos, Lenin tampoco. Los únicos líderes bolcheviques que lo hicieron fueron Trotski y Bujarin, ambos defensores de la democratización del proceso iniciado en octubre de 1917, los dos cercanos a Lenin, y ambos represaliados por Stalin.

En 1917 Trotski, que se encontraba exiliado en España, dado sus antecedentes fue acosado por la derecha monárquica y conminado a abandonar el país, eligiendo viajar a “América” para lo cual fue avisado de que debía tomar un navío que partía para Cuba. Obviamente se trataba de una confusión. Para los rusos de entonces, América eran los Estados Unidos. Su reacción fue inmediata: “¡A Cuba no!”.

Por un extraño giro del destino apareció un mecenas que lo trasladó gratuitamente a Nueva York, era Claudio López Bru, marqués de Comillas y empresario español, cercano a los jesuitas, socialista al estilo de la Doctrina Social de la Iglesia, y promotor de la democracia cristiana, dueño de una línea naviera y de trasatlánticos que llevaron su nombre. En el lujoso navío, el 14 de enero de 1917, arribó Trotski a Nueva York.

Aunque solo vivió dos meses y medio en aquella ciudad, su estancia tuvo la intensidad y la pasión que lo caracterizó. Entonces la coyuntura internacional estaba dominada por la Primera Guerra Mundial, la inminente entrada de los Estados Unidos en el conflicto, mientras en Rusia el zar estaba a punto de abdicar, hecho que dio lugar a la llamada Revolución de Febrero, para la cual Trotski, entonces menchevique, llegó a tiempo, asumiendo tareas en el Soviet de la capital, y convirtiéndose en el más destacado líder de masas del momento. Siete meses después se unió a Lenin para derrocar el gobierno provisional y protagonizar la llamada Revolución de Octubre.

Apremiado por la situación revolucionaria en Rusia, a finales de marzo Trotski abandonó los Estados Unidos. En su despedida fue enfático: “…Voy a volver a Rusia para derrocar el gobierno provisional y para detener la guerra con Alemania. Quiero que la gente aquí se organice hasta que sean capaces de derrocar el maldito gobierno capitalista podrido de este país…”.

Otra vez, en 1934 cuando ya había sido apartado de la causa que había defendido, y convertido en prototipo del perseguido político, se dirigió a los obreros norteamericanos:

“Si Norteamérica se hiciera comunista …descubriría que el comunismo, lejos de ser una intolerable tiranía burocrática y regimentación de la vida individual, es el modo de alcanzar la mayor libertad personal y la abundancia compartida… Temen que el sovietismo en Norteamérica produzca los mismos resultados que les trajo a los pueblos de la Unión Soviética. Temen que los meta en un lecho de Procusto…En realidad los soviets norteamericanos serán tan distintos de los rusos como lo es el presidente Roosevelt del zar Nicolás II…”.

Antes de llegar a hoy, cuando Bernie Sanders y Alejandra Ocasio-Cortez se definen como socialistas democráticos, y proclaman la moderación y el pluralismo como programa, hubo otros momentos. La presencia de Trotski fue uno, otro el gobierno de Franklin D. Roosevelt, y uno muy peculiar se asoció al auge del macartismo. De todos les contaré algo.

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