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Assange no es propiedad privada

Por Pedro Díaz Arcia

En un gesto bíblico Donald Trump se lavó las manos respecto a la detención de Julian Assange, mientras los líderes demócratas lo han tratado como a un botín de guerra. Joe Manchin, senador demócrata por Virginia Occidental dijo: “Assange es nuestra propiedad y podemos obtener los hechos y la verdad de él”. Creo que hasta podrían subastarlo. Es el principio erróneo que lleva a unos y otros a creer que América Latina es su predio trasero.

Con un aspecto físico penoso, una barba mal cuidada y luego de ser arrastrado literalmente por la policía que lo detuvo en la Embajada de Ecuador en Londres; Assange levantó a la prensa el libro: “Historia del Estado de Seguridad Nacional”, del fallecido escritor y periodista estadounidense, Gore Vidal, cuando esperaba a los abogados. La obra recoge una serie de entrevistas en la que el ensayista cuestiona los vínculos entre la industria y el gasto militar en Estados Unidos, y el control sobre la vida ciudadana.

¿Qué importancia representa la detención y posible deportación a Washington para la pugna electoral que se aproxima?

Pienso que es un tema que los demócratas utilizarán para renovar las acusaciones sobre la presunta “trama rusa” que involucraría al gobierno de Vladimir Putin en la contienda presidencial de 2016; particularmente, luego que el Fiscal Especial Robert Mueller limpió de “polvo y paja” al presidente en su larga investigación. La Cámara de Representantes ha exigido el acceso al informe.

Assange, quien niega su participación en los hechos y califica su persecución de macartismo, sería uno de los “protagonistas” en la extracción ilegal y publicidad de los correos electrónicos secretos de la candidata demócrata Hillary Clinton en 2016, entonces a la cabeza en la intención de votos y que obtuvo finalmente la preferencia de más de tres millones de electores en las urnas, para perder luego la presidencia en el Colegio Electoral.

En cuanto al tema, el representante republicano de Carolina del Norte, Richard Burr, afirmó que Assange actuó como “un brazo de los servicios de inteligencia rusos durante años”. Y el presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara Baja, Elliot Engel, afirmó que el informático comprometió la seguridad nacional de su país y los aliados al publicar material confidencial.

Desde las fragmentadas filas demócratas se escuchan voces disonantes. Algunos de los candidatos por la nominación a la presidencia, como la congresista de Hawáa Etulsi Gabbard, afirmó que se trata de un mensaje al pueblo estadounidense de: “Cállese, siga las reglas”, o de lo contrario “habrá consecuencias”. Mike Gravel, ex senador de Alaska y también aspirante a la Casa Blanca dijo que nadie merece ser encarcelado por “hacer lo correcto”.

Por su parte, el exanalista estadounidense de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), Edward Snowden, refugiado en Rusia, quien reveló en 2013 programas de espionaje estadounidense de alcance internacional, calificó de “momento negro” para la prensa la detención; luego de siete años de vivir en lo que alguno de sus visitantes definió como “una estación de servicio con dos asistentes”.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia declaró a través de su portavoz, María Zajárova, que la detención de Julian Assange, es un golpe a los derechos de los periodistas en el mundo.

Mientras Trump se mueve vertiginosamente por carriles paralelos, el real y el mediático, imprimiéndole un carácter impredecible a su gobierno aquí y allá, la bola está en la cancha y sin árbitro.

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