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Internacional

La política del 'cachumbambé”

Pedro Díaz Arcia

Revertiré el déficit comercial con China diciéndoles: “Me oyen malditos, les pondremos un impuesto del 25 por ciento”, y todo se solucionará. Así afirmó públicamente, años atrás, el presidente Donald Trump. Pero ni las medidas ni las amenazas han logrado la capitulación de Beijing.

Según la apreciación de un analista, tanto en asuntos domésticos como de carácter internacional, Trump es “hiperpersonal, pobre en proyección y abrumadoramente infructuoso”. Quien se vanagloria de dominar el arte de los tratos “es un terrible negociador”, agregó.

Creo que nadie debe esperar sosiego. El descalabro a nivel global, los procesos de descomposición de instituciones que parecían invulnerables, la liviandad de mercados en apariencia estables, la inseguridad que, como una impronta, marca el destino de países y regiones, incluso de continentes, pudiera estar en manos del “protegido de Dios”.

Las elecciones en Estados Unidos entran en “capilla ardiente” y nada será suficiente para quien trata de preservar a cualquier costo su presencia en el Despacho Oval. Actúa como en un juego de azar, mueve una pieza giratoria en el tablero para ver el sitio al que apunta y hacia él se dirige personalmente o vía Twitter, la más usual, para enaltecer al menos esperado u ofenderlo en medio de ataques espasmódicos. Es la estrategia que sigue la Casa Blanca.

La actual arremetida general contra el emporio chino Huawei, no es más que una de las puntas del iceberg. Al margen de lo que suceda con el “movimiento telúrico” que estremece el mercado tecnológico, surgirán nuevas embestidas en un escenario global que tiene como protagonista a la política del “cachumbambé”, un balanceo de pesos donde un fallo de cálculo puede ser fatal.

Todo está determinado, en primera o en última instancia, por la ambición de restablecer la hegemonía en favor de gobiernos neoliberales que controlen los recursos naturales y las fuerzas productivas en el mundo y consolidar la Internacional Capitalista.

En un contexto amenazante, en el año 2001, borrando antiguas diferencias, Rusia y China firmaron el Tratado de Buena Vecindad, de Amistad y Cooperación que trascendió más allá de los asuntos de complementación comercial, para establecer la concertación estratégica en cuanto a los principales conflictos y otros peligros que enfrenta la humanidad.

Esa asociación de carácter integral debía conducir a reflexiones a quienes andan por el mundo con la tea incendiaria desatando acciones temerarias. Por ejemplo, resulta fácil precisar de dónde, cuándo y de quién partió una guerra comercial que dejará huellas en la historia moderna, pero no predecir cómo concluirá.

Renata Dwan, directora del Instituto de las Naciones Unidas de Investigación sobre el Desarme (UNIDIR, por sus siglas en inglés) alertó hace poco que los riesgos de un estallido nuclear son más altos que nunca luego del fin de la Segunda Guerra Mundial.

La creciente competencia entre Estados Unidos y China (un factor estabilizador en los mercados globales), así como la aparición de nuevas tecnologías que borraron la línea entre medios ofensivos y de defensa, pueden incentivar el holocausto.

En medio de máscaras, engaños y el show mediático del siglo, quisiera parafrasear al escritor Lewis Carroll en su antológica frase: si ocurriera así podría ser; “…y si pudiera ser quién sabe”.

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